Alberto Loza Nehmad
Alberto Loza Nehmad

Desde la otra esquina:
Traducciones de artículos, entrevistas, etc.

Daniel Kahneman, el psicólogo que ganó un Nobel de economía

Por Freeman Dyson
Originalmente publicado como “How to Dispel Your Illusions”, New York Review of Books, 22 de diciembre, 2011 (http://www.nybooks.com/articles/archives/2011/dec/22/how-dispel-your-illusions). Traducido por Alberto Loza Nehmad.
Reseña del libro:

Thinking, Fast and Slow [ Pensar, rápido y lento]
por Daniel Kahneman (Farrar, Straus and Giroux, 499 pp.).
               
 

En 1955, cuando Daniel Kahneman tenía veintiún años de edad, era teniente en las Fuerzas de Defensa Israelíes. Se le dio el trabajo de establecer un nuevo sistema de entrevistas para todas las fuerzas armadas. El propósito era evaluar a cada individuo recién reclutado y hacerlo (o hacerla) entrar  por la ranura apropiada en la máquina de guerra. Se suponía que los entrevistadores podían predecir quién podría hacerlo bien en la infantería, la artillería, el cuerpo de tanques o las otras ramas de las fuerzas armadas. El viejo sistema de entrevistas, antes que llegara Kahneman, era informal. Los entrevistadores charlaban con el recluta por quince minutos y entonces venía una decisión basada en la conversación. El sistema había fracasado miserablemente. Cuando unos meses después el desempeño real del recluta era comparado con el desempeño predicho por el entrevistador, la correlación entre el desempeño real y el predicho, era cero.

Kahneman tenía el grado de Bachiller en psicología y había leído un libro, Predicción clínica versus predicción estadística: un análisis teórico y una revisión de la evidencia, de Paul Meehl, publicado solo un año antes. Meehl fue un psicólogo estadounidense que estudió los éxitos y fracasos de las predicciones en muchas circunstancias diferentes. Encontró evidencia abrumadora para una conclusión perturbadora: las predicciones basadas en simples puntajes estadísticos eran generalmente más exactas que las predicciones basadas en juicios expertos.

Un famoso ejemplo que confirmaba la conclusión de Meehl es el “puntaje de Apgar”, inventado por la anestesióloga Virginia Apgar en 1953 para guiar el tratamiento de los bebés recién nacidos. El puntaje de Apgar es simplemente una fórmula basada en cinco signos vitales que pueden ser medidos rápidamente: ritmo cardíaco, respiración, reflejos, tono muscular y color. Lo hace mejor que el médico promedio al decidir si el bebé necesita ayuda inmediata. Ahora es usado en todo sitio y salva las vidas de miles de bebes. Otro ejemplo famoso de la predicción estadística es la fórmula Dawes para la durabilidad del matrimonio. La fórmula es “frecuencia de relaciones sexuales menos frecuencia de peleas”. Robyn Dawes fue un psicólogo que trabajó después con Kahneman. Su fórmula lo hace mejor que el consejero matrimonial promedio al predecir si un matrimonio durará.

Habiendo leído el libro de Meehl, Kahneman sabía cómo mejorar el sistema de entrevistas del ejército israelí. Su nuevo sistema no permitía a los entrevistadores el lujo de tener conversaciones libres con los reclutas. Más bien, se les requería preguntar una lista estándar de preguntas fácticas acerca de la vida y trabajo de cada recluta. Las respuestas eran entonces convertidas en puntajes numéricos y los puntajes eran insertados en fórmulas que medían la aptitud del recluta para varios trabajos en el ejército. Cuando las predicciones del nuevo sistema fueron comparadas con los desempeños varios meses después, los resultados mostraron que el nuevo sistema era mucho mejor que el viejo. La estadística y la aritmética simple nos dicen más acerca de nosotros que la intuición experta.

Al reflexionar cincuenta años después sobre su experiencia en las fuerzas armadas israelíes, Kahneman afirma en Thinking, Fast and Slow, que en esos días no era inusual que a la gente joven se le diera grandes responsabilidades. El país mismo tenía siete años de edad. “Todas sus instituciones estaban en construcción”, dice, “y alguien tenía que construirlas”. Tuvo suerte de que se le diera la oportunidad de compartir en la construcción de un país y al mismo tiempo de alcanzar un entendimiento de la naturaleza humana. Comprendió que el fracaso del viejo sistema de entrevistas era un caso especial de un fenómeno general que él denominó “la ilusión de la validez”. En este momento, dijo, “yo había descubierto mi primera ilusión cognitiva”.

Las ilusiones cognitivas son el tema principal de este libro. Una ilusión cognitiva es una falsa creencia que intuitivamente aceptamos como verdadera. La ilusión de la validez es una falsa creencia en la confiabilidad de nuestro propio juicio. Los entrevistadores, sinceramente creían que podían predecir el desempeño de los reclutas después de hablar con ellos por quince minutos. Aún después de que los entrevistadores hubieran visto la evidencia estadística de que su creencia era una ilusión, aún así no podían evitar creer en ella. Kahneman confiesa que él mismo aún experimenta la ilusión de la validez después de cincuenta años de estar advirtiéndole a otra gente contra ella. No puede escapar a la ilusión de que sus propios juicios intuitivos son dignos de confiar.

Un episodio de mi propio pasado es curiosamente similar a la experiencia de Kahneman en el ejército israelí. Yo fui un estadístico antes de convertirme en científico. A la edad de veinte años estaba haciendo el análisis estadístico de las operaciones de Comando de Bombarderos Aliados en la Segunda Guerra Mundial. El comando entonces tenía siete años de edad, como el Estado de Israel en 1955. Todas sus instituciones estaban en construcción. Consistía de siete grupos de bombarderos que estaban evolucionando hacia la autonomía operacional. El Vicealmirante del Aire Sir Ralph Cochrane era el comandante del Grupo 5, el más independiente y más efectivo de los grupos. Nuestros bombarderos estaban sufriendo grandes pérdidas, siendo la principal causa de las pérdidas los combatientes nocturnos alemanes.

Cochrane decía que los bombarderos eran demasiado lentos, y la razón de que fueran demasiado lentos era que llevaban grandes torretas artilladas que incrementaban su resistencia aerodinámica. Debido a que los bombarderos viajaban de noche, normalmente eran pintados negros. Siendo un personaje extravagante, Cochrane anunció que le gustaría tomar un bombardero Lancaster, arrancarle las torretas y todo el peso muerto asociado, dejar en tierra a los dos artilleros y pintar toda la cosa de color blanco. Entonces volaría sobre Alemania y volaría tan alto y tan rápido que nadie podría derribarlo. Nuestro comandante en jefe no aprobó su sugerencia y el Lancaster blanco nunca voló.

La razón de por qué nuestro comandante en jefe no estaba dispuesto a arrancar las torretas artilladas, aún solo experimentalmente, era que estaba cegado por la ilusión de la validez. Esto fue diez años antes de que Kahneman la descubriera y le diera su nombre, pero la ilusión de la validez ya estaba cumpliendo un trabajo mortal. Todos nosotros en el Comando de Bombarderos compartíamos la ilusión. Veíamos a cada tripulación de cada bombardero como una unidad de siete fuertemente unida, con los artilleros jugando un rol esencial defendiendo a sus camaradas contra el ataque enemigo, mientras el piloto volaba en un tirabuzón irregular para defenderlos de la metralla. Una parte esencial de la ilusión era la creencia de que el equipo aprendía por experiencia. A medida que se hacían más hábiles y desarrollaban lazos más estrechos, sus oportunidades de supervivencia mejorarían.

Cuando estaba recolectando datos en la primavera de 1944, la oportunidad de que una tripulación alcanzara el final de un período de servicio de treinta operaciones era de cerca de 25 por ciento. La ilusión de que la experiencia los ayudaría a supervivir era esencial para su moral. Después de todo, verían en cada escuadrón unas pocas tripulaciones reverenciadas y experimentadas que habían completado todo un servicio y que se habían presentado de voluntarias para volver a un nuevo servicio. Era obvio para todos que los viejos supervivían porque eran más hábiles. Nadie quería creer que los viejos supervivían solo porque eran afortunados.

Para cuando Cochrane hizo su sugerencia de volar en el Lancaster blanco, yo tenía el trabajo de examinar las estadísticas de pérdidas de bombarderos. Hice un cuidadoso análisis de la correlación entre la experiencia de las tripulaciones y  sus tasas de pérdida, subdividiendo los datos en muchos pequeños paquetes, para eliminar efectos como el clima y la geografía. Mis resultados fueron tan concluyentes como los de Kahneman.  No había ningún efecto de la experiencia sobre la tasa de pérdida. Hasta donde yo podía decir, que una tripulación viviera o muriera era puramente un asunto de suerte. Su creencia en el efecto salvador de la experiencia era una ilusión.

La demostración de que la experiencia no tenía ningún efecto en las pérdidas debería haberle dado una poderosa ayuda a la idea de Cochrane de arrancar las torretas artilladas. Pero nada de eso sucedió. Como Kahneman encontró después, la ilusión de la validez no desaparece solo porque los hechos la demuestren falsa. Todos en el Comando de Bombarderos, desde el comandante en jefe hasta las tripulaciones, continuaban creyendo en la ilusión. Las tripulaciones continuaban muriendo, experimentadas o inexperimentadas por igual, hasta que Alemania fue derrotada y la guerra finalmente terminó.

Otro tema del libro de Kahneman, proclamado en el título, es la existencia en nuestro cerebro de dos sistemas independientes para organizar el conocimiento. Kahneman los denomina Sistema Uno y Sistema Dos. El Sistema Uno es sorprendentemente rápido y nos permite reconocer rostros y entender el habla en una fracción de segundo. Debe haber evolucionado a partir de los antiguos pequeños cerebros que les permitieron a nuestros ágiles ancestros mamíferos supervivir en un mundo de grandes reptiles depredadores. La supervivencia en la jungla requiere de un cerebro que tome decisiones rápidas basadas en información limitada. Intuición es el nombre que le damos a los juicios basados en la acción rápida del Sistema Uno. Éste hace juicios rápidos y toma acciones sin esperar a que nuestra consciencia se ponga al tanto. El hecho más destacable acerca del Sistema Uno es que tiene acceso inmediato a un vasto almacenamiento de recuerdos que usa como base para un juicio. Los recuerdos que son más accesibles son aquellos asociados con las emociones fuertes, con el temor, dolor y el odio. Los juicios resultantes a menudo son equivocados, pero en el mundo de la jungla es más seguro estar equivocado y ser rápido que estar acertado y ser lento.

El Sistema Dos es el proceso lento de formar juicios basado en el pensamiento consciente y en el examen crítico de la evidencia. El Sistema Dos evalúa las acciones del Sistema Uno. Nos da una oportunidad de corregir errores y revisar opiniones. Probablemente evolucionó más recientemente que el Sistema Uno, después de que nuestros ancestros primates se hicieran arbóreos y tuvieran el tiempo libre para pensar las cosas. Un simio en un árbol no está tan preocupado por los depredadores como por la adquisición y defensa del territorio. El Sistema Dos le permite a un grupo familiar hacer planes y coordinar actividades. Después de que nos hiciéramos humanos, el Sistema Dos nos permitió crear el arte y la cultura.

Entonces surge la pregunta: ¿Por qué no abandonamos el Sistema Uno tendiente al error y dejamos que el más confiable Sistema Dos gobierne nuestras vidas? Kahneman da una respuesta sencilla a esta pregunta: el Sistema Dos es perezoso. Para activar el Sistema Dos se requiere de esfuerzo mental. El esfuerzo mental es costoso en tiempo y también en calorías. Medidas precisas de la química de la sangre muestran que el consumo de glucosa se incrementa cuando el Sistema Dos está activo. Pensar es trabajo duro, y nuestras vidas diarias están organizadas como para economizar el pensamiento. Muchas de nuestras herramientas intelectuales, tales como la matemática, retórica y lógica, son sustitutos convenientes para el pensamiento. Mientras estemos comprometidos con las habilidades rutinarias de calcular, hablar y escribir, no estamos pensando, y el Sistema Uno está a cargo. Solo hacemos el esfuerzo mental de activar el Sistema Dos después de que hemos activado las alternativas posibles.

El Sistema Uno es más vulnerable a las ilusiones, pero el Sistema Dos no es inmune a ellas. Kahneman usa la frase “sesgo de la disponibilidad” para referirse al juicio basado en un recuerdo que por casualidad está rápidamente disponible. No espera a examinar una muestra más grande de recuerdos menos coherentes. Un ejemplo llamativo del sesgo de la disponibilidad es el hecho de que los tiburones salvan la vida de los nadadores. El cuidadoso análisis de las muertes en el océano cerca a San Diego muestra que, en promedio, la muerte de cada nadador muerto por un tiburón salva la vida de otros diez. Cada vez que un nadador es muerto por el ataque de un tiburón, el número de muertes por ahogamiento baja por unos pocos años y luego retorna al nivel normal. El efecto ocurre porque los informes de muerte por ataque de tiburón son recordados más vívidamente que los informes sobre ahogamientos. El Sistema Uno está fuertemente sesgado, y presta una más pronta atención a los tiburones que a las aguas revueltas que se dan más frecuentemente y que pueden ser igualmente letales. En este caso, el Sistema Dos probablemente comparte el mismo sesgo. Los recuerdos de los ataques de tiburones están atados a emociones fuertes, y por tanto están más disponibles en ambos sistemas.

Kahneman es un psicólogo que ganó el Premio Nobel en economía. Su gran logro fue convertir la psicología en una ciencia cuantitativa. Hizo de nuestros procesos mentales el sujeto de medidas precisas y cálculos exactos, mediante el estudio en detalle de cómo tratamos con los dólares y los centavos. Al hacer cuantitativa la psicología, incidentalmente alcanzó una poderosa y nueva comprensión de la economía. Una gran parte de su libro está dedicada a historias que iluminan las varias ilusiones ante las que sucumbe gente supuestamente racional. Cada historia describe un experimento que examina el comportamiento de estudiantes o ciudadanos que son confrontados con opciones bajo condiciones controladas. Los sujetos hacen decisiones que pueden ser medidas y registradas con precisión. La mayoría de las decisiones son numéricas, relacionadas con pagos de dinero o cálculos de probabilidades. Las historias demuestran cuánto difiere nuestro comportamiento del comportamiento del mítico “actor racional” que obedece las reglas de la economía clásica.

Un ejemplo típico de un experimento de Kahneman es el experimento del jarro cerámico de café, experimento diseñado para medir una forma de sesgo que él denomina el “efecto de la posesión” [endowment]. El efecto de la posesión es nuestra tendencia a valorar más un objeto cuando lo poseemos que cuando otro lo posee. Los jarros de café de cerámica están dirigidos a ser útiles tanto como elegantes, de modo que la gente que los posee se apega personalmente a ellos. Una versión simple del experimento tiene dos grupos de gente, vendedores y compradores, elegidos al azar de una población de estudiantes. A cada vendedor se le da un jarro y se le invita a venderlo a un comprador. A los compradores no se les da nada y se les invita a usar su propio dinero para comprar el jarro de un vendedor. Los precios promedios ofrecidos en un experimento típico fueron: vendedores $7.12, compradores $2.87. Debido a que la diferencia de precio era tan grande, pocos jarros fueron realmente vendidos.

El experimento convincentemente demolió el dogma central de la economía clásica. El dogma central dice que en un mercado libre, los compradores y vendedores acordarán un precio que ambos consideren justo. El dogma es verdadero para los agentes de bolsa profesionales que intercambian acciones en un mercado de valores. No es verdadero para compradores y vendedores no profesionales debido al efecto posesión. No se da un intercambio que debería ser ganancioso para ambos lados, porque la mayoría de la gente no piensa como agentes de bolsa profesionales.

Nuestro fracaso en pensar como agentes d bolsa tiene importantes consecuencias prácticas, para bien y para mal. La principal consecuencia del efecto posesión es darle estabilidad a nuestras vidas e instituciones. La estabilidad es buena cuando una sociedad es pacífica y próspera. La estabilidad es maligna cuando una sociedad es pobre y oprimida. El efecto posesión trabaja para bien en la ciudad alemana de Munich. Una vez alquilé ahí una casa por un año,  a unas pocas millas del centro de la ciudad. Frente a nuestra casa había una granja de verdad con campos de papas y chanchos y ovejas. Los niños de la localidad, incluidos los nuestros, salían a los campos después del oscurecer, hacían pequeñas fogatas sobre el suelo y asaban papas. En una economía de libre mercado, la granja habría sido vendida a un constructor y convertida en un conjunto residencial. El granjero y el constructor habrían hecho ambos una buena ganancia. Pero en Munich la gente no estaba pensando como agentes de bolsa. No había un mercado libre de la tierra. La ciudad valoraba la granja como un espacio público abierto, que permitía a los habitantes de la ciudad caminar sobre el pasto todo el camino hasta el centro de la ciudad, y que permitía a nuestros niños asar papas por la noche. El efecto posesión permitía que superviviera la granja.

En sociedades agrarias pobres tales como la de Irlanda en el siglo diecinueve y gran parte de África hoy, el efecto posesión funciona para el mal porque perpetúa la pobreza. Para el terrateniente irlandés y el jefe de aldea africano, las posesiones traen estatus y poder político. No piensan como agentes de bolsa, porque el estatus y el poder político son más valiosos que el dinero. Ellos no cambiarán su estatus superior por dinero, aún cuando estén muy endeudados. El efecto posesión mantiene pobres a los campesinos, y empuja a aquellos que piensan como agentes de bolsa, a emigrar.

Al final de su libro, Kahneman hace la pregunta: ¿qué beneficio práctico podemos derivar de una comprensión de nuestros procesos mentales irracionales? Sabemos que nuestros juicios están fuertemente sesgados por ilusiones heredadas, que nos ayudaron a supervivir en una jungla infestada de serpientes, pero no tienen nada que ver con la lógica. También sabemos que, aún cuando nos hacemos conscientes del sesgo y de las ilusiones, las ilusiones no desaparecen. ¿De qué nos sirve saber que estamos engañados si el conocimiento no disipa las delusiones?

Kahneman responde esta pregunta diciendo que él espera cambiar nuestro comportamiento cambiando nuestro vocabulario. Si los nombres que inventó para varios sesgos e ilusiones comunes, “ilusión de la validez”, “sesgo de la disponibilidad”, “efecto posesión”, y otros que no puedo describir por falta de espacio en esta reseña, se vuelven parte de nuestro vocabulario cotidiano, entonces él espera ver que esas ilusiones perderán su poder para engañarnos. Si usamos estos nombres cada día para criticar los juicios equivocados de nuestros amigos y para confesar los nuestros, entonces quizá aprendamos a superar nuestras ilusiones. Quizá nuestros hijos y nuestros nietos crecerán utilizando este nuevo vocabulario y automáticamente corregirán sus sesgos congénitos al momento de hacer juicios. Si este milagro sucede, entonces generaciones futuras le tendrán una gran deuda a Kahneman por darles una visión más clara.

Una cosa que está notablemente ausente del libro de Kahneman es el nombre de Sigmund Freud. En treinta y dos páginas de notas finales no hay ni una sola referencia a sus escritos. Esta omisión ciertamente no es ningún accidente. Freud fue una figura dominante en el campo de la psicología durante la primera mitad del siglo veinte, y un tirano caído durante la segunda mitad. En el artículo sobre Freud en Wikipedia, encontramos citas del laureado con el Premio Nobel, el inmunólogo Peter Medawar: el psicoanálisis es el “más estupendo engaño a la confianza intelectual del siglo veinte”, y de Frederick Crews:
 

Paso a paso, aprendemos que Freud ha sido la figura más sobreestimada de toda la historia de la ciencia y la medicina, alguien que trajo inmenso daño mediante la propagación de falsas etiologías, diagnósticos equivocados e inútiles líneas de búsqueda.
 

En estas citas, las emociones corren altas. Freud es ahora odiado tan apasionadamente como alguna vez fue amado. Kahneman evidentemente comparte el prevaleciente repudio a Freud y al legado de sus escritos.

Freud escribió dos libros, La psicopatología de la vida cotidiana en 1901 y El Ego y el Id en 1923, que están cerca de adelantarse a dos de los principales temas del libro de Kahneman. El libro de psicopatología describe los muchos errores de juicio y acción que surgen del sesgo emocional que opera bajo el nivel de la conciencia. Estos “deslices freudianos” son ejemplos del sesgo de la disponibilidad, causado por recuerdos asociados con emociones fuertes. El Ego y el Id describe dos niveles de la mente que son similares al Sistema Dos y al Sistema Uno de Kahneman, siendo el Ego usualmente consciente y racional, y el Id siendo usualmente inconsciente e irracional.

Hay enormes diferencias entre Freud y Kahneman, como uno  podría esperar de dos pensadores separados por un siglo. La diferencia más profunda es que Freud es literario mientras Kahneman es científico. La gran contribución de Kahneman fue hacer de la psicología una ciencia experimental, con resultados experimentales que podían ser repetidos y verificados. Freud, en mi opinión, hizo de la psicología una rama de la literatura, con historias y mitos que apelan al corazón más que a la mente. El dogma central de la psicología freudiana era el complejo de Edipo, una historia prestada de la mitología griega y presentada en las tragedias de Sófocles. Freud afirmaba que él había identificado a partir de su práctica clínica las emociones que los niños sienten hacia sus padres, que él denominó complejo de Edipo. Sus críticos han rechazado esa afirmación. Así que Freud se convirtió para sus admiradores en un profeta de sabiduría espiritual y psicológica, y para sus detractores en un médico charlatán que hacía de cuenta que curaba enfermedades imaginarias. Kahneman llevó a la psicología en una dirección diametralmente opuesta, no pretendiendo curar males sino solo intentando disipar ilusiones.

Es entendible que Kahneman no le vea utilidad a Freud, pero eso es aún lamentable. Las ideas de Kahneman y Freud son complementarias más que contradictorias. Todo el que luche para conseguir un completo entendimiento de la naturaleza humana, tiene mucho que aprender de ambos. El alcance de la psicología de Kahneman es necesariamente limitado por su método. Su método es estudiar los procesos mentales que pueden ser observados y medidos bajo condiciones experimentales rigurosamente controladas. Siguiendo este método, él revolucionó la psicología. Descubrió procesos mentales que pueden ser precisamente descritos y confiablemente demostrados. Él descartó las fantasías poéticas de Freud.

Pero junto con las fantasías poéticas, descartó muchas cosas valiosas más. Dado que las emociones y obsesiones fuertes no pueden ser experimentalmente controladas, el método de Kahneman no le permitió estudiarlas. La parte de la personalidad humana que el método de Kahneman puede manejar mejor es la parte no violenta, relacionada con las decisiones diarias, los juegos de salón artificiales y las pequeñas apuestas. Las manifestaciones violentas y apasionadas de la naturaleza humana, relacionada con asuntos de vida y muerte, amor y odio, dolor y sexo, no pueden ser experimentalmente controladas y están más allá del alcance de Kahneman. La violencia y la pasión son el territorio de Freud. Freud puede penetrar más profundamente que Kahneman, porque la literatura excava más profundamente que la ciencia en la naturaleza humana y el destino humano.

William James es otro gran psicólogo cuyo nombre no es mencionado en el libro de Kahneman. James fue un contemporáneo de Freud y publicó su obra clásica The Varieties of Religious Experience: A Study in Human Nature, en 1902. La religión es otra gran área de comportamiento humano que Kahneman elige ignorar. Como el complejo de Edipo, la religión no se presta al estudio experimental. En vez de hacer experimentos, James escucha a la gente describir sus experiencias. Él estudia las mentes de sus testigos desde el interior más que desde el exterior. Encuentra el temperamento religioso dividido en dos tipos que llama nacido una vez y nacido por segunda vez, anticipando la división de Kahneman de nuestras mentes en Sistema Uno y Sistema Dos. Dado que James se vuelve a la literatura en vez de a la ciencia para ver sus evidencias, los dos principales testigos que examina son Walt Whitman para los nacidos una vez, y León Tolstoi para los nacidos por segunda vez.

Freud y James eran artistas y no científicos. Es normal que los artistas logren una gran aclamación durante el curso de su vida, para ir al eclipse y ponerse pasados de moda después de su muerte. Cincuenta o cien años después, pueden disfrutar de un reavivamiento de sus reputaciones, y pueden entonces ser admitidos en los rangos de la grandeza permanente. Los admiradores de Freud y de James pueden esperar que vendrá el tiempo cuando estos se yergan junto con Kahneman como los tres más grandes exploradores de la psique humana, Freud y James como exploradores de nuestras emociones más profundas, Kahneman como el explorador de nuestros procesos cognitivos más rutinarios. Pero ese tiempo aún no ha llegado. Mientras, debemos estar agradecidos a Kahneman por darnos en este libro un gozoso entendimiento del lado práctico de nuestras personalidades.

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