Por Miguel Ángel Cárdenas M.
Fuente: El Comercio, Lima 22/02/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-02-22/la-alta-poesia-bajitos.html
MUNDO JOVEN. "Palabras mayores" se llama el libro que las educadoras Elbi Bravo y Sylvia Cocchella han editado con las frases, ocurrencias y fantasías de los niños de un nido en Chaclacayo. Muchos escritores los califican como versos naif y surrealistas.
Cuando Gabriel Omar tenía 3 años, le gustaba galopar en las ramas de los árboles de su casa de Chaclacayo. Una tarde pidió a su mami que le moviera la rama para que el caballo fuera más rápido. Ella sacudió tanto el árbol que cayó mucho polvo y este le cegó los ojos... Acercando sus ojos a Gabriel le preguntó:
-Hijito, fíjate qué me ha entrado a los ojos.
Gabriel Omar miró los ojos de su madre y, sorprendido, le dijo:
-¡Mamita, en tus ojos estoy yo!
Este debió ser también el perenne y universal descubrimiento de poetas como Fernando Pessoa para escribir de mayores: "Lo comprendí con los ojos, jamás con el pensamiento" en aquel poema sin adultez que termina: "Un día me sentí dormido como un niño / Cerré los ojos y dormí / Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza".
Ojos de poetas de la naturaleza en los pequeños del nido La Casita de los Niños, de Chaclacayo, es lo que Elbi Bravo y Sylvia Cocchella ayudaron a crecer hace 23 años, cuando comenzaron el proyecto. Un ejemplo que tenía antecedentes en Reggio Emilia, en Italia, como cuenta Sylvia: "Después de la guerra, los padres de este pueblo deciden restaurar todo a partir de una escuela de infantes. Era reconstruir la infancia, para ser diferentes, fue un trabajo con un educador que se llama Loris Malaguzzi". Lo mismo pasó en el Perú con ellas, porque comenzaron en la época del terrorismo con el arte como chaleco antipesares. Según Elbi: "Era aferrarse a la vida, a la esperanza, a la alegría: a la infancia".
Echados en el jardín mirando el cielo.
-¡Miren, un águila!, dice Amalia (3).
- No, es un gavilán, dice Noemí (3).
- No, ¿ya? Es un 'aguilán', responde Alejandra (3).
- A ver, cuéntame un cuento cochino.
- Había una vez una goma y 'gomitó'. Willy (3).
Miraba que en el cielo había un halo alrededor del Sol y dijo: "¡Miren! ¡El hula-hula de los angelitos!". Piero (3).
Cuando el poeta Arturo Corcuera leyó el libro escribió: "Los niños nacen poetas y la vida les va quitando este don celeste con el que son capaces de columpiarse en los anillos de Saturno... Solo algunos pocos, los elegidos por los ángeles, continuarán viendo dragones; conviviendo con los gigantes que más de una vez se han roto la cabeza chocándose con la punta de una estrella; se les acabarán las ganas de pavimentar las calles con leche Nestlé o de jugar con el aro de la luna, como lo soñaba Carlos Oquendo de Amat, ese tierno mago sutil que tenía una novia alucinante: hacía crecer con la mirada la hierba de los prados".
Elbi y Sylvia caminaban con los niños conversando con los árboles: "¿Y este árbol qué sabrá, a qué personas habrá visto pasar?, les preguntábamos. Y surgía cada historia". Daban clases de cocina con recetas de brujas e inventaban conjuros para arrancar risas a los adultos: "Hacíamos clases todas las noches, solo con velitas para que fuera un ritual. Llevábamos linternas y entrábamos al jardín para ver a los animales nocturnos y contar cuentos a la luna llena, los duendes y las constelaciones". Inventaban cantos de espera y jolgorio en un cerro para ver pasar el tren. La naturaleza de Chaclacayo se prestaba para ir a los ríos y ensayar las preguntas más inusitadas: ¿Qué pasaría si el mar estuviera arriba en el cielo? Y recibir respuestas preciosas e inocentes. "¿Dónde duerme Dios? En una cama blanca con dibujitos de Mickey Mouse", por ejemplo.
Todo era un placer, un juego sabedor, según Elbi, formada en la pedagogía infantil de La Escalerita y Retama, y quien repite también esta experiencia con 42 niños en un pueblo de Carhuaz.
Joaquín estaba muy enfermo y le preguntó a su mamá:
-¿Me voy a morir?
- No, hijito, vamos a rezarle al Señor de los Milagros para que sanes prontito.
- ¿Mami, el Señor de los Milagros es hermano del Señor de los Anillos?
-¿En la 'inglesia' hablan inglés? Alejandra (4).
-Mi papi está muy des... gastado. Ha comprado muchas cosas y ya no tiene plata. Fiorella (3).
La espontaneidad. La fantasía. La ternura. La pureza. "A la sociedad ya no le importan estos cuatro aspectos, te racionalizan, te hacen funcional, solo importa tener un trabajo, ganar dinero. Pero el mundo de los niños no es así. No se ha contaminado. Deberíamos guardar ese niño interior, creativo, poeta", es la propuesta de estas dos educadoras que saben que la energía de la maestra es básica. "Los maestros se apuran mucho, quieren lograr el objetivo de clases, lo hacen rápido, se estresan, gritan. Cuando uno habla bajito, el niño está tranquilito, se pone en silencio para escucharte. Igual como con los padres, una maestra estresada provoca niños hiperactivos, cansados o con la energía desordenada".
- Ya me voy, porque por fin encontré mi poncho de cabeza. Diana (4), poniéndose su chullo.
- Cólico es cuando te duele la barriga y se te cae tu nariz de la cara. Ariana (3).
- El temblor está en el cielo. ¡Cuidado que te caiga el temblor en la cabeza! Noemí (3).
- Yo voy a amarrar al temblor con un pasador, para que no se mueva más y para que le nazca una plantita... Matías (3).
- Yo salí corriendo y el temblor se quedó llorando... Gabriela (2).
- Estaba en el parque, vino el temblor y me molestó. Con un palo rompí su poder y después me lo comí y quedé gordo. Augusto (4).
Podían ser como hermanas mayores cómplices, pero dicen que nunca perdían la disciplina. Esta suele tener el componente del miedo, pero "éramos tan felices que las normas eran un acuerdo de amor. Entonces no te da por romperlas y si las rompías, era porque algo pasaba. Y lo veíamos seriamente. Tener los límites claros les daban seguridad", cuenta Elbi. Por esto no había problema cuando juntaban niños de 3 a 5 años. "El niño chiquito aprende mucho del grande y este aprende a ser compasivo, a tener paciencia".
- Hay secretos que son sueños. Lilian (4).
- ¡Mira! Una 'carántula'.
- ¿Qué es una 'carántula'?
- Es la cara de una tarántula. Diana (5).
- ¿Qué es una 'abruja'?... Es la aguja de una bruja. Darío (5).
- ¡Cuidado que te pueden 'agujar'! Amy (5).
Los pequeños de 2 a 5 años de esa época ya son jóvenes veinteañeros. Muchos se han sorprendido de lo que eran capaces de imaginar, como Francisca, quien a los 2 años y medio le pidieron inventar un cuento con pocas palabras (según Cucha del Águila, la narradora de historias, en Europa hay concursos para contar cuentos clásicos con siete palabras). Ella lo hizo con cuatro: "Capishita loja... Ablita... Lobo... ¡Auch... ilio!". Darío jugaba con dos títeres en cada dedo: uno se llamaba Kitaro y el otro, Silvio Rodríguez. Y cuando le preguntaban qué había traído en su lonchera contestaba: "Cachi... baches". La relación de los ex alumnos con el nido es vertebral, como cuenta Sylvia: "Muchos llegan de pronto, me abrazan y me dicen: 'un ratito quiero entrar' y se van a la poza de arena, no hablan, solo recuerdan sus vivencias, las saborean. Otro vino justo en el momento de escoger su carrera, una que ya es psicóloga ahora trabaja aquí y dice que aquí es libre". Como decía el poeta Rilke: "La verdadera patria de un hombre es su infancia".
- Hay leones que son tigres cuando se disfrazan. Andy (4).
- Por la esquina de la calle del nido pasa el 'microlectivo'. Aarón (4)
-En la casa de la luna vive Christian Luna. Diana (5).
- ¿Mami, por qué siempre me persiguen las estrellas? Marisel (3).
-¿Tienes frío, Gabriela?
- No.
- ¿No tienes frío? ¿Seguro?
- No, ya te dije. ¡No tengo frío, ni seguro! Gabriela (4)
- Yo ya me había bañado cuando fui a mi bautismo y allí... ¡me mojaron otra vez! Noemí (4).
- ¿Sabes? Dios se subió a un avión. Y el avión se estrelló. Y Dios murió.
- ¡No! ¿Ya? Dios nunca muere, porque cada vez que muere re... re... re... ¡resiste! Cristhian (4) y Marcela (4).
"Los adultos vivimos el pasado, el futuro. Estamos enrollados con cosas mentales. Los niños viven el presente", sostiene Elbi. Su propuesta es una forma de prevenir lo que está sucediendo: la neurotización de los niños, hasta ellos llegan las presiones y la rapidez de la muerte moderna. Ellos tienen su propio tiempo mágico, pero eso no significa que puedan ser subestimados. Los pequeños de La Casita de los Niños sabían que cuando se apagaban las luces y se encendían las velas azules comenzaba la hora de la poesía, donde no les leían cualquier cosa superficial, sino quizá a Eguren o el "Oh, hada cibernética" de Belli. "Eran poemas de primera, y los escuchaban, no era para entenderlos sino porque la poesía es ritmo, para que suene". Y suena hasta hoy, que el proyecto en el nido continúa anidando artistas de las palabras.
Malena le dibuja un animalito con una cola larga.
- Qué lindo animalito, Malena.
- Sí, es lindo, pero no le toques la colita, mamá.
- ¿Por qué?
- ¡Solo los niños lo sabemos!