César Vallejo
Nostalgia por la niñez en “Cuneiformes” de Escalas
Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
Desamparo, sufrimiento, adversidad, reflexión, soledad, pero también nostalgia. En las estampas que conforman “Cuneiformes” de Escalas (1923), César Vallejo no consigna únicamente los sinsabores de la dura experiencia carcelaria, sino también aquella luz liberadora que se abre con la nostalgia, sentimiento de plenitud moldeado principalmente en la imagen familiar y, aun específicamente, en la niñez, contenidos recurrentes además en los diferentes estadios de su poesía. Para Antonio Cornejo Polar el asunto es claro: «Los relatos de ‹Cuneiformes› están localizados en la cárcel (…) un tenso, agobiante y malsano ambiente que proyecta al escritor-preso hacia la menos agobiante zona de la supra-realidad y de lo onírico, a veces con incidencias en los recuerdos de la infancia»1 .
Sin duda, son dos los momentos vitales de la manifestación de la nostalgia por la niñez: aquel que corresponde a la breve descripción del desayuno de la infancia en la casa paterna (“Alféizar”), pero antes, y de modo particularmente erótico-onírico, el que está representado en “Muro antártico”. Esta estampa, que crece técnicamente por haber sido elaborada bajo los efectos de un modelo narrativo que entrecruza el sueño (la parte que nos interesa) con lo real, permite ingresar en una de las aristas más inquietantes dentro de la aventura vivencial que constituye el reavivar la historia personal: el descubrimiento sexual, tema que, por cierto, guarda vinculaciones con los poemas “XI” y “LII” de Trilce, tal como lo advierte Luis Monguió2 .
I. “Muro antártico” o la nostalgia por el descubrimiento sexual
A través de “Muro antártico” y dentro de la fórmula del monólogo interior, el narrador-personaje nos remite hacia una ‘nostalgia erótica’ donde la primera frase («El deseo nos imanta»3 ), sola, vertida como una insólita salpicadura que produce un inesperado giro en la dirección argumental del libro (pues nadie la imaginaría en una situación de encierro que da más para la expiación y el dolor humano), funciona muy bien si lo que pretende el autor es sorprender al desavisado lector. Entonces se nos embarca en la artística descripción de un orgasmo que, lenta pero sugestivamente, va dando cuenta de lo que se describe y que se encuentra dentro de un estrato ficcional aun más interno, el de un sueño.
Y sin embargo este solo es el marco para percibir posteriormente, tras la presencia del primer escenario ficcional donde ocurren los hechos (el mundo real del encierro carcelario), que de lo que se trata es de una forma de nostalgia relacionada con el deslumbramiento sexual encuadrado en el ámbito familiar, o, de modo específico, en la imagen de un miembro de la familia, la hermana. «¿Por qué con mi hermana? (…) ¿Por qué con mi hermana?» 4 se pregunta y se repite el narrador-personaje, poniéndonos sobre aviso de que tiene fiebre, sufre, en un afán de explicar (¿explicarse?) que un sueño erótico con su propia hermana («…que a esta hora estará seguramente durmiendo en apacible sosiego…»5 ) podría no ser otra cosa que producto del delirio producido por un descanso intranquilo, alucinado, propio de la condición de encierro: «Me revuelvo en el lecho. Rebullen en la sombra perspectivas extrañas, borrosos fantasmas…»6 .
Pero, líneas más adelante, la manifestación erótica torna en una directa evocación, o mejor, en una invocación de la evocación: «Oh carne de mis carnes y hueso de mis huesos! ¿Te acuerdas de aquellos deseos en botón, de aquellas ansias vendadas de nuestros ocho años? Acuérdate de aquella mañana vernal, de sol y salvajez de sierra, cuando, habiendo jugado tanto la noche anterior, y quedándonos dormidos los dos en un mismo lecho, despertamos abrazados, y, luego de advertirnos a solas, nos dimos un beso desnudo en todo el cogollo de nuestros labios vírgenes; acuérdate que allí nuestras carnes atrajéronse, restregáronse duramente y a ciegas…»7 . La hermana es un sujeto erótico, cierto, pero las imágenes ofrecidas dan cuenta de un evidente afán por remarcar particularidades infantiles («nuestros ocho años», «habiendo jugado tanto», «labios vírgenes»); lo cual, junto con el indudable tono evocativo, produce una manifiesta nostalgia por la niñez. Una niñez instintiva, con la pureza que origina la vida despejada del campo («mañana vernal», «salvajez de sierra»), esa que, aun después de lo acontecido (descubrimiento sexual) se mantendrá incólume: «y acuérdate también que ambos seguimos siendo buenos y puros con pureza intangible de animales…»8 .
De esta manera, los contornos oscuros que levantan aquella niñez nativa y que es llevada como un secreto húmedo e íntimo durante la vida, la del deslumbramiento que desnuda la inocencia y marca para siempre la conciencia, es evocada con ternura por el narrador-personaje, funcionando como percutor de la melancolía y produciendo eficacia en la textura del relato, llevándolo hacia la exaltación existencial, hacia la excelsitud que es fuente y destino de la sensibilidad; por ello quizá narración y personaje se funden en este final de exclamación: «¡Oh Soberana! (…) ¡Sé toda la mujer, toda la cuerda! ¡Oh carne de mi carne y hueso de mis huesos!... ¿Oh hermana mía, esposa mía, madre mía!...»9 .
II. “Alféizar”, desayunando el recuerdo de la infancia
“Alféizar” nos ofrece desde el título una suerte de connotación de la nostalgia. ¿Para qué podría servir sino un alféizar (entre otras cosas) sino para apoyar en él el continente de las cavilaciones, es decir, la mano que sostiene la cabeza, una cabeza que se detiene desde los ojos a experimentar, en la condición de encierro, el horizonte pleno de la nostalgia?
Pero “Alféizar” guarda por supuesto, a partir de su contenido, un mensaje mucho más palmario que el originado por la nostalgia. Allí está, directo, el recuerdo, la añoranza por la infancia perdida, argumento, ya hemos dicho, visitado en significativas ocasiones por Vallejo; mas, en lo particular, de clara vinculación con los poemas “El pan nuestro” de Los heraldos negros y “XXIII” de Trilce.
Poniendo la modesta mesa («desnuda mesita»10 ) en la celda para desayunar, el narrador-personaje ingresa por segunda vez (siguiendo el hilo argumental de las estampas) al plano evocativo: «todo este aroma matinal y doméstico, me recuerda mi paterna casa, mi niñez santiaguina…»11 . En este espacio mental, la escena parece dibujarse más clara con relación a la de “Muro antárquico”, y esto es así tal vez debido al lenguaje, que es llano, descriptivo, menos surrealista; y debido a que las condiciones de la cotidianeidad en la realidad ficcional (la mañana, la claridad, los utensilios –mesa, tazas, etc. –) ayudan en el logro de una evocación nítida, y, en este sentido, una nitidez que se vuelca en la misma actividad que el narrador-personaje lleva a cabo, el desayuno: «aquellos desayunos de ocho y diez hermanos de mayor a menor (…) entre ellos yo, el último de todos, parado junto a la mesa del comedor (…) en la izquierda mano un bizcocho entero…»12 .
Es todo. Luego, el narrador-personaje, embarcado nuevamente en esta nave, ofrece chispazos, acotaciones, detalles que acentúan características del propio autor, las cuales nos devuelven a ese Vallejo marcado por una niñez contundente y plena desde el ambiente doméstico: «¡Ay!, el pequeño que así tomaba el azúcar a la buena madre, quien, luego de sorprenderle, se ponía a acariciarle, alisándole los repulgados golfos frontales»13 , imagen tan parecida a la siguiente anécdota ofrecida por André Coyné en su perfil biográfico sobre el vate santiaguino: «El muchacho solía atizar el fuego del horno donde se cocía el pan familiar, y aprovechaba para sacar panes a escondidas, que ocultaba bajo su almohada para comérselos de noche; cuando lo sorprendieron en sus banquetes nocturnos, declaró a sus padres: ‹Estoy soñando que estoy comiendo el pan que hemos amasado›»14 .
Las necesidades de la experiencia carcelaria se constituyen, entonces, en la apertura para el retorno sensitivo al calor de hogar, a la mesa familiar, a la calidez de ese desayuno que se configura mejor en los recuerdos de la infancia.
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1 Cornejo Polar, Antonio. «Novelas y cuentos completos de César Vallejo», en César Vallejo al pie del orbe. Artículos y poemas en homenaje al primer centenario de su nacimiento. Selección y prólogo de Néstor Tenorio Requejo. Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales y Educación de la Universidad Pedro Ruiz Gallo. Chiclayo, 1992. P. 29.
2 Monguió, Luis. César Vallejo. Vida y obra. Editora Perú Nuevo. Lima, s/f. p. 132.
3 Vallejo, César. Escalas. Edición facsimilar. Sinco Editores. Lima, 2023. p. 11.
4 Vallejo, César. Op. cit. p. 12.
5 Op. cit. p. 12.
6 Op. cit. p. 12.
7 Op. cit. p. 13.
8 Op. cit. p. 13.
9 Op. cit. p. 14.
10 Vallejo, César. Op. cit. p. 27.
11 Op. cit. p. 28.
12 Op. cit. p. 28.
13 Op. cit. p. 28.
14 Coyné André. «Apuntes biográficos de César Vallejo», en Mar del sur, n° 8, 1949.