Luego de hacer un análisis de nuestra realidad educativa, es evidente que las poblaciones marginadas, empobrecidas y dependientes sufren cada vez más la crisis de la educación en diversa magnitud. Es deber del Estado identificar y atender, oportuna y certeramente, sus problemas sociales, económicos y culturales para crear las condiciones que permitan el desarrollo no solo de sus inteligencias, sino esencialmente el de sus humanidades.
La educación es tarea de todos, pero no a todos les interesa educar a las mayorías. Los gobernantes ponen escasa atención a la educación de los pobres, en complicidad con los grandes medios de comunicación social y los “expertos”, “especialistas” y “administradores” educativos. Solo algunos maestros comprometidos se esfuerzan por liberarlos de tanta carencia, injusticia y corrupción.
Gobernantes y gobernados, hombres y mujeres de todas las condiciones, merecen una educación integral, permanente, liberadora y de elevada calidad, que eduque y no solo instruya. Al hombre debe educársele en todo cuanto tiene de hombre, porque necesita salir de la crisis actual y aspirar a la excelencia humana más que a la académica. En este sentido, es urgente que renovemos ideas y acciones educativas. (305)