Alberto Loza Nehmad
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La biblioteca Anna Amalia: devastación, luego rescate, página por página

Por Andreas Tzortzis
Publicado originalmente en The New York Times, 20 de Noviembre de 2004 (http://www.nytimes.com/2004/11/20/books/20pres.html?8hpib). Traducido por Alberto Loza Nehmad.

 
Leipzig, Alemania— Doblados sobre libros que alguna vez pertenecieron a Goethe y Schiller, trabajadores cubiertos de delantales blancos, cepillan cenizas y moho, haciendo lo más que pueden para salvar a las centenarias víctimas de un reciente incendio que devastó uno de los tesoros culturales de Alemania.

Cerca de 2,000 de ellas se encuentran apiladas en mesas situadas detrás de estos trabajadores en una larga sala del Centro para la Conservación del Libro de esta ciudad.

Los libros son una pequeña porción de los 62,000 severamente dañados en el incendio de la Biblioteca Anna Amalia, en Weimar, el pasado septiembre.

“Me sentí aplastado, pues conozco esta biblioteca”, dijo Manfred Anders, el director del centro y su jefe ejecutivo, a medida que mostraba páginas quebradizas. “Sé qué clase de libros hay aquí. El valor de la colección está ante mis ojos”. En las semanas pasadas desde el incendio del 2 de septiembre, Manfred Andreas se ha desempeñado como una suerte de enfermero de los libros rescatados de las llamas y el agua.
Cerca del 10 por ciento de la colección de esta biblioteca con un millón de libros, ha sido irreparablemente dañado, manifiestan los funcionarios de la biblioteca. Sin embargo, la colección de 600 biblias, que incluye la copia de Martín Lutero de 1534 y las enormes colecciones del Fausto y de Shakespeare, han sido salvadas o solo ligeramente dañadas.

Además, cerca de 25,000 y 30,000 otros libros raros se presumen perdidos, y están listados, como las personas desaparecidas, en un banco de datos del sitio web de la biblioteca.

“Los textos de la Biblioteca de Weimar eran de una naturaleza especial y tenían  su propia historia”, expresó Michael Knoche, el director de la biblioteca desde 1991, mientras enfatizaba los lazos entre esos textos y la literatura alemana. “Esos libros fueron utilizados por Goethe, Schiller y Wieland. Ellos escribieron sobre las cubiertas de los libros, en sus márgenes”. El mismo Goethe fue supervisor administrativo de la biblioteca (entre 1797-1832; “le dio reglas modernas, expandió sistemáticamente sus colecciones, sentó las bases de su futuro éxito” del sitio web de la biblioteca.), creada en 1691.

El incendio, cuyo origen la policía adscribe a un corto circuito en el edificio de 473 años de antigüedad, comenzó en los dos últimos pisos y devastó el salón rococó del siglo XVIII construido por la Duquesa Anna Amalia de Saxony-Weimar, de quien la biblioteca tomó su nombre.

Antes de que los bomberos pudieran  controlar las llamas, la mayoría de la colección musical personal de la duquesa, miles de libros de los siglos XVI a XVIII y 33 óleos, ya habían sido destruidos.

Los libros dañados por el fuego y el agua fueron rápidamente dirigidos al centro de Manfred Anders, uno de los más grandes del mundo. En las últimas dos semanas, los especialistas los han secado y “estabilizado”.

Ahora, Anders y los funcionarios de la biblioteca están preparándose para un reto quizá aún mayor: mantener el interés del gobierno y del público por el tiempo suficiente como para ayudar a financiar las decenas de millones que costará reconstruir las colecciones dañadas. “Estoy muy preocupado por ello”, expresó Knoche. Él fue parte de la cadena humana formada para sacar los libros de la biblioteca, incluso cuando el techo continuaba ardiendo.

“La reacción que hubo después del incendio, fue abrumadora”, dijo, añadiendo que temía que en los tres años en que se estima durará la restauración del edificio, a un costo de más de $12 millones de dólares, el público perderá el interés.

