Un gran año creativo
Recuento literario peruano 2022


Por Ricardo Ayllón
Fuente: Librosperuanos.com
Enero, 2023

Para nadie es un secreto que de un tiempo a esta parte el Perú vive un verdadero boom creativo, aparecen cada año más autores en los diversos géneros literarios y extraliterarios, y surgen nuevas propuestas en especies como la ciencia ficción, la biografía, el cómic o la escritura en lenguas originarias. Se vive también un despertar del soporte digital, libros nacionales que se conocen en esta única versión y que recorren el mundo solo por plataformas virtuales. En suma, no solo la diversificación, sino una real globalización, en una suerte de gran competencia creativa. Dentro de este panorama, resulta imposible conocer la totalidad de publicaciones en todo el país. Este recuento es solo una aproximación de lo aparecido este 2022 en Lima y nuestras diversas regiones, con la intención de gestar una mirada amplia, descentralizadora y equitativa.  
 
En poesía vale destacar la aparición de Canto, de Igor Yupanqui (Huaraz, Áncash), donde el caligrama y la poesía visual parecen renovarse por la audacia de su planteamiento. Con 11:11, Natalia Roncal recorre su feminidad y ofrece imágenes de ansiedad, dolor íntimo y una necesaria mirada interior. Hay que prestar atención a lo ofrecido por los tres libros ganadores del Copé, Ciertas formas del fuego, de Daniel Arenas; Buey manso o doce cantos para disuadir al matarife (con interludios), de César Olivares Acate (Trujillo), y Cinco días en Huarochirí, de Miguel Gil Castro (Oro, Plata y Bronce, respectivamente), fórmulas que demandan una mirada a la marginalidad del Perú profundo, sin perder lirismo ni imaginación. Azul mar sobre noche estrellada, de Julia Yepjen (Chocope, La Libertad), obtuvo el primer puesto en los I Juegos Florales de la Universidad Nacional de Trujillo, y con ello demostró que no le huye a las exigencias creativas de la unidad temática.
 
Cincuenta años después, Roberto Rosario (Caraz, Áncash) se animó a reeditar Apocalipsis, largo poema que, pese a la tragedia de su base telúrica, no ha perdido actualidad. En Agoniza la palabra, de Juan Cristóbal, aprendemos que la emoción lírica puede sostenerse muy bien en el ensayo social. Con Sopa de letras, Lula Cutimbo (Tacna) acude a los sabores nacionales para convertir en poesía su conocimiento de diversos potajes del Perú. Estancias de Emilia Tangoa, de Ana Varela Tafur (Iquitos), vivifica los espacios amazónicos desde el reclamo ecológico, ancestral e identitario. En su libro Acleman, Luciano Ácleman ha reunido poemas dormidos de los años 90 para probar que la lírica no pierde actualidad si los dispositivos de la modernidad sostienen la forma y el discurso.
 
El cuento está representado por Cuando el tiempo se detiene, de Ramón Arce Cruzado (Yuved, Cajamarca), historias de primera mano y recreadas por quien conoce bien el valor de las creencias populares. En El sino burlado, de Clara Rojas (Trujillo), