Héme aquí, entonces, con estos textos, cuentos algunos, ensayos otros, pero intercalados todos en forma tal que puedan complementarse, en un intento por desmontar el discurso ficticio y mostrarlo, adrede, en su artificiosa mecánica, denunciando así su limitada eficacia, la casi impostura que lo alimenta y que, como los fuegos artificiales en un anoche de fiesta y celebración, no es sino mero aspaviento de trascendencia fugaz no obstante su posible colorido y su ostentosa agresividad sonora. Pero entonces, ¿por qué seguir escribiendo? Cada cual tendrá su respuesta. Esta es la mía: creo firmemente que toda narración debe defender a toda costa su derecho a no ser ficción si sólo así lo desea, proclamándolo en alta voz. Porque la literatura (ya lo sé, se ha dicho antes pero déjame repetirlo), no es el reflejo del mundo sino su rival. (Harry Belevan)