Canícula es el nombre que se le da, en el Perú, al calor agobiante que en el verano abraza, como si fuera candela, a los habitantes del desierto costero. Es también la metáfora que Gregorio Martínez emplea para dar nombre a este segundo volumen de la saga Pájaro pinto. Este libro puede ser leído, pues, como una fogosa reflexión, plena de ardientes contrapuntos, sobre la misión del ser humano en la sociedad, lo que lleva a Toribio Cutipa -protagonista y narrador de la saga-, a formular severos cuestionamientos al mundo contemporáneo, donde honestidad y solidaridad son palabras ajenas cada vez más de su real significado.

Si en Orígenes, el primer volumen, Toribio Cutipa emprende un viaje a través de la memoria, mediante el cual reconstruye el mundo original -los vínculos familiares y culturales de los habitantes del mítico Coyungo con el desierto de Nasca y el valle de Acarí-, en Canícula se rebela contra el orden injusto del mundo y la explotación, los atropellos y vilezas que sufren los desposeídos. Cutipa es un hombre ya maduro e ilustrado que hace suya la convicción decolonizadora. Ante la constatación de que vivimos en una sociedad dominada por el imperio del gran capital y los avances tecnológicos -que, lejos de estar al servicio del hombre, en muchos casos lo alejan de lo esencial-, parece preguntarse: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Este es un texto transgresor y, al mismo tiempo, un delicioso ejercicio literario, en el que Gregorio Martínez despliega todo el encanto de su escritura para celebrar, por contraste, los saberes y riqueza cultural de los pobladores del desierto nasqueño. Dueño de una prosa chispeante y mordaz, Martínez da impulso, en este volumen, a un poderoso torrente de palabras e ideas que, por su musicalidad y lucidez, se yergue como un faro resplandeciente en este tempestuoso Siglo XXI.