Juan Acevedo
La celebración de la tinta

Por Enrique Planas
Fuente: El Comercio, Lima 13/09/09 http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/celebracion-tinta/20090913/341164

Pronto cumplirá 60 años. El historietista y humorista gráfico Juan Acevedo ha llegado por fin a la edad de los homenajes. Casualmente, el 26 de noviembre no solo celebrará su cumpleaños, sino también cuarenta años de carrera como dibujante profesional. Por cierto, el día marca también los aniversarios de Charles M. Schulz y Roberto Fontanarrosa, desaparecidos maestros del noveno arte. “Cuando lo descubrí, me quedé muy complacido en mi pequeño gran ego de historietista peruano”, comenta Juan burlándose de las falsas modestias. Para hacer el asunto aún más cabalístico, también en noviembre, el 19 para ser exactos, su personaje más representativo, el Cuy, cumple 30 años de vida sobre el papel impreso. Juan espera ver publicada, antes de fin de año, una antología dedicada a este entrañable roedor de izquierda. El año pasado hizo lo propio con “Paco Yunque”, su versión al cómic del cuento de César Vallejo. Siguieron luego la recopilación de “La araña No” y la reedición de “Ciudad de los Reyes”, su obra socialmente más corrosiva.

“La verdad, 60 años suena a bastante. Mi sentimiento es ambivalente. No estoy preparado para los 60, porque me siento física y anímicamente como un cuarentón que trabaja todo el día en lo que le apasiona, pero en mis papeles dice que tengo 59 y comienzan los colegas a hacerme reconocimientos que me hacen tomar conciencia de que ya debo estar viejo”, acota poniéndose serio. Pero pronto se le pasa.

¿El hecho de cumplir 60 años te impulsó a publicar buena parte de tus trabajos anteriores?
Si pudiera, habría publicado todo lo que he hecho en libro. Pero aquí nadie te toca las puertas para publicar tus obras completas. Creo que, si uno puede, vale la pena rescatar historietas que, de otra manera, se perderían en los medios donde se publicaron. Quizá las encontraría algún investigador en las hemerotecas, pero no el público.

Durante muchos años corriste solo como historietista peruano. ¿Cómo viviste esa soledad del oficio, sin colegas a la vista?
Muchos años sentí que trabajaba en un paisaje árido, en que no existían otros animales cerca. Creyéndome el único allí...

¿Pensando en la extinción?
(Ríe). Siempre tuve confianza en que había otros artistas también, pero que no encontraban la oportunidad. Yo fui muy terco en todo este tiempo para apostar por hacer historietas. En los años 90, con el concurso de Calandria, aparecieron Marcus, Álvaro Portales, Vania Portugal, Juan Carlos Rodríguez, César Chávez y, con el Club Nazca del diario “Página Libre”, lo hacen Javier Prado, Andrés Edery, Rubén Sáez, Carlos Castellanos, Raúl Kimura. Surgió toda una generación de dibujantes. No es que antes faltaran, siempre hubo gente que hacía historietas, pero en ese caso se sintió el vigor de una nueva generación.

Mientras tanto, había desaparecido buena parte de la oferta de historietas en el país. ¿Cuál fue la causa de ello?
Por varias razones. La que más se cita tiene que ver con el decreto del gobierno militar que prohibió la importación de historietas. Sin embargo, no creo que esa fuera la única causa, ni siquiera la causa determinante. Fue un fenómeno presente en otros países también. En todo el mundo la historieta se ha replegado, reemplazada en parte por el manga y otro tipo de revistas, con la aparición de los videojuegos e Internet. Desde los años 80, la historieta entró en crisis y por ello se sofisticó. Apuntó ya no al público masivo por el que había nacido, sino a pequeñas cofradías.

En la presentación de “Ciudad de los Reyes” en la reciente Feria del Libro, Jorge Bruce comentaba, a propósito de los dibujos en los que denunciabas el racismo y el abuso de poder en el Perú de los años 70, que podría ser un libro dibujado este año. ¿Compartes su pesimismo?
No sé si fue pesimista. A mí me pareció realista. Pero también algunas cosas han cambiado: ahora ya no se ven tantos militares como entonces. Ya no están en primera fila. Ahora están en segunda fila, y algunos de manera lamentable en el VRAE, sin estrategia y abandonados. Antes se temía que los generales actuaran contra la libertad de prensa; hoy, de vez en cuando, aparece algún almirante retirado que ataca a la prensa o a las ONG.

