Emilio Romero escribió sus primeros cuentos entre la ciudad de Puno y la península de Chucuito, al calor del intercambio amical con los artistas que bajo la influencia de Valdelomar integrarían el legendario grupo Orkopata y que años más tarde a través de su órgano de difusión, el boletín Titikaka, darían alcance continental al movimiento conocido como indigenismo vanguardista. Balseros del Titicaca participa en esta corriente estética e ideológica al plasmar el ingreso de la modernidad en el horizonte hierático del altiplano en un lenguaje inmediato de valores plásticos sustentado en el orden castizo de su prosa; y al brindar sin caer nunca en lo panfletario el testimonio de los casos de injusticia y marginalidad que tocó presenciar a su autor.