Obrador de carboncillo y papel reúne series de poemas escritas a lo largo de treinta años. La primera de ellas es la que abre el libro. Mi intención, al reunirlas en este volumen, ha sido la de asociar diferentes maneras de concebir el poema -y, dentro de él, el verso- a partir de la idea de un movimiento que conduce -o eso espero- de lo inmanente a lo trascendente por un cauce único: mi manera solipsista de entender el mundo. No hay en ellas más preocupación que la estética, palabra que contiene una noción esencial, la de ética. Podría decir así que, para mí, la ética de la poesía no está relacionada con valores sociales; la ética de la poesía es su estética. Solo ella la valida. Lo esencial no es lo que se escribe, sino el cómo se escribe, Quienes lean este libro identificarán, pues, fácilmente mi inclinación al arte por el arte».

El centenar de poemas contenidos en este libro fueron escritos en diferentes circunstancias y momentos de mi existencia. Los de la serie «Poemas para Lola, Lolita, Lola» y «Dos poemas de Lola Salamandra»> constituían la columna vertebral de una novela, en la cual se los atribuía a uno de los personajes centrales, Adán Rilke, y a una Lola Salamandra, su amante Los demás, incluidos los «Poemas del ya», fueron concebidos entre dos novelas a partir de 1987. Si se exceptúa los de la primera serie, todos están escritos en versos de arte menor (un máximo de ocho silabas). Adopté esta forma para alejarme del verso largo, a menudo desmañado, y del tono «conversacional», con frecuencia tendente a la verborrea, de cierta poesía puesta de moda en los años 70 del pasado siglo. No pretendo, al decir esto. estar dictando normas de escritura. Cada uno escribe como quiere, o como puede. Simplemente, he querido comunicar cuáles formas poéticas gozan de mi preferencia. Nada más.