En “Puentes para atravesar la noche”, Juan de la Fuente retoma la búsqueda de la sensualidad en el poema, como en Rodin, en donde la inmovilidad que ostenta una escultura es también una medida de su potencial expresivo: “El beso de Rodin ha de durar lo que la vida gaste en derribar viejas miradas”; o la palabra y su conversión en significado, y los límites en los cuales nuestra relación con ella hace posible el poema: “La conciencia es estar y no estar detrás de una palabra que murió callada”. 

De este modo, noche y nocturnidad son metáforas de lo salvaje y lo desconocido, “la hora de la violencia”, en la que “se hunde el mundo”, aquello que se va descubriendo a partir de una indagación que siempre ofrece una revelación inestimable, trascendental, tanto por el lenguaje contenido y sentencioso como por la búsqueda de un sonido que le dé una nueva forma a la escritura. (160)