¿Cuánto te fastidia que siempre te exijan un discurso político en las historietas que publicas?
Es verdad que la historieta en el mundo está mas libre de la política que entre nosotros. Es decir, puede ser política, pero no necesariamente. Es pesaroso que a un humorista gráfico se le exija, se le demande, se le presione para que haga política. Tiene que ver, creo, con un desarrollo tendencioso del periodismo en países como el nuestro, con relativamente escaso desarrollo editorial. Cuanto más grande sea el movimiento editorial en un país, encontraremos más posibilidades para la historieta… de aventuras, románticas, de suspenso, de ficción, cómicas…

¿Cuál fue la primera historieta que te hizo pensar que podrías dedicarte a este oficio?
En mi infancia, leyendo las historietas de “El llanero solitario”, sentí que me gustaría hacer algo así. Veía la forma como dibujaban los sombreros de los vaqueros ya con un interés de dibujante. ¡Recuerdo el olor de esas historietas recién compradas! ¡Cómo me gustaba el olor de la tinta fresca! También me gustaba mucho el conejo Bugs, la Pequeña Lulú cuando se perdía en el bosque como niña pobre, en esos cuentos que le narraba a Memo… Entre las peruanas, me marcaron las historietas “Avanzada” y “Supercholo”. Me agradaba saber que reflejaban nuestro país. Luego, a los 16 años, el descubrimiento de la revista “La Codorniz”, con humoristas como Chumi Chúmez, fue un impacto tremendo. Descubrí que había un humor que no era el de los muñequitos de los periódicos, sino otro tipo de dibujo, con pincel grueso, de expresión mayor e ideas.

¿Algún autor te “enseñó” a dibujar?
Creo que hubo un antes y un después en mi trabajo al pasar por la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Católica. Antes de eso, mis dibujos tenían que ver con los dibujos estilizados de “La Codorniz”. En la facultad, Julia Navarrete, gran pintora y excepcional maestra, me dijo literalmente: “Juan, si quieres aprender a dibujar, debes olvidar todo lo que has hecho hasta ahora”. Y tenía toda la razón. Luego, no sabría decir si marcaron mi estilo, pero me interesaron mucho las historietas de Carlos Jiménez, Schulz, Fontanarrosa, Quino, Will Eisner, Tardi, Corben y Hergé. Este último, sin ninguna duda, me ha marcado tremendamente. Algo que podríamos reclamarle a Hergé, comprendiéndolo desde luego, es la serie de terribles fallas históricas de “Tintín en el Templo del Sol”, desde sus dibujos de un mapa mutilado hasta sus nevados ubicados en el Callao…

A propósito, recientemente las bibliotecas públicas de Nueva York han decidido retirar el libro “Tintín en el Congo” por su mirada racista y colonial de África. ¿Qué piensas de ello?
Me parece una idiotez. Es probable que ese libro tenga algunos rasgos racistas, pero es un testimonio de su época. ¿Vamos a prohibir entonces toda la literatura del siglo XIX que contenga algún comentario racista? Es una locura. Lo que tenemos que hacer es reconocer el racismo que hay dentro de nosotros mismos.

Otro autor del que eres confeso admirador es Stan Lee, el padre de los superhéroes de la Marvel. ¿Qué te interesa especialmente de su obra?
Su imaginación. Es un genio para construir personajes. Lee supo mantener su independencia y ser crítico y contestatario trabajando al interior del sistema. Disentía de la guerra de Vietnam y lo manifestaba a través de sus personajes. Rompió el molde con el que antes se imaginaba a los superhéroes. Por eso me parece irónico cuando llega la noticia de que Disney adquirió a los miles de personajes de la casa Marvel. Yo me encojo de hombros, son las reglas del sistema capitalista en que vivimos, no hay otro a la vista.

¿No te parece lógica la sintonía entre Disney y Marvel? Ambos tienen que ver con el sueño americano, finalmente.
Definitivamente, pero Marvel es mucho más interesante. La Disney era inmensamente “cabrona”. Sin embargo, que compre la Marvel es una muestra de que ha sabido “agiornarse”.

En los últimos años, ha cambiado radicalmente la forma de consumir historietas. Hoy pueden leerse por Internet, incluso en un teléfono celular. ¿Crees que el cómic en papel está en vías de extinción?
Siempre es difícil adivinar el futuro. Sin embargo, creo que no debemos cerrarnos a esa posibilidad. La era del papel terminará algún día. El “New York Times” anuncia ya que en pocos años dejará de publicarse de manera impresa, pues todo será vía electrónica. Aquí los chicos compran sus cómics en el C.C. Arenales copiados en un CD. ¿Por qué cerrarnos a esa posibilidad? Eso no significa la muerte de la historieta. Más que pensar en tinta y papel o en soportes digitales, lo que interesa es cómo la imagen se aúna con la palabra, la capacidad del ser humano para expresarse en imágenes.

ENFOQUE
El Cuy, el más longevo roedor
El 19 de noviembre de 1979, hace 30 años, en el semanario “La Calle”, Juan Acevedo publicó la primera tira del que sería su más famoso personaje. “El Cuy no fue político porque alguien me lo pidiera, sino porque yo sentía así la realidad”, advierte su autor.

“El Cuy entra a lo político dentro de lo cotidiano y replantea los modelos que por entonces teníamos las personas de izquierda. Iconográficamente hablando, el izquierdista era un obrero robusto que llevaba una bandera roja y el puño en alto. El Cuy alguna vez levantó el puño, pero le quedaba muy gracioso”, cuenta Juan.

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