Este libro explora la presencia y representación de los silencios en la poesía hispanoamericana contemporánea a partir de las obras de Westphalen, Rojas, Orozco, Sologuren, Eielson y Pizarnik.
Partiendo de la convicción de que la poesía ha sido siempre un espacio privilegiado para poner en escena las discusiones sobre el silencio, Chirinos propone una lectura que toma en cuenta los silencios del autor, del texto y del lector. De este modo observa cómo "la secular fascinación de los poetas por el silencio en sus múltiples manifestaciones (poder y censura, revelación y conocimiento, suspensión y espera, esterilidad y creación) se radicaliza en la modernidad y se traduce en la capacidad del poema de ser leído como representación dramática del acto de escritura".
El reconocimiento de que el silencio no pertenece exclusivamente a los predios de la literatura, sino que es parte de la experiencia humana, compromete en este trabajo la presencia de otras disciplinas y redefine, además la tradición en la cual se inscriben los poemas que albergan al silencio, convirtiéndose en su morada.