En un rincón llamado La Rural, en medio de alucinantes remembranzas al capitán Amet que sería el destinatario de mensajes escritos por la Caravanera dentro de botellas para ser arrojadas al mar, convive la pasión entre Sigmund y Mariana, dos almas dispersas que convergen en una ajorca de oro, cuyo efluvio fatal habrá de encender la flama de la dicha pasajera, pero también de la desgracia. Las voces se intercalan, los manuscritos también, y en este vaivén de emociones, encuentros furtivos y búsquedas de la verdad, la poesía pugna por asomar con su lira de fuego y envolver a los personajes que se resisten a perdurar. Sigmund pertenece al grupo literario “Ángeles de Neón”, y en el maremágnum de sus palabras, en su tormento interior, solo consigue extinguir la savia de su deseo. En cuanto a Mariana, el cálido manantial que emana de su piel la vuelve una flor perniciosa a los ojos del amante, quien, en un último acto desesperado, intenta apoderarse del hálito de una utópica pertenencia. Dividido en pasajes que abren el abanico de distintas visiones, Deicidio junto a las rosas muestra una intrincada rosaleda llena de espinas y a su autor,  (Carlos Rengifo).