Por Francisco Ángeles
Fuente: La Primera, Lima 05/03/07
El crítico cultural Gustavo Faverón Patriau, después de un paso por la prensa peruana, donde fue editor de las revistas Somos y Visto & Bueno del diario El Comercio, partió hacia Estados Unidos donde realizó su maestría y doctorado en Cornell University. Actualmente es profesor de Literatura Latinoamericana en Bowdoin College (Maine). Mantiene actualizado el blog Puente Aéreo, donde escribe reflexiones sobre diversos temas del ámbito cultural. Conversamos con él para conocer su opinión acerca de la importancia que tiene la carrera académica de literatura, la situación de la prensa cultural en nuestro país, y la aparición de la nueva camada de jóvenes narradores peruanos aparecida en los últimos años.
–Alguna vez dijiste que notas una fuerte corriente antiacadémica entre ex estudiantes de literatura. ¿A qué crees que se debe?
–Creo que el medio académico peruano hace casi explicable esa reacción. Si quieres ser un investigador, un crítico y un maestro universitario de literatura en el Perú, tienes dos y acaso tres lugares donde lo podrás hacer dentro de un buen nivel, y ninguno de esos lugares te da ni tranquilidad económica, ni condiciones prácticas para la investigación. Si te preguntas cuántas personas en el Perú tienen puestos fijos de profesores de literatura en buenas universidades peruanas, es posible que los cuentes con los dedos de tus manos.
–Por lo tanto, ¿todo se reduce a un asunto económico?
–Es económico, pero también institucional. No existen lugares donde desarrollarte profesionalmente. La academia peruana tiene limitaciones debido a la falta de condiciones objetivas para el estudio y la investigación, y un ambiente tan opresivo desencanta a la gente. Es una reacción explicable acabar pensando que la academia es negativa en sí misma cuando en tu vida sólo has conocido una academia minúscula, cerrada, inactiva y limitada. Sin embargo, en el Perú siguen surgiendo críticos interesantes, como Marcel Velásquez, que demuestran que incluso en un clima opresivo se puede trabajar. Pero son excepciones; deberían ser la regla.
–A veces la academia, específicamente la de literatura, parece estar demasiado encerrada en sí misma. ¿Cuál era para ti su atractivo?
–Uno básico: yo siempre he entendido la crítica como un género literario más. Para mí, un escritor es un lector y un crítico es un lector a tiempo completo, de modo que yo veo la carrera académica como si fuera el inicio de mi carrera creativa. La crítica literaria es un ejercicio de aprendizaje, como la antropología o la filosofía. Si uno piensa que la literatura encierra sentidos atendibles, nos describe, nos explica, nos construye, entonces estudiarla es tan importante como estudiar la mente humana o la sociedad.
–¿Pero no es un círculo demasiado pequeño (en comparación, no digo al universo total de la población, sino al de los lectores de ficción) quien la lee?
–Obviamente es un público especializado. Si soy un neurocirujano y escribo estudios sobre la corteza cerebral, tampoco esperaré que me lea todo el mundo, me leerán aquellos que deban hacerlo.
–El punto sería cómo esos conocimientos que la crítica obtiene pueden filtrarse a un mayor número de lectores...
–Para eso está la crítica de prensa. Pero el punto es el siguiente: la crítica de prensa siempre será mejor ejercida por quien mejor haya estudiado la literatura. Si yo un día quiero enterarme de cómo funciona el cerebro humano, prefiero que me lo explique un científico, no que lo haga alguien que sea tan ajeno al tema como yo. Entonces, si quiero leer algo sencillo sobre literatura, claro y al alcance de cualquiera, que lo escriba un crítico de verdad, pero que escriba para todo el mundo.
–¿Hay alguna crítica que hacer, no a la academia en sí, sino a la manera en que la ejercen algunos? Pensaba en el lenguaje a veces indescifrable de algunos académicos...
–El lenguaje de los académicos puede ser difícil porque el tema es difícil o porque el académico no tiene nada que decir. Pero hay que saber distinguir esos dos casos. Hay que tener en cuenta que el lenguaje difícil no debe llevarte a descalificar las ideas. Justo en la mañana estaba viendo un documental llamado Zizek!. Zizek aparece en una escena mirando la tele, y en la tele hay una conferencia de Lacan. Zizek, que es un lacaniano fanático, dice en el documental que Lacan es un posero, que su lenguaje es difícil gratuitamente, que su estilo es lamentable. Pero también dice que nada de eso debe hacernos olvidar que Lacan no está diciendo idioteces.
