Nuestros pensadores no pueden ser constreñidos a los formatos que la academia exige para certificar las valencias filosóficas de un pensamiento. No, los nuestros edificaron filosofia respondiendo a los dictados de la colectividad que se iba articulando en torno a una naturaleza de signos irrepetibles. Fue un aprendizaje con raices milenarias, ejecutadas en los caminos agrestes, arenales ardientes y floresta derramada, desarrollando oralidad, construyendo formatos de vida; instruyendo para la convivencia y la tolerancia del distinto, lestando máximas y formatos de vida apegados a una ética y moral singulares, apropiadas para la sobrevivencia y desarrollo en medio de una geografia adversa para el esfuerzo individual. Distantes de los conceptos, usamos simbolos, analogias, mitos, sueños. Son paradigmas diferenciados con métodos y logros peculiares. La formación académica no es útil para analizar un itinerario aún exótico para los estudiosos. Es un tema de descolonización mental, pero una que no evada el análisis cultural y étnico. Bajo estos criterios nuestros, son filósofos Garcilaso de la Vega, Guaman Poma, Santa Cruz Pachacutic y José Maria Arguedas