Leer para crear

Por Pepi Patrón
Fuente: La República, 20/02/05
 

La temporada de vacaciones acabará en unas semanas con el inicio, cada vez más temprano, del año escolar. Las famosas e interminables listas de útiles ya invadieron muchas de nuestras casas y comienzan los afanes para poder conseguirlos todos. En particular para quienes, como la mayoría, no gozamos de bono de escolaridad.

Es, pues, un momento propicio para reflexionar acerca de los útiles escolares. Aquellos con más canas que otros recordaremos nuestras Enciclopedias Venciendo. Las célebres Enciclopedias escolares eran libros que contenían, resumido, condensado y, a veces, triturado, el cúmulo de datos que debíamos aprender de abril a diciembre. Porque en esos años las clases comenzaban, para todos, en abril.

La palabra Enciclopedia viene del griego y significa algo así como el ciclo de la educación, la educación integral, que en Atenas pretendía fundamentalmente formar buenos ciudadanos. Este significado se transforma con el paso de los siglos y llega a ser una especie de saber total. En una Enciclopedia, supuestamente, está todo lo que tenemos que saber.

Pero ¿pueden ser estos resúmenes la esencia de la educación de nuestros niños y niñas? Si bien son, precisamente, útiles para manejar un mínimo de información, la educación escolar no puede limitarse a estos supuestos saberes enciclopédicos. Menos en un país que, por lo menos de palabra, ha declarado al sistema educativo en emergencia.

La experiencia escolar tiene que incluir la lectura como hábito, como entretenimiento y convertirla incluso en un vicio. En muchos países las bibliotecas están en el centro de la rutina escolar, con libros para consultas, que informan, que entretienen, que estimulan el pensamiento crítico.

Si aprender a leer es importante, no lo es simplemente para bajar el índice de analfabetismo. Leer es la habilidad y posibilidad de abrir los horizontes de nuestras mentes respecto de mundos distintos, variados, complejos. Tenemos que comenzar a pensar en la lectura como elemento básico de la educación cívica. Inculcarla en los niños significa la posibilidad de formar ciudadanos con las mentes abiertas, capaces de ponerse en el lugar de otros, de respetar la diferencia.

Nada mejor que un buen libro para poder competir con la televisión y los juegos electrónicos. En los colegios y en nuestras casas tenemos que mostrar el goce que puede proporcionar leer. Me decía metafóricamente una amiga que, precisamente, trabaja en una Biblioteca escolar fuera del Perú, que la lectura tiene que ser una experiencia que, como la leche materna, se disfruta y constituye la base de la salud intelectual de nuestros hijos.

Tenemos que hacer el esfuerzo de quebrar el círculo de indiferencia e ignorancia frente a los libros e ir más allá de la Enciclopedia. En el Perú leemos muy poco. Incluso nuestros estudiantes universitarios leen en muchos casos lo mínimo indispensable. A los adultos nos toca mostrar con el ejemplo. Si nuestros hijos nos ven leyendo, seguramente les provocará hacer lo mismo. No es sólo tarea de los maestros que, dicho sea de paso, también deberían leer un poco más.

La lectura es herramienta privilegiada para desarrollar la imaginación y la posibilidad de pensar mundos alternativos, mejores o peores. Los libros crean puentes entre las gentes. Además un libro se puede llevar a todas partes, nos acompaña en cualquier circunstancia, nos instala en una especie de soledad muy bien acompañada.

Hay una importante campaña en curso para lograr una nueva y buena Biblioteca Nacional, que busca promover la lectura. ¿Se imaginan cuántas bibliotecas se podrían construir y libros comprar con el dinero que se gasta en armas? Inculcar la lectura en nuestros niños es darles el arma de la razón y de la creatividad, no de la fuerza.

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