César Silva Santisteban
Historias fantásticas Historias fantásticas

Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Expreso, Lima 15/01/05

Detrás de cada relato, el lector diligente podrá advertir la compleja elaboración del artificio literario. Textos que van desde la apariencia del relato histórico hasta los sorprendentes desenlaces del género fantástico. César Silva Santisteban nos entrega un libro prodigioso en su singularidad. Poseedor de una cincelada prosa, Fábulas y antifábulas (Fondo Editorial de la PUCP, 2004) nos evidencia a un escritor seguro de sus recursos expresivos. Rodeado de libros, Silva Santisteban conversa con EXPRESO sobre su libro y sobre el oficio literario en un país como el nuestro.
 

–Una de las características de su libro es que se desmarca de la tradición realista de nuestra literatura.
Quizás sea porque no soy un buen lector de literatura peruana, exceptuando Vargas Llosa y algo de Ribeyro, Bryce, Arguedas. He frecuentado poco la literatura peruana. Vallejo era el principal referente. Yo soy trujillano y por lo tanto era inevitable. Y recuerde que Vallejo tiene Escalas melografiadas, que es un libro que contiene algunos textos fantásticos. A mí me gusta Arreola, Gunter Grass, Kafka, Borges.

–El libro comprende textos que difícilmente se podrían encasillar en un solo género: hay una novela corta, cuentos cortos que me sugieren la idea de pequeños ensayos...
Cada historia se hace sola. Yo soy el más perezoso de todas las personas que he conocido. Este libro, por ejemplo, se ha escrito en 10 años. Nunca tuve una preocupación por la publicación. Simplemente salían las historias, y cada una le impone a uno la forma. Por ejemplo, El cortejo –historia entre onírica y fantástica, de un hombre que busca su ataúd– fue escrito sin mucho pensar. En cambio Los invitados de la última cena –que terminé de escribir en Trujillo– me demoró mucho tiempo, y requirió, además, leer muchos libros.

–La historia, como disciplina, parece estar muy ligada a su proceso creativo.
La historia también es una forma de narración literaria, porque la voluntad de verdad, la necesidad de verdad nunca es satisfecha. Un historiador, o un grupo de historiadores, escribe y describe desde un punto de vista, desde una época, por lo tanto siempre va a dejar de lado muchas cosas y va a poner de relieve otras. Es, quiéranlo o no, una suerte de reinvención del pasado. Y esto no la descalifica. Porque creo que hasta las ciencias más precisas adolecen de esta pequeña dosis de irracionalidad. Hay muchos teóricos de la filosofía y de la epistemología que han notado esto.

–¿Ha leído el Código Da Vinci? ¿Qué le pareció?
A mí me gustó la novela. Creo que los escritores norteamericanos de best sellers tienen algo que a los peruanos nos falta: saben entretener. Y en ese sentido el Código Da Vinci cumple aquello.

–Al leerlo, percibo que cuando escribe usted disfruta del lenguaje.
A mí me gusta, por ejemplo, leer algunos pasajes de Quevedo, por las sentencias, por su estilo brillante. A la hora de escribir, y por eso uso a veces la palabra componer, pienso en música. Y esto no es raro. Kundera también lo hace. Creo que es ese amor a cómo se oyen las palabras. Cada coma da o resta un énfasis. Tenemos toda una música. Por eso a veces las traducciones me desesperan.

–¿Qué es para usted la literatura?
Es un problema. Una y otra vez siento que la voy a abandonar. Siento que llego a los límites, al cansancio, a escribir en un país en donde muy poca gente lee, y eso desalienta. Pero luego uno termina escribiendo por el amor a las palabras, quizás. Para mí la literatura es la historia de la relación de los seres humanos con el mundo. Y una historia que por obligación debe ser estética, poética y filosófica.
 

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