Carlos Velásquez Iwaki
Rito murmurante

Por Hernán Cornejo Rosselló Dianderas
Fuente: Los Andes, Puno 11/09/11
http://www.losandes.com.pe/Cultural/20110911/55242.html

Aproximación crítica del escritor puneño Jaime Hernán Cornejo-Roselló Dianderas, sobre la última producción poética de Carlos Velásquez Iwaki: “Rito murmurante” efectuada en la “Casa de la Cultura” de la Municipalidad Provincial de Puno.

Comentaré una de las últimas producciones de un poeta que lo es permanentemente y no solo surge cuando acomete la tarea de convertir en versos y epígrafes su inspiración. Él es un poeta de siempre e insistente en la fragua consciente de la creación.

Con “Rito murmurante” estamos ante una producción poética de gran contundencia expresiva, que nos traslada a escenarios ríspidos, de inconformidad, de impaciencia y de fugaz solaz que son contundente y dramáticamente expresados acudiendo al mundo de las metáforas que no buscan, al estilo tradicional, belleza conmovedora ni pretenden encontrar relampagueantes contrastaciones entre razón e ilusión, sino donde, el poeta usa nuevas metáforas, símiles y figuras de construcción, como sutiles confrontaciones entre el ser y el hacer cotidiano, entre lo que se vive y padece, ante lo que se siente y se ensueña, y todo exigiéndole a la palabra. ¡Ah la palabra, esa cantera que nos humaniza y engrandece!, que ella establezca un discurso que sacie y conforme el espíritu de un creador inconformista y agonizante, es decir, luchador espiritual inclaudicable como es Carlos Velásquez Iwaki que disputa con la realidad, la exprime, comprime y vuelve visión particular no exenta de matices personales.

Y, entonces, la palabra en él es arma que blande para explicar el mundo que padece y enfrentarlo en lucha continua donde vence sin ganarle a la adversidad y ante la que sucumbe sin perder, porque su lucha poética es incesante y, porque la poesía es extensión de su alma creativa que no muere, así languidezca y agonice. Y el poeta Velásquez Iwaki así muera en la confrontación con la fealdad y la múltiple deformidad sale triunfante aunque inconforme. Tal es su poesía que es grito e imprecación. Él escribe para enfrentar y destruir animosidades y construir particularidades.

El Conde de Lautremont, ufano y pomposo, dijo una vez que todo estaba escrito, reescrito y sobrescrito y que ya nada había que inventar en el mundo de la creatividad literaria y, se equivocó. Borges, el gran Borges, conforme a su mundo, reiterativamente magnífico que volvía incansablemente uno y el mismo, expresó que solamente había en el mundo 7 u 8 o algunas metáforas más, que recrear para así saciar nuestra alma en la búsqueda de respuestas ante lo incógnito o incognoscible. Para él no había más que una pocas metáforas que era necesario exprimir y recrear; pero las afirmaciones de Lautremont y de Borges, válidas para cierta temporalidad, hoy quedan, básicamente insuficientes para este tiempo, porque Carlos que vive la post modernidad y el absurdo de esta contemporaneidad plagada de contradicciones inusitadas, de deformaciones sociales, de empeños perversos, de multitudes ágrafas, de saberes insulsos y de cuerpos que corporizan la nadidad, ha descubierto que en ese nuevo tráfago de globalización inducida e inhumanidad galopante, surgen más posibilidades de encontrar metáforas que, si son escasas para el profano o para la persona gris que vive la vida al día sin problematizar su existencia ni dotarle de belleza o inquietud, solo las puede modelar el artista que construye nuevos giros, inventa neologismos que expliquen esos desenlaces aplicando técnicas de ingeniería semiótica con giros que adosan términos y le dan otra escritura a la realidad.

Y, entonces, volverse, como lo hace Carlos Velásquez Iwaki un genetista que boceta palabras nuevas para explicar o increpar este mundo que pierde esencia y conquista banalidades, ya es hacer arte y obrar con el espíritu. Para él no deja de ser estimulante reto criticar y crear como tarea permanente que no fuerza conductas, no doblega voluntades, sino que induce compromisos. ¿Qué hacer ante la vida? Lo que hay que hacer es inventarla, zarandearla, amarla y criticarla y para ello la poesía nos anima y es vía de salida e ingreso, de evasión y asunción..

¿Es la poesía un medio de conocimiento alternativo al conocimiento que surge dominante desde los cotos abusivos de la fría e impositiva razón? Definitivamente sí. La poesía es vehículo para enfrentar la mala vida que nos han impuesto y arrancarle disconformidad o conformidad enunciativa. Y ahí surge el poeta Carlos Velásquez Iwaki que es un sentidor polifónico, un agonista luchador que hace de su poesía liberación e imprecación, y por eso su “Rito murmurante” es a veces rito increpante o rito suplicante, pero rito al fin y al cabo para, a través del conjuro del llamado a los manes y del rebuscar en su fuero interno, hallar voces que lo salvan y giros que le ayudan como dardos a enfrentar la nadidad de la vida.

Y es un poeta universal, porque es varios hombres y sentimientos a la vez, es intimista cuando dispara descorporizado: “Sin corazón sin manos sin boca/desplazándome/ por el camino mayor de todas las distancias inútiles/de todos los días en que no puedo pronunciar palabra alguna“, y es existencialista cuando dice: “Mientras dejo que perfores mi prepucio en honor de tu sombra/ Pero tu sombra gira en su misma sombra” Y es sensual adolorido cuando boceta: “Inervación conmiserativa/ voces injertada entre cogedora/ y soledades post coitum”. O también, agonista en: “Combustión licuescente del/milagro amniótico entre la misma/ corporeidad íngrima…”.

Escrito en varios tiempos “Rito murmurante” no es fruto de una súbita inspiración, de una explosión febril, de escritor que de un porrazo halla la estructura y zas, la acomoda, sino que es luz de perseverante hacer y quehacer

¿Y el Cusco vive en el poeta? Sí. Como todo creador de talento, valimiento y proyección el lar nativo es genésico en él, por ejemplo cuando dice: “Que inclina su sombra en viejísimos pircados… de melancolía enfurecida” por citar algo al vuelo que alude a su entorno tradicional.

En fin, hay la construcción de un lenguaje propio, hecho de neologismos, de parentescos súbitos en ideas, de enlaces extraconyugales y maridajes ocasionales y relaciones tempestuosas en palabras tensas y estiradas para hacer doler al lector y, entonces, su poesía no es solo impaciencia pura, sino belleza cognoscitiva.

Finalmente diré, qué cosa nos puede interesar e importar el análisis sesudo del crítico de circunstancias, cuando la poesía está ahí y supera al crítico quebrado de emoción o transido de exégesis, porque la poesía induce poesía y su canto llama al coro y vuelve poeta a quien no lo es. Y… entonces, yo que no soy poeta, así componga versos al paso, al leer la poesía de Carlos Velásquez Iwaki recupero inventiva para recrear sus propuestas y bautizarlas con mi emoción que me hace viajero cantor y ocurrente descifrador de sus composiciones.
 

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