No hay en América pueblo alguno que pueda sentir mayor atracción por su pasado que el Perú. Reúne la historia peruana notas inigualadas en nuestro continente de profundidad, de majestad, de amplitud, de esplendor, de extraordinario relieve de contrastes y de infinita riqueza de experiencias vitales. Nuestras culturas primitivas se destacan entre los primeros esfuerzos humanos creadores, con la peculiaridad inconfundible de los gigantescos obstáculos que hacían impensable la respuesta humana al desafío de la tierra. Y no solo nuestros antepasados más remotos supieron dominar el medio, sino que lo hicieron adoptándose a él y encontrando una expresión estética en secreta consonancia con la naturaleza. Ese prodigio de identificación entre la obra del hombre y el ambiente, que elogio Heidegger al indicar la armonía entre los templos griegos y el paisaje de Machupicchu, parecen asentarse en las laderas enhiestas y boscosas, mas como obra del hombre como natural anfiteatro en las arduas vertientes del Vilcabamba y brota de las piedras milenarias un mensaje hecho silencio y de misterio. (1246)