¿Cuáles son los límites de la ficción? ¿En qué punto la representación estética muta a registro autobiográfico, pero sin perder de vista la procura del goce y, sobre todo, sin desviarse de su enfoque sustancial en tanto verdad literaria que sobrepasa la certidumbre histórica? José Güich Rodríguez, asentado en una prosa madura y plenamente concentrado en lo que depara la existencia en la vuelta de la esquina, en un sentido literal y figurado, cimenta un diálogo que resultaría imposible, pero gracias a su capacidad de inventiva hace más que verosímil en el difícil arte de involucrar a quien desee adentrarse en «El general y la máquina». Güich Rodríguez no solo conoce y domina el denominado pacto ficcional —que hace viable que una narración sea aceptada en la lógica y particularidades que propone—, sino que además nos convence, con absoluto control de la construcción narrativa y la deconstrucción filosófica, a partir de un artefacto propio de la ciencia ficción, sin descartar la posibilidad de que se trate de un artificio o sortilegio elucubrado desde los arcanos del mundo sobrenatural, sobre la ocurrencia de un encuentro revelador que daría meridiana luz sobre los entretelones de un momento clave de la historia del Perú. Este, sin mayores malabares retóricos, explicaría las contradicciones y polarizaciones de nuestra actualidad sociopolítica y multicultural. En esta novela, tan biográfica como inventada, Güich Rodríguez, aparte de reírse de sí mismo con sobrio respeto y sin perjuicio de su entorno familiar, nos anticipa, además, el devenir ideológico y los compromisos ficcionales de sus incontables parientes literarios. Una máquina, después de todo, puede ser un auto, pero también un libro que nos guíe a conocernos a nosotros mismos solo si somos capaces de comprender el poder de las palabras entre dos o más personas y su efecto en los linderos de la realidad.