Marcel Velázquez Castro
Esclavos del racismo Esclavos del racismo

Por Víctor Coral
Fuente: Domingo, El Comercio, Lima 27/11/05

El crítico literario Marcel Velázquez (Lima, 1969) acaba de publicar Las máscaras de la representación (UNMSM-BCR, 2005), un acercamiento interdisciplinario y de evidente actualidad a la literatura nacional de los siglos XVIII y XIX, en busca de las raíces y las formas que ha tomado el racismo en nuestro país, a través del estudio de lo que llama "el sujeto esclavista".

Los procesos de globalización hoy imperantes, por un lado han hecho más homogéneo el mundo y, con reconocidas falencias, han conseguido que la democracia o el ideal de la democracia se propague por todo el mundo. Sin embargo, hay dos aspectos colaterales que terminan de delinear el panorama: la defensa cerrada y a veces agresiva de las identidades étnicas, y la apuesta de miles de intelectuales de todo el orbe por un presente diverso culturalmente hablando.

El Perú, como Estado moderno, ¿está a la altura de los nuevos retos pluriculturales e integradores que se presentan con urgencia ahora? Marcel Velázquez, autor de Las máscaras de la representación, responde con seguridad: "El Estado peruano ofrece signos de inclusión política de los afrodescendientes; sin embargo, estamos ante una mera celebración retórica que se deleita en la inocua diferencia y todavía conserva la mirada del sujeto esclavista. La cabal inclusión política de los afrodescendientes requiere previamente una lucha frontal contra la exclusión socioeconómica, el fortalecimiento de la memoria afrodescendiente y el debate público sobre la historia y devenir del racismo en el Perú".

En realidad estamos frente a un libro de crítica literaria y política que pretende poner el dedo en la retina de aquellos que -hogaño como antaño- han mirado por encima del hombro al otro, sea este afrodescendiente, andino, amazónico o de cualquier cultura no hegemónica. Cuánto hemos superado estas taras culturales y mentales, no los dice sin tapujos el autor: "Nuestros prejuicios raciales contra los subalternos (indios, negros y amazónicos) siguen latiendo en nuestro lenguaje y pensamiento, y también en las prácticas sociales; allí están las cifras de la Comisión de la Verdad y Reconciliación como dramático testimonio del desprecio por la vida del otro que es percibido no solo como diferente, sino también como desigual".

Velázquez afirma además que, aunque a diferencia de lo que pasaba en el siglo XIX, hoy en día ya casi nadie puede justificar la desigualdad racial o sociocultural en el plano público. Pero en los espacios privados la lógica racista sigue operando y se reproduce a diario.

Un ejemplo deplorable es la utilización del adjetivo pacharaco por parte de ciertos críticos de arte o periodistas culturales, para designar a aquello que no entra dentro de su escuálido horizonte estético, o peor aún, para tachar lo que piensan que debe censurarse porque se parece a o proviene de ciertos sectores sociales o étnicos vistos como subordinados culturalmente.

Frente a aquel rezago deleznable de racismo colonial "el intelectual debe navegar río arriba, pensar contra el consenso: aquellos que terminan legitimando mediante artificios y conceptos los mecanismos de discriminación racial y étnica de nuestra sociedad deben ser enfrentados en el debate académico. Debemos apuntar a la construcción de otro tipo de intelectual que pueda mediante sus investigaciones ingresar al debate público sobre los males centrales de la sociedad, y eso exige un trabajo interdisciplinario que los intelectuales y críticos actuales no tienen", apunta el también profesor de la Universidad Ruiz de Montoya.

Las letras y la piel


El libro de Velázquez está distribuido en tres capítulos que abordan tres ejes cruciales para comprender el devenir del racismo en nuestro país. En la primera parte cruza dos elementos muy importantes dentro de la dinámica del tema: el racismo y los problemas de género. Bajo estas premisas se elabora el concepto de sujeto esclavista.

El segundo capítulo es una exégesis de seis obras literarias, entre ellas el Lazarillo de ciegos caminantes (1775?), de Concolocorvo, y Peregrinaciones de una paria (1838), de Flora Tristán. También se estudia las páginas del Mercurio Peruano, entre 1791 y 1795, donde se ponían avisos de venta y compra de esclavos con características muy singulares. En el tercer y último capítulo Velázquez se centra en la performance del sujeto esclavista dentro del ámbito político, abordando no solo textos político-jurídicos de la época sino la situación y tratamiento que se dio a los afroperuanos durante las elecciones y el discurso moderno de Manuel González Prada.

Luego de leer este tratado, no cabe duda que la representación que los textos literarios de la época ofrecen de los proyectos de formación de Nación del siglo XIX, se mueve ambigua y retóricamente entre "la inclusión y la exclusión, la identidad y la alteridad, el poder y la resistencia, la seducción y la amenaza", y muestra hiatos abismales entre la oficialidad y los excluidos.

Esto ha desencadenado durante todo el siglo veinte la continuación -soterrada pero persistente- del discurso racista, que ha decir del autor "ha recobrado fuerza en el espacio público, principalmente en lo político. El caso de Toledo es particularmente significativo. Muchas de las descalificaciones de su gestión se basan en viejos prejuicios coloniales: "indio mentiroso", "indio ocioso" e "indio alcohólico" son tristes tópicos que hoy se levantan, pero que pueblan el discurso del antiguo colonizador. A diferencia del siglo XIX, donde hubo muchos presidentes y caudillos de origen mestizo e indígena, en el siglo XX nuestros presidentes fueron mayoritariamente de un fenotipo criollo occidental; por ello el shock cultural que la figura de Toledo significa para la mentalidad racista tradicional".

El libro de Velázquez, por lo visto, se constituye en una herramienta de primer nivel para ahondar en la comprensión de los problemas sociales y culturales que lamentablemente venimos arrastrando desde siglos atrás, y que tal vez sean los últimos lastres a soltar en nuestro camino a la auténtica modernidad que todos queremos.

¿Qué es el sujeto esclavista?
El sujeto esclavista es la categoría que propone el autor para denominar a la persona narrativa que enuncia los rasgos racistas de un discurso y las estrategias de evaluación y conocimiento del otro, en este caso el afrodescendiente. El sujeto esclavista es un presupuesto conceptual que no designa a una persona determinada, sino el lugar desde donde se enuncia el discurso racista y cómo se enuncia. El sujeto esclavista se desplegó fundamentalmente en dos grandes campos discursivos: el literario y el político-jurídico.
 

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