En su primer día de clases, un niño campesino sufre una serie de afrentas e injusticias por parte del hijo del acaudalado y poderoso alcalde del pueblo. Tal es la sencilla (pero, a la vez, intensa) trama de Paco Yunque, el inmortal cuento de César Vallejo. El clima social de jerarquías insufribles se describe dramáticamente, tratándose de concluir en un tono de denuncia inspirado por la pedagogía social vallejiana.
En El Tungsteno Vallejo pinta la historia de la explotación obrera en un asentamiento minero llamado Quivilca. Pero, asimismo, el nudo de la novela incorpora la cruda realidad de la conscripción vial y la explotación de unos míticos indios, los soras, que viven en un edénico idilio con la naturaleza, sin el sentimiento de propiedad y el egoísmo de los intereses. Es altamente aleccionadora la descripción dad por Vallejo de la realidad de la explotación imperante en el mundo minero: una empresa se coluda con los gobernantes locales para extraer la riqueza minera de nuestras serranías, gracias al trabajo agotador y mal remunerado de nuestros compatriotas. Es allí donde la figura de Servando Huanca, prototipo del luchador social, se yergue portentosamente.