–De acuerdo, es un ejemplo muy bueno. El problema es que para los no especializados no es fácil darse cuenta qué hay detrás; es decir, si hay ideas o es puro palabreo...
–Claro, la academia debería ser capaz de distinguir, y no siempre puede. Pero también es verdad que la academia en todas las disciplinas genera jergas y lenguajes propios. A la literatura a veces se le quiere pedir que sea la única disciplina académica al alcance de todo el mundo, y no es así. Nadie irá nunca a pedirles a los químicos que dejen de usar palabras de catorce sílabas. Hace tiempo yo vengo diciendo que la crítica académica peruana es nuestro género más fuerte en las últimas generaciones. Es una lástima que sea también el género más marginal.
–Casi no hay ni críticos “periodísticos”...
–Es cierto, la prensa ya no es capaz de percibir la importancia de la discusión cultural. Y cuando digo la prensa me refiero a los empresarios y a los directores, que deberían asumir ese asunto con más responsabilidad. Antes pensaba que todo el problema era que había una visión paternalista de los dueños y directores de medios hacia el público lector, a quien juzgaban incapaz de interesarse en ciertos temas o de acceder a ellos. Cada vez estoy más convencido de que no es paternalismo, sino que los dueños y los directores son genuinamente ignorantes en su gran mayoría, y ven la intelectualidad y el arte como frivolidades, como cosas irrelevantes. Además, claro, de tener una visión comercial muy miope: juzgan que todas las secciones del diario deberían ser mayoritariamente atractivas. Y eso es absurdo. No se puede atraer a la misma cantidad de lectores con la página de artes plásticas que con la página de fútbol de los lunes. Los medios deberían recordar que no son sólo negocios ni únicamente sitios de expresión, sino que son también promotores de cultura y de debate.
–Y eso difícilmente va a cambiar, ya que sería utópico un curso de cultura general o de refinamiento intelectual para empresarios y directores...
–Los directores pueden seguir siendo ignorantes el resto de su vida, y eso no debería afectar la inteligencia de sus medios. Bastaría con que se dieran cuenta de que para dirigir las páginas de cultura se necesita especialistas, igual que con cualquier otra sección, y que le dieran a esos especialistas los medios que le dan a los demás. Nadie confía la sección de economía a un neófito en economía, pero sí se asigna la sección cultural a gente absolutamente ajena al medio cultural. Eso ya no es sólo un signo de desprecio, sino también de ineficacia desde el punto de vista empresarial y comercial. Los medios ven las páginas culturales como relleno.
–¿Se te ocurre alguna salida a esta situación?
–Espero que espacios como los blogs se conviertan en una alternativa un poco más mayoritaria. Ya Mirko Lauer señaló que los blogs literarios son bastante más interesantes que las secciones culturales de los diarios. El hecho de que él lo dijera en su columna de La República es un indicio de que, en algún momento, la mentalidad más creativa de los blogs pueda “contraatacar” y ganar posiciones dentro de los medios tradicionales.
–¿Qué tan al tanto te mantienes de la actualidad literaria peruana?
–Tengo subidas y bajadas, no estoy perdido, pero no es mi interés fundamental, aunque parezca paradójico. Tengo la percepción de que hay una generación muy joven de escritores que quiere que los críticos escriban sobre sus libros antes de que ellos escriban los libros. Yo creo que es en gran parte una consecuencia de las expectativas de mercado que tienen. Por eso, los escritores jóvenes no parecen muy interesados en lo que los críticos digan sobre ellos, en entrar en un diálogo con lo dicho por la crítica (incluso si es un diálogo casi privado). Les importa que el crítico diga que el libro es bueno y reniegan si dijo que es malo. Pero no reaccionan ante el contenido de las críticas. Es como si sólo les interesara la frase que pondrán en la contratapa...
–La cuestión es si acaso existe una crítica a la altura para que sea adecuado entrar en diálogo...
