Sebas deja de lado a aquel joven cargado de dudas y bohemio. Ahora, nos encontramos con un protagonista maduro, centrado y decidido; estable tanto emocional como profesionalmente. Sin embargo, aún conserva ese espíritu incontrastable y romántico que el lector sabrá reconocer y apreciar. Esta vez, la historia se presenta ideal, casi perfecta, pero el destino se encargara de demostrarnos que la perfección no es más que una quimera y lo ideal una absurda pretensión.