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Matayoshi y su “sueño loco” de editar en provincias hecho realidad
Matayoshi y su “sueño loco” de editar en provincias hecho realidad

Entrevista a Nicolás Matayoshi director de Editorial PuntoCom
Por Virginia Vilchez
Setiembre 2008
 

El escritor, investigador y gestor cultural Nicolás Matayoshi, autor de Los tesoros de Catalina Huanca, nos cuenta sobre sus inicios en la actividad editorial junto a Manuel Baquerizo con quien –según dice- “la función editorial alcanzó un nivel profesional”. Señala que para ser editor, se requiere tener el pensamiento abierto para muchas cosas. Su aporte a la cultura lo hace a partir de su espacio geográfico de desarrollo natural, que es el valle del Mantaro. Reconoce, sin embargo, que uno de los sueños más locos y peligrosos es editar en provincias, teniendo en cuenta lo difícil que es.

-Cuéntenos como y cuándo se inició en las actividades editoriales
-Bueno, yo empecé a publicar, primero como colaborador en algunos periódicos de Huancayo y conocí a don Manuel Baquerizo, quien ha sido el alma de la cultura en nuestra región desde los años setenta aproximadamente. Antes de eso hubo algunos intentos muy erráticos de autores que trataban de ser protagonistas de las publicaciones, a diferencia de lo que ocurría con Manuel Baquerizo, con quien la función editorial alcanza un nivel mucho más profesional, porque él no era exactamente un creador literario o un investigador de historia, en el sentido estricto de la palabra, sino estaba interesado en promover el desarrollo cultural. En los años de los setenta, él publicó, a través de un diario local, un suplemento cultural que se llamaba Síntesis, que duró exactamente un año. En ese año, yo publiqué algunas veces y, acompañándole en el proceso editorial, me fui empapando de todo el problema editorial y de la pasión que tenía don Manuel, de tal modo que después intenté sacar un periódico campesino que se llamaba Quillakitimani en las alturas de Huancayo. Era un periódico que salía impreso en mimeógrafo y que respondía a un proyecto de desarrollo de Chongos Alto, la hacienda Laive, etc.

-De que año esta hablando?
-Alrededor del año 74. Allí comenzamos a trabajar este proyecto y después me integré a otro equipo de trabajo editorial sobre ciencia campesina. Sacábamos una revista que se llamaba Minka, de ciencia y tecnología campesina. Yo trabajé los doce primeros números de esta revista, contribuyendo a su diseño general. La revista, que duró hasta el número 70 aproximadamente, tuvo un gran éxito fuera del Perú. Nos editaban tres mil ejemplares y esos tres mil ejemplares estaban casi comprometidos. Se llegaba casi a ochenta países; lógicamente países de Europa, Asia, toda América y, en el Perú, algunos sitios como Cusco, Cajamarca, etc. Lo curioso de esta revista es que tenía una alta calidad gráfica y los artículos tenían un sentido porque se respetaba el conocimiento empírico campesino. Yo tuve algunas discrepancias porque haciendo propaganda de la cultura andina no se podía hacer ciencia. O sea, no se podía hacer un trabajo sistemático del conocimiento popular. Esto duró los años ochenta más o menos. Cuando me retiré, en el año 81, entré a diseñar mi texto de lectura, que se llama Los tesoros de Catalina Huanca, que recoge la oralidad del Valle del Mantaro a través de un trabajo sistemático con los alumnos del valle. Sacamos 3000 ejemplares de este libro, de los cuales no ha quedado ninguno. Editamos varios libros, uno de ellos sobre alimentación popular, otro sobre promoción de huertos campesinos, otro sobre medicina popular en el Valle del Canipaco y algunos métodos de control de plagas.

- ¿Cómo concilia su diversidad temática?
-Yo creo que es el afán editorial. Para ser editor se requiere, de una forma u otra, tener el pensamiento abierto para muchas cosas. Yo lo he intentado tenerlo. Profesionalmente, he estudiado en varias universidades pero, en el fondo, lo que yo quería hacer era desarrollo campesino. Me interesa mucho ver cómo contribuyo a mejorar las condiciones de vida y si para ello tengo que aprender matemáticas para enseñar al campesino, pues aprendo matemáticas. O sea, es el afán de ser un factor de cambio, por eso es que nos hemos metido en una serie de problemas que aparentemente no tienen que ver con la poesía o la literatura, porque hay un viejo refrán que dice que “los campesinos son hombres de siete oficios y catorce necesidades”. Creo que en ese nivel soy medio campesino. Podía haber intentado hacer una carrera, digamos en la poesía o en la literatura o en el periodismo, pero creo que hubiera estado medio incompleto en el trabajo, en el sentido de realización personal. Pienso que todas las cosas que uno hace debe modificar la vida y por eso, si es que hay que meterse a los problemas, en buena hora. Siguiendo con lo que le decía, todos estos años, nosotros hemos colaborado con diversas publicaciones en la tendencia general de crear espacios culturales. Si hubo alguna vez necesidad de ser crítico de cine, pues hicimos crítica de cine, pero siempre encuadrándonos en un espacio especifico que es el Valle del Mantaro. Yo no pretendo hacer una gran contribución a la cultura universal, sino es a partir de lo que es mi espacio geográfico de desarrollo natural: el Valle del Mantaro, y allí sí, creo que hemos hecho algunas contribuciones mas o menos interesantes.

- En su conquista del público local, cómo percibe la recepción del público local. ¿Ha encontrado a los habitantes del Valle del Mantaro interesados en el libro y en las manifestaciones culturales? De no ser así ¿qué hacer para motivarlos?
-Una fecha, en una comunidad del Valle del Mantaro bastante apartada de la ciudad, vi que un señor tenía sobre el mostrador de su pequeño negocio, una ruma de periódicos viejos. Como ciudadano que radicaba en la ciudad estaba buscando papel higiénico y como no había, le pregunté si me podía facilitar un poco del papel que tiene allí sobre el mostrador. Me contestó que no, eso no lo vendía, porque todavía le faltaba leerlo. Vi que esos periódicos se trataban de ediciones muy, muy pasadas del diario Expreso, habría unos cien o ciento cincuenta ejemplares. Este señor había leído varias veces esa misma ruma de periódicos, porque no había libros en su sitio y el decía que leía porque era una forma de entrenarse y no perder el hábito de lectura. Esto es una primera enseñanza. La segunda enseñanza, fue en otra comunidad muchísimo más alejada donde recibí un relato. Había una profesora que había llegado a esta escuelita y estaba enseñando ciencias naturales, estaba explicando sobre los mamíferos y las variables que existen entre los mamíferos, entonces estaba hablando del ganado ovino y hacia una descripción del ganado ovino. Un alumno que estaba escuchando atentamente levantó la mano y le dijo, señorita ¿qué cosa son los ovinos? La profesora se quedó turbada y dijo: pero si ustedes viven todos los días viendo a los ovinos. Qué cosa son, insistieron los chicos del salón. Entonces la profesora, al ver que delante de la puerta del salón de clases pasaban dos ovinos, le dijo: Eso son los ovinos. El chico miró lo que estaba pasando y dijo: “no señorita, esos son pachos”. Esto me llevó a pensar en algo que evidentemente parece sencillo, es decir, evidentemente si son pachos entonces hay que enseñarles que son pachos. Pero detrás de eso había este gran divorcio que existe entre los libros escritos para realidades muy ecuménicas como, por ejemplo, el público limeño o el público latinoamericano en abstracto, pero cuando se trata de enseñanza concreta estos problemas de léxico simplemente hacen que el proceso educativo no cumpla sus funciones; de modo que hay que pensar en ediciones que pudieran ser asimilados y aceptado y entendidos por los lectores. No es que a las personas no les guste leer, lo que pasa es que los libros no están al alcance de su léxico.

-Usted cree que ese sea el principal motivo por el que se lee tan poco?
-Ese es el primer punto, el segundo punto tiene que ver con los precios de los libros. Pero esa es una verdad de perogrullo, decir por ejemplo que si un libro cuesta cinco soles en el campo, pueden significar casi cinco almuerzos para un campesino, pero el problema no solo es que esté adecuado al público lector, sino también que los profesores y profesoras sepan cómo utilizar ese libro y allí si tenemos problemas, porque con las prácticas dogmáticas de la enseñanza de nuestros profesores, simplemente no se puede. Teniendo tanta riqueza de literatura oral en los pueblos, los profesores son incapaces de utilizar ese material educativo ¿por qué? Porque en la universidades se les enseña de que hay que seguir el método Vigotsky o el método Freinet o qué se yo y ¿cómo Vigotsky o Freinet, que vieron problemas de realidades tan lejanas pueden enseñar al alumno Huamán o al alumno Quispe, que están en mi comunidad? Entonces no logran establecer el nexo pedagógico. Se puede hacer miles de planes lectores, pero si es que no les enseñan los procesos de enseñanza, simplemente esos profesores no lo van aplicar.

-O sea, para poder incentivar la lectura habría que empezar a trabajar con los profesores?
-Trabajar con los tres niveles: los alumnos lectores, los profesores y posteriormente vincularlo a la producción de libros. Por eso es que nos hemos metido de cabeza a uno de los sueños más locos y peligrosos: hacer empresa editorial en provincia, viendo que es bastante difícil.

-En una reciente conferencia, usted hablaba de producir libros pequeños, que se venden bien, para financiar trabajos de mayor envergadura
-Claro, pero ese es un trabajo de búsqueda de más aliento… Se necesita generar una tendencia, un ambiente de gente que esté dispuesta a investigar, a producir, a arriesgarse a publicar, porque la editora de ninguna manera va ha tener fondos suficientes para cubrir todos estas exigencias y todas esas aventuras. O sea hay miles de problemas que resolver en el camino, pero creo que la base es esa ¿cómo ligar al lector con su autor? y su autor no es exactamente aquel que está fuera de sus fronteras, sino aquel que está conviviendo con él. Creo que es difícil trabajar eso. Fácil es decir “nosotros vamos a promover a los escritores de provincias, por ejemplo… escribir un libro de poesía, utilizando las formas clásicas de la versificación española. Hay una serie de problemas que hay que resolver en el camino y no basta la teoría, ni las propuestas muy estudiadas, muy pensadas en términos abstractos. Si no hay una experiencia concreta que lo valide, seguirá siendo simplemente una propuesta.

-Hace dos años se aprobó la directiva del Plan Lector ¿Ustedes también están trabajando en libros destinados al Plan Lector?
-Yo tengo una experiencia sobre eso. El año 81, a propósito del libro que saqué Los tesoros de Catalina Huanca, fui invitado a participar en el Proyecto Especial de Educación año 2000, propiciado por la UNESCO. En ese encuentro estuvieron algunos de los luminosos pensadores de América Latina, muy importantes y allí me enteré que ya en el gobierno del general Morales Bermúdez se planteaba como meta que el año 2000 se erradicaría totalmente el analfabetismo. Estamos hablando de antes de los ochenta, del 78, 79, es decir estamos hablando de hace casi treinta años. En ese entonces se decía que el grado de analfabetismo en el Perú era de alrededor de 8 o 9% y ahora, hemos escuchado informar triunfalmente que hemos reducido al 7 puntos y pico el analfabetismo ¿qué pasó en tanto tiempo? ¿Cuánto de dinero se invirtió en educación? y ¿por qué no funcionó? Porque sigue siendo el mismo problema. Existen grandes pensadores desde los ministerios, desde las universidades que proponen medidas para erradicar y el supuesto beneficiario siempre está ausente en el proceso. Ahora tenemos el Plan Lector. Se nos dice que con la Ley del Libro vamos a promover la lectura, pero mientras se propone eso, no se cumple con dar un trato preferencial en términos de impuestos a la industria, determinando que tengamos una industria un poco minusválida en términos de mercado grande, de mercado global o real.

-Qué se debería hacer según usted?
-Los editores deben pensar que el problema es entrar al mercado real, o sea, competir directamente en las condiciones reales porque sino, siempre los libros piratas van ha estar a la vanguardia.

-Se dice que, por lo general, se piratean los libros de venta masiva, literatura ligh, libros que vienen acompañados de toda una campaña publicitaria, que es lo que la gente compra y no necesariamente se lee.
-Yo quiero hacer una doble distinción allí. Uno es el pirata que piratea, por ejemplo, los libros de Paolo Coehlo o a Carlos Cuahtémoc Sánchez, etc. , lo que hace es que estos señores pierdan su posibilidad de ganancia. No quiero llegar a ese nivel, sino a nivel de la producción de libros. Los libros se producen bajo las condiciones de mercado, sin apoyo de la Ley del Libro, y tiene los precios que tienen y se venden con ganancia incluida. O sea, en ese nivel ellos piratean y no pagan derechos de autor, no pagan una serie de cosas. Eso es evidente pero, por otro lado, ellos ingresan al mercado de la venta de libros sin ninguna de las prerrogativas de estos incentivos editoriales. Respecto a los temas que escogen, es cierto que ellos van escoger aquellos temas, como por ejemplo Paolo Coehlo, pero lo hacen inducidos por los grandes periódicos que promueven esos libros. Si los comentaristas de los diarios dijeran, por ejemplo, que el libro de poesía de José Santos Chocano es excelente y que todo el mundo debiera leerlo, probablemente los piratas publicarían a José Santos Chocano.

-Publican lo que tiene demanda
-Claro, tiene demanda lo que promocionan los diarios.

-Pero son campañas publicitarias no de los diarios, sino de las editoriales. Dentro del costo del libro se tiene que incluir ese rubro.
-Por eso es que los piratas pueden ganar, pero si hablamos desde la otra perspectiva, cuando son los autores quienes escriben sus libros y los promueven su venta, los piratas no pueden ingresar en esa pelea, porque es el autor mismo que esta vendiendo sus libros, estudiante por estudiante, casa por casa o amigo por amigo. Por ejemplo, yo tengo un libro de poesía que me costó sacarlo 3.00 la unidad y si veo que lo están vendiendo en el mercado a dos soles, es decir me están pirateando, me puedo dar el lujo de venderlo a un sol cincuenta, porque es mi producción, porque no estoy interesado en ese momento en enriquecerme con ese poemario, sino en que se conozca.

- Alguna vez lo piratearon?
-Sí, en cierto modo. Nosotros sacamos un pequeño folleto que comenzamos a vender a un sol y el pirata dijo si se vende a un sol, yo también puedo sacar el folleto y venderlo a un sol, pero como no podía sacarlo con pasta a todo color, entonces decidieron sacarlo en blanco y negro. Nosotros nos enteramos y lo bajamos a ochenta céntimos, entonces el pirata ya no podía producirlo, o tenía que sacar más de mil ejemplares para justificar la carátula a todo color. De esa manera desalenté a este pirata a que me piratee, y ese folleto sigue saliendo. No es algo que se venda mil por día, pero siempre esta goteando, es decir todos los días compran uno o dos o tres.

-Usted hace tiempo que edita, pero desde cuándo lo hace con PuntoCom
-Hace siete u ocho meses.

-Como hace la comercialización, ¿hay librerías en Huancayo?
-No, directamente son los autores los que venden sus libros

-Ah, usted edita por pedido y entrega al autor el total de la edición.
-Si, y si el autor no tiene el suficiente dinero, nosotros le hacemos una suerte de fondo editorial. Digamos él tiene cien soles, y esos cien soles le permite comprar doscientos libros. Entonces nosotros publicamos los mil libros y sólo le entregamos aquello que va pagando. Como es su propia obra, le interesa vender más, porque el está vendiendo y ganando. Entonces es un camino también, trabajar directamente con los productores que no necesariamente son laureados escritores.

-Usted edita cualquier cosa que le llevan o hay un proceso de selección?
-No, porque yo me puedo estar equivocando y de hecho me he equivocado. Un señor me trajo un libro que a mi me parecía de muy mal gusto, publicamos su libro y es una edición agotada ¿Cómo hizo? No sé, probablemente por sus relaciones personales.

-Lo que se vende no necesariamente significa que sea una obra buena.
-Le cuento una anécdota. Un señor viene de Estados Unidos con su dinero, publica un libro para hacer conocida a su familia y dejar en la historia de su pueblo a su familia y edita mil libros en papel couche. Uno que está dedicado a la impresión sabe a que un libro de alrededor de cien páginas a todo color y en papel couche, no cuesta cinco soles y sin embargo, lo vende en cinco soles, en la librería, o sea esta vendiendo casi a dos cincuenta al librero. Existen estos caminos también. Pero, por supuesto, no son muchos, pero ¿como generar un público lector? ¿a partir de qué? A partir de obligarles a leer por decir así, muy provocadoramente a partir de que lean El zorro de arriba, el zorro de abajo, cuando de repente este pequeño lector, o este lector incipiente, piensa de que no refleja su realidad ni nada por el estilo.

-Cuando uno empieza a leer debería empezar por lo que le es más próximo, más conocido.
-Claro, e ir generando un público lector, o sea, cuando lleguemos a un público lector le haremos leer a Joyce, antes no.

-Muchos docentes y muchos padres pretenden imponer lo que el niño debería leer
- Yo tuve un par de experiencias de enseñanza de lectura. A un muchacho que era un palomilla, que estaba en el límite de la delincuencia por decirlo de alguna forma, siendo yo adolescente, arrancaba de la revista Selecciones ciertas lecturas para darle a un muchacho que era un palomilla y estaba en el límite de la delincuencia por decirlo de alguna manera. Armaba libritos de acuerdo a lo que creía que podía interesarle. Le armé serie temáticas y así poco a poco hasta terminar estos resúmenes de libros que publica siempre selecciones. La última vez que nos vimos, estaba leyendo las obras completas de Sigmund Freud. No se trata entonces de qué libro pueda leer, si es educativo o no, sino cómo generarles el proceso de lectura y en eso creo que hay muchísimo que hacer, o sea, no todos van ha leer poesía y sería un absurdo intentarlo, pero de que les interese aprender sí. Recuerdo que una de las lecturas que me apasionó era leer las biografías de los autores, de los grandes pensadores que existían en el Baldor, de matemáticas, algebra, etc. Me interesaba leer las pequeñas biografías y sus contribuciones a la ciencia. Recuerdo esas lecturas y no recuerdo digamos el álgido camino de los teoremas. Se trata de ir generando un público lector y eso no se logra con una ley. Creo que eso es, de hecho, sumergirnos en una aventura desde abajo hacia arriba. No sé si me alcanzara tiempo, pero en ese intento estamos. No sé cuantos años durará, veinte, treinta, cuarenta años, no importa. Creo que hay que sembrar el camino.

-Me parece que ahora hay una toma de consciencia y cada vez la gente piensa en que hacer
-Bueno, yo soy obligadamente optimista. Ahora hay más librovejeros en Huancayo, y eso significa que hay más lectura, o sea se venden y se compran más libros porque sino no se justificaría el negocio de los librovejeros y cada día aumenta.

-Cuantas librería hay? Están Ibero y La Familia, no?
-Si, pero para mi no es relevante en términos de la lectura real y más bien yo prefiero a los librovejeros por los precios. Los precios de las librerías son demasiado altos.

-Pero, usted que visita esas librerías ¿que le parece la oferta de libros? ¿Que tipo de libros son los que ofertan más?
-En general, como el pueblo es chico, uno conoce a los libreros. Cuando yo necesito un libro les pido y hacen el esfuerzo de conseguírmelos, pero en general, hay una venta de libros para el sector de clase media pero no solamente son ellos, sino hay distribuidoras de libros por colecciones o traen libros de cien, doscientos soles que los venden en partes, etc. Son agentes vendedores directos, pero generalmente sus clientes son gente que digamos son bibliotecas vírgenes, que se compran libros para lucirlo, no para leerlo. De eso también hay, es decir, no todo es una panacea, pero en los libros viejos, también hay muchísimos libros piratas. Me interesa porque me dan las tendencias de lectura, qué es lo que están leyendo y por qué leen esos libros. Muchos de esos libros se leen porque los profesores son los que inducen a la lectura de esos libros. Este afán de la lectura educativa hasta qué punto genera un público lector más estable. Allí sí tenemos problemas. Leen por que les pide el profesor, salen del colegio y ya no vuelven a leer. Nosotros hemos tenido una chica que leía mucho y le gustaba la lectura y ella escogió como texto de lectura el Harry Potter; se leyó toda la saga por su propia motivación y no pudimos inducirla que cambie de lectura, por ejemplo que lea El señor de los anillos, que a mi me hubiera encantado que se apasione por esa lectura, pero no. Creo que todavía necesitamos investigar mucho más sobre eso.

-Hay bibliotecas en Huancayo, en los distritos?
-Yo he sido regidor de cultura en los años 80, en los años de la violencia, y creé un fondo de adquisiciones en la biblioteca para comprar libros, aprovechando una ley de los tragamonedas, según la cual parte de lo recaudado tenía que ser destinado a cultura. En los tres años que estuve, promovimos la creación de bibliotecas. En ese momento creamos aproximadamente 18 bibliotecas rurales. Cuando salí, lamentablemente Sendero y el Gobierno empezaron a combatir con más fuerza en las comunidades campesinas, de tal modo que, por ejemplo, Sendero desarticuló muchas de las bibliotecas rurales. Lo mismo hicieron los del Ejercito, el uno porque entre los libros que había comprado estaban por ejemplo las Obras selectas de Lenin y también las Obras escogidas de Víctor Raúl Haya de la Torre y algunas obras de Fernando Belaunde Ferry, que quisimos que estuvieran en las bibliotecas rurales. Nadie me preguntó por que los libros estos en una biblioteca rural perdida en las comunidades campesinas, si nadie lo iba a leer. Les dije una cosa muy simple: estos libros de repente pueden permanecer cien o doscientos años en una biblioteca rural y alguna vez si entra algún fanático quemador de libros puede desaparecer los libros de las bibliotecas urbanas, y en alguna parte del Perú existirán las obras o de Marx o de Haya de la Torre, o de Mariategui, etc. Lo que yo no había contado es que los dos contendientes tenían una visión muy furiosa acerca de ese tema de las bibliotecas, entonces desaparecieron la mayoría. Sin embargo, existen bibliotecas rurales en algunas comunidades y por lo menos hay cinco bibliotecas en la región que son importantes, empezando por la biblioteca más importante de Sudamérica que es la del Convento de Ocopa, por la calidad de los textos que hay allí; la Biblioteca de Huancayo que tiene muy buena cantidad de títulos ya deben de estar sobrepasando los cincuenta mil ejemplares; la biblioteca de Chupaca, la de Jauja y otras bibliotecas menores que todavía subsisten, además de las bibliotecas particulares.

-Cuentan con bibliotecarios profesionales?
-Si, esa es una de las cosas que nosotros insistimos mucho. Por lo menos existe un manejo bibliotecario profesional, con todas las limitaciones que significa en catalogación, etc. Generamos una organización municipal donde se paga a los catalogadores y existe, por lo menos en la biblioteca de Huancayo, unas cinco personas dedicadas a la biblioteca.

-Y hay asistencia masiva del público?
-Si, también de las universidades. Ellos tienen su propia necesidad. Lo triste en cierto modo de la biblioteca de Huancayo -por lo que de rato en rato ejerzo mi derecho al pataleo- es que está ligado todavía al local municipal. Entonces las autoridades municipales o cualquier funcionario tienen la libertad de ingresar a la sala de libros y suelen perderse los libros y hay un criterio… de hacer, de cuando en cuando, de sensores de los libros. El tiempo que yo estuve, nosotros rescatamos unos ciento cincuenta libros importantes porque no existían libros en ese momento. Uno de ellos era Peruanidad de Víctor Andrés Belaunde, antes de que salgan las últimas segundas ediciones y era un libro importante y no había ejemplares en la región. Entonces lo puse como uno de los libros que había que cuidar y es el primer libro que encontré vendiéndose en los librovejeros. Algún señor había sacado este libro y lo había vendido a los librovejeros, sabiendo que era un libro importante, y así, de cuando en cuando viene un regidor y se cree con todo derecho de que es su patrimonio, pide prestado el libro y aplica ese refrán que dice: “el que devuelve un libro es un tonto” privando a la cultura regional o local. Yo tengo una experiencia. Los tesoros de Catalina Huanca que publiqué, entregué 10 ejemplares a la municipalidad y cuando estuve de regidor encontré que no había ninguno, entonces regalé otros diez. Ahora que voy a la municipalidad sé que solo hay un ejemplar, los otros nueve han desaparecido. Pero hay que seguir en la brega, por lo menos hay la esperanza de que esos 19 libros estén en la biblioteca de alguien y que alguna vez lo rescaten.

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