Heriberto Tejo
Mi vida en treinta segundos Mi vida en treinta segundos

Por Heriberto Tejo
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Nací en Villacidaler, un pueblo castellano de España, en el invierno de 1951.
El segundo de cuatro hermanos.
De pequeño, recuerdo el corral inmenso y soleado de la casa, lleno de gallinas y conejos, donde jugaba con mis hermanos y primos horas y horas.
Recuerdo que entre un montón de tejas, cultivaba con asombro hierbabuena y perejil.
De la escuela, donde aprendí a leer y escribir en compañía de chicos de 14 años, recuerdo que me gustaba mucho dibujar y pintar. Mi maestro Don Julio, me felicitaba en público por mis dibujos. Eso sí, me obligaron a escribir y a comer con la mano derecho siendo zurdo.
Con mis amigos, recuerdo los recreos en la plaza mayor y los paseos de las tardes por el campo en busca de nidos, uvas y manzanas. ¡Qué tardes!
Mis padres, Francisco y Celestina, trabajaban duro con sol o lluvia para que no faltara nunca un pan en la mesa.
La secundaria la hice en la ciudad de Valladolid en un colegio de los Hermanos Maristas. Fueron años de juego y amistad y de acercamiento a la lectura: Robinson Crusoe, La Ilíada, El tesoro de la juventud.
Recuerdo que mi primera experiencia de escritura fue hacer un diario en una libretita durante un mes y medio.
Luego, preso de mis sentimientos, empecé a escribir mis primeros poemas.
La música y la poesía a mis 16 años, eran mis amigas inseparables.
A los 18 años llegué a Lima, donde me impactó tremendamente el mar y las gaviotas.
En ese tiempo estudié educación (5 años) y leí mucha poesía cautivándome Lorca, Antonio Machado, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Neruda, Eguren, Vallejo, Javier Heraud.
Justamente los primeros libros que publiqué fueron de poesía.
A mis 24 años tenía escritos dos poemarios fruto de un corazón enamorado, pero el primer libro que publiqué fue Canto de Gorriones en 1986, poemario con el que gané el Primer Premio Nacional de Literatura Infantil.
Ya entonces, estaba casado y tenía mis tres hijos con quienes jugaba y disfrutaba contándoles cuentos.
Luego, el fervor por la poesía infantil se incrementó y publiqué los libros Magia de Primavera (1989) y Camino del Arco Iris (1991), ambos galardonados nuevamente con el Premio Nacional de Literatura Infantil causando un suceso único.
Entonces, sí, con la alegría de los premios me animé a publicar mis primeros poemas juveniles: Contigo Siempre/Algo Vital (1992), una exaltación del amor y la vida.

La llegada a miles de lectores, sin embargo, ocurrió con la publicación del libro Hola caracol (Alfaguara, 1997), un conjunto de poemas breves llenos de humor y musicalidad.
Muchos de mis poemas están en antologías nacionales e internacionales y en los textos escolares.
En ese momento, la crítica opinó que no se había dado en el itinerario de la poesía infantil peruana, un caso tan sorprendente como ejemplar.

Pero en esos años, todavía no me animaba a escribir narrativa.
Fue con Mi amigo el glumpo (Alfaguara, 1998) como empecé mi vocación de escritor de cuentos. Con él descubrí de pronto un mundo lúdico lleno de creatividad desbordante, de imaginación, de comunicación mágica.
Alejo Carpentier decía que los escritores no eligen los libros que escriben, sino que son los libros que eligen al escritor. Creo que a mí me ha pasado eso con este personaje del mundo de los sueños.
Desde entonces, no he dejado de escribir sobre este entrañable personaje de orejas de lechuga y corazón transparente que ronda por mi casa y fascina a tantos lectores.
Tengo publicados en torno a este personaje los amenos y exitosos libros: Mi amigo el glumpo y el unicornio (Cuentacosas Alfaguara, 2003), Dos glumpos son un jardín (Cuentacosas Alfaguara, 2004), El libro de los glumpos (Cuentacosas Alfaguara, 2006) y últimamente Mi amigo el glumpo y el Ave Fénix (Cuentacosas Alfaguara, 2007).
Y todavía hay más inéditos esperando.

Otros libros que he publicado dirigidos a los más pequeños son: Una historia para reír (1990), La Casita Bonita (2001), La ballena azul (Cuentacosas Alfaguara, 2001), Dina y Dani son gigantes (Norma, 2004), y el texto de lectura de 1er grado del Ministerio de Educación (2004).
Debo confesar que me siento muy bien escribiendo para niños, sean estos pequeños o más grandes. Al hacerlo sueño con sus mundos, sus fantasías, sus juegos, sus esperanzas.

Por mi trabajo creativo, he recibido prestigiosos premios que me han animado a continuar: Premio Nacional de Literatura Infantil en 1985, 1987 y 1990; Mención Honrosa en el Concurso Nacional de Poesía “César Vallejo” en 1986; Premio Honor al Mérito como Docente de Creatividad Literaria Infantil en 1983, por el Instituto del Libro y la Lectura; Reconocimiento Institucional a la Creatividad en 1997, por la Biblioteca Nacional; estar considerado en la Guía de escritores e ilustradores Latinoamericanos del Libro infantil y juvenil 27º Congreso IBBY-2000, Bogotá; Finalista en la I Bienal de Poesía Infantil ICPNA 2005…
Pero el mejor premio de todos son los lectores, niños y niñas con los que no me canso de hablar cuando voy a los colegios, con los que me divierto, con los que me enriquezco siempre. Niños y niñas que me escriben entusiastas cartas, que me llaman a veces por teléfono, que me mandan correos electrónicos…
Ellos siempre me piden que siga escribiendo, yo también les digo que no dejen de soñar, que sigan leyendo y escribiendo. Es la única manera de vivir con más intensidad, de vivir otras vidas. No lo olvidemos. Escribir (y también leer) es siempre un excelente medio de enriquecimiento, de mejora personal.

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