Allí donde termina la arena calcinante de nuestro litoral empieza el discurso sugestivo de Raúl Barbagelata (Coyungo, Ica, 1944). Solo si prestamos atención a la heterogeneidad de nuestra literatura, a la diversidad cultural que nos depara maravillosas sorpresas, podemos visualizar una obra poética que se levanta por encima del silencio, el desamor y los prejuicios que aún imperan gracias a la vigencia de un canon que resguarda celosamente sus argumentos dominantes.

Estamos, pues, frente a una suerte de escritura alternativa en tensión con la retórica tradicional que nos habla desde la historia, la memoria, los desafíos y los proyectos de vida de los afrodescendientes tantas veces ninguneados por el implacable ejercicio del poder. Escuchar sus demandas y celebraciones de la vida, es justo y necesario. El hablante de estos textos empáticos confronta su peculiar forma de mirar el mundo y discurre a veces con tono festivo y otras tantas con el amargor de todo lo sufrido, con una dicción y un ritmo que recrea de manera vibrante los hallazgos y alcances de su idiosincrasia sobre la página en blanco. (Hildebrando Pérez Grande).