A cuatrocientos años de su muerte, todavía nos preguntamos cómo hizo Garcilaso para publicar en la propia España inquisitorial de entonces una historia sobre la nación vencida cuya propia materia la convierte en discurso disidente, y por qué razón su tarea sigue vigente. Y es que el Inca Garcilaso ha sobrevivido por encima de todos los cronistas de Indias no sólo por los problemas medulares que plantea, sino porque su prosa alcanza un nivel de maestría innegable, y hace de su lectura un acto placentero, propio de los grandes textos literarios. Disputado por algunas de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos y considerado ya como uno de los primeros académicos de habla hispana en ese país, José Antonio Mazzotti ha dedicado libros y esfuerzos para congregar en uno y otro lado del mundo a los estudiosos del Inca Garcilaso de la Vega. Por su parte, Eduardo González Viaña, no cesa de escribir historias sobre migrantes, y considera que el Inca es el primero de ellos y sobre todo un narrador que podría haber integrado el consejo de redacción de la Biblia. No es raro que Mazzotti y González Viaña se hayan juntado en este esfuerzo editorial.