Desde la aparición de aquellos extraordinarios libros del boom latinoamericano que le otorgaron distinción y personalidad a nuestra narrativa, un gran número de creadores entendió que la única forma de adquirir identidad temática y estilística, era seguir hurgando en el flanco real-maravilloso de nuestra cultura literaria. En el Perú, los últimos años han arrojado una importante promoción de novelistas y cuentistas que otorgaron solidez a esta singular forma de narrar. Por eso, la aparición de Edgar Norabuena Figueroa, de procedencia andina y portador de una joven pero descollante labor creativa, enorgullece a la literatura peruana. Con su presencia, nos encontramos ante un privilegiado testigo y dedicado trabajador de los mitos y sucesos que configuran el particular universo de nuestro ande, un ande que nos restituye aquella raíz histórica y cultural que jamás debemos desconocer. En Danza de vida, Norabuena ofrece un fascinante escaparate de tradiciones orales recreadas con la desenvoltura de un verdadero hombre de su tiempo, un observador atento de los trastornos sociales a los que se ha visto sometido el indio en los últimos años; todo ello, desde la vehemencia de un estilo que no descuida aspectos de las actuales técnicas narrativas, y desde un equilibrio en la verosimilitud que sintoniza muy bien con las turbulencias y vicisitudes de la condición humana.