–Eso es cierto. Los escritores tienen todo el derecho del mundo de que sus libros no los critique un neófito o un arrogante o un bilioso que no dirá nada interesante sobre ellos.
–Me llama la atención que ahora se hable de una nueva generación, de un boom de narradores. ¿No se decía exactamente lo mismo en los noventa?
–Claro. Es que ahora le llaman generación a lo que antes llamaban promoción (risas). De los nuevos narradores me parece que Castañeda y Alarcón están más cerca de consolidar una obra y un universo ficcional propios, o quizá ya lo hicieron. Neyra tuvo un primer libro mejor que el segundo, y eso ha conducido a cierta gente a hablar de que su crecimiento se ha detenido. ¡Es absurdo! ¡Es su segundo libro!
–Algo similar se dijo de Castañeda después de Hotel Europa...
–Con Castañeda creo que el error es mayor, porque Hotel Europa es un libro superior al primero. Tiene baches y problemas, pero son los baches y los problemas que sólo se puede poner a sí mismo un escritor con gran talento, con gran imaginación y con una intuición importante de que quiere hacer algo propio y distinto.
La primera novela y el blog de Quipu
–¿Tienes en mente publicar algo de ficción?
De hecho, estoy terminando mi primera novela. Y también estoy corrigiendo mi tercer libro. Publiqué en España un libro de historia, luego en Lima la antología, y ahora he terminado mi primer libro de crítica y estoy por terminar mi primera novela.
–Cuéntame algo sobre la novela...
–Es una novela de misterio, pero también es una reflexión sobre la posibilidad de construir una historia nacional a partir de momentos límite, como los años de la violencia en el Perú. Pero es una novela escrita completamente en clave alegórica: no vas a ver en ella terroristas y policías, ni bombas, ni nada demasiado realista, aunque se basa en un hecho real.
–El hecho real, ¿se puede decir o es top secret?
–Es muy secreto, sí. De todas maneras, te puedo decir que los eventuales lectores no necesitan saber cuál fue el hecho real para disfrutar o comprender el libro.
–¿Ya tienes editorial, fecha de publicación?
–No, no tengo nada de eso. Estoy buscando un tiempo para terminarla, espero que a mitad de año esté revisada y lista para ser enviada a un editor. Pero por ahora no tengo eso en mente, sólo me importa encontrar exactamente el final que quiero. Y también quiero que quede claro que para mí escribir crítica y escribir ficción no son dos ejercicios muy distintos. Ahora mismo sé claramente cuál es el tema sobre el cual escribiré mi siguiente libro. Y sin embargo, no tengo claro si será un libro de ficción o uno de crítica.
–Hablemos un poco sobre tu blog Quipu. ¿Hay algún escritor antes desconocido publicado allí del que te sientas especialmente orgulloso?
–Para mí es difícil saber quiénes eran desconocidos del todo antes, porque yo no estoy metido en ese mundo en Lima. Pero me enorgullece que gente como Ezio Neyra, Luis Hernán Castañeda, César Gutiérrez y varios otros, que ya tienen una carrera y cierto reconocimiento, hayan enviado sus cosas a Quipu. Y que autores consagrados como Alonso Cueto hayan publicitado el blog en la prensa y comentado textos de escritores novatos. Siento que eso es un gran respaldo para los autores nuevos que aparecen allí. Les da la sensación cierta a los nuevos de que son recibidos dentro de una comunidad de escritores. En un medio donde la paranoia de las argollas y el rechazo, y también la marginación real, son la moneda corriente, esa apertura de algunos escritores para aparecer junto a los nuevos me parece notable.
Perfil
Gustavo Faverón Patriau es autor del libro de historia Rebeldes: sublevaciones indígenas y naciones emergentes en Hispanoamérica en el siglo XVIII, publicado en Madrid el año pasado por Tecnos. También en 2006, publicó la antología Toda la sangre: cuentos peruanos de la violencia política (Editorial Matalamanga). Tiene a su cargo los blogs Puente aéreo (www.puenteareo1.blogspot.com) y Quipu: cultura descentralizada (www.quipu1.blogspot.com), en el que sus lectores tienen la posibilidad de publicar cuentos y poemas, y ser comentados por otros.