Este libro es un ejercicio de imaginación y también la prueba indiscutible del estupendo momento por el que atraviesa la narrativa peruana de cara a la celebración de los doscientos años de la independencia. Lo fantástico –que entes había sido ubicado en los márgenes- cuenta ahora con un lugar y un espacio. Y esta escritura no solo es un fenómeno de Lima sino que tiene su correspondencia en otras regiones del país: hemos sido desbordados por lo fantástico.  En todos ellos hay una visión en común, que va de la mano con la historia reciente. La violencia política, la ausencia de la modernidad, el miedo al otro o el rechazo a lo cotidiano son los dispositivos transversales que percuten en la realidad inicial y estable, provocando el ingreso a lo propiamente fantástico, cuyos efectos son las dislocaciones espacio-temporales (pasado y presente se superponen) y la disolución (y muerte) del sujeto, hasta llegar al paroxismo del individuo paranoico, que no puede determinar los límites entre la realidad y la ficción. EH