Aunque se hizo popular durante la Edad Media, el género del bestiario surgió en la Antigüedad, en Grecia, y con intención informativa; naturalista, diríamos. Eran libros ilustrados que mostraban animales y los describían con minuciosidad, en un mundo donde, a falta de medios, las personas apenas alcanzaban a conocer lo que podían ver directamente con sus ojos y existía en su entorno inmediato.

El bestiario evolucionó y pasó a ser también un repertorio de animales fantásticos, míticos, existentes solo en las creencias colectivas. Detallaba ahora sirenas, grifos, dragones, unicornios. Se volvió, así, una síntesis de cómo el ser humano alimenta su inteligencia de la realidad concreta, pero la trasciende y la trastoca para inventar una nueva, una distinta, una propia. El bestiario fue la prueba de que el mundo humano no es necesariamente el mundo real. Porque ¿qué nos determina más: lo que es o lo que creemos?

En esa estirpe de libros se inscribe este Avestiario de Rodolfo Sachún. Los veintiún relatos que reúne se desplazan en un tiempo sin tiempo y en un espacio imaginario, bellamente descritos, que, justamente por esa atemporalidad y esa ruptura de la espacialidad, resultan poderosamente sugerentes. Pero hay más: no son solo las aves lo que parece fascinarlo, sino en especial lo humano: sus emociones, sus pasiones, desde el miedo hasta el amor, desde el orgullo hasta la humildad. Y de esa fusión entre humanos y animales, de esa convivencia, hace surgir sus personajes impensables, sus historias increíblemente imaginativas, que tanto deslumbran como conmueven, tanto enternecen como sobrecogen. Anahí Barrionuevo.