El gran tamaño de un animal, no necesariamente indica la peligrosidad de su estampa ni la bravura de su carácter. Este es el caso de Mishka, el oso de anteojos, casi una deidad entre los habitantes del bosque, que aquí se cuenta su historia. La libertad perdida es el leitmotiv que desencadena una serie de situaciones nada agradables a los ojos del hombre y de los animales, y todo lo que este noble oso representa, atado a un destino que no busca pero que tiene que sobrellevar a punta de latigazos, órdenes y gritos, se ve reflejado en las reflexiones, los instintos, las reacciones tiernas y hasta casi diríase humanas que envuelven al protagonista. Su naturaleza lo llama a ser él mismo, a recuperar su esencia de bestia sin cadenas, de ser vivo andando a sus anchas entre los árboles, los ríos y las rocas, y solo la valentía que no se extingue y la decisión de emanciparse podrán alejarlo de la ignominia.