Y nadie está listo para hablar acerca de cuánto tomará restaurar los tesoros culturales que contenía el edificio. En la semana siguiente al desastre, camiones llenos de libros llegaban diariamente al centro, situado en un anónimo complejo de edificios en la afueras de Leipzig. Cerca de 34,000 han sufrido graves daños debido al agua, y otros 28,000 por el fuego y el agua. Dependerá de Anders, Knoche y de un grupo de expertos en restauración determinar la magnitud de este incendio para el legado cultural europeo.

Claramente, la magnitud del desastre no ha sido perdido de vista por los aficionados a la literatura del extranjero, o por los residentes de Weimar, muchos de los cuales parecen tener caso un vínculo personal con los tesoros de la ciudad. Más de $2 millones de dólares han sido hasta ahora donados a la biblioteca, provenientes de conciertos benéficos o de donaciones privadas. Sin embargo, el monto no está cercano a lo suficiente, dicen los expertos. La restauración completa de un solo libro, dependiendo del daño, puede costar entre $491 y $3,194. Con un número estimado de 62,000 libros con variado nivel de daños, el total podría alcanzar a más de $73 millones de dólares.

Un compromiso de pago por $4.9 millones de los gobiernos estatal y federal irá a la reconstrucción y renovación del edificio barroco. Los $1.8 millones dedicados a la restauración de los libros están dirigidos solamente a destinarse a los primeros auxilios: cepillado de los libros para quitarles los restos de cenizas y el moho, y para hacer que retomen su forma original.

Una vez hecho eso, los libros son envueltos en bolsas de plástico y almacenados en una congeladora a -50o grados Celsius. Finalmente, son transferidos a gigantescas máquinas congeladoras-secadoras, que evaporan el hielo en gas, de modo que los libros no sufran daños adicionales por agua.

“Primero los secamos, y luego viene la cuestión de qué es posible hacer con ellos”, dijo Anders, químico de profesión. “Y la cuestión no necesariamente depende de la tecnología, sino de las posibilidades financieras”.

Expresó que cuando se trata del legado cultural del país, los funcionarios públicos alemanes están más inclinados a invertir en la preservación del edificio que en los tesoros escritos contenidos dentro de él. Los restauradores de libros sostienen que su negocio es una industria pequeña pero creciente en Alemania, limitado últimamente por el efectivo sobrante que puedan tener los donantes individuales, las fundaciones o los gobiernos.

“La restauración es una medida preventiva para el futuro”, dijo Hemut Bansa, profesor retirado y editor de la revista especializada Restaurator. “Como en otras áreas, se deja de hacer con el fin de ahorrar dinero, para la desventaja de las generaciones futuras”.

Luego de las inundaciones del río Elba en Alemania en 2002, los restauradores de libros experimentaron un alza en el interés demostrado hacia su trabajo, pero esa curiosidad fue bajando. En las últimas semanas, periodistas y fotógrafos han acudido al centro de Anders pidiendo entrevistas y filmando porciones de las 80 toneladas de libros humedecidos y ennegrecidos que se les muestra en cajas.

Manfred Anders agradece cada sesión fotográfica, pues sabe que su negocio depende de la publicidad gratis. Nacido a partir de la Biblioteca Nacional Alemana, en 1998, el Centro para la Conservación del Libro ha visto que sus contratos han venido disminuyendo en los años recientes, pero aún tiene uno con la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, para trabajar sobre 10,880 páginas de periódicos norteamericanos de los años 40 y 50 con el fin de extender su período de vida.

La agencia estatal de Weimar responsable de la biblioteca, estima que los primeros libros no estarán restaurados hasta fines de 2005, por lo menos. Para recolectar dinero para este propósito, se ha planeado cierto número de eventos, incluyendo una exposición de arte con obras rescatadas del incendio. “En este momento, no tenemos otra alternativa sino mantener a la gente hablando de nosotros”, expresó Knoche.

Miles de libros, estabilizados en el centro por ahora, han regresado a Weimar. Las entregas continuarán a un promedio de 2000 a la semana hasta mediados de 2005.

La biblioteca ya contaba con un almacén subterráneo en el cual había planeado guardar la colección antes de que fuera trasladada a otro edificio.  Cinco semanas antes de la mudanza ocurrió el incendio.

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