«El libro se divide en dos partes, la primera es la del hombre que juega (“Hombre lúdico”) y la segunda, la del Hombre Fractal. A lo largo de ambas partes se desarrolla la poética de lo fractal no necesariamente de modo lúdico, sino viceversa: lo lúdico, es crear lo fractal. Leemos el libro de atrás para adelante, desde la última parte hacia la primera y vamos tejiendo los versos finales, con los del comienzo. Iniciamos entonces por el yo poético, que es el protagonista desde el título para las dos secciones. Es complejo pensar en un sujeto dividido, fisurado; no obstante, lo más complejo de pensarlo, es que este, a lo largo de todo el poemario, no deja de pensarse. Sus versos son interrogantes que interpelan al lector. Este es un poemario que dialoga, que pregunta y, en ese sentido, que no solo construye imágenes o sonidos, sino que además tiene una poética de ideas». Andrea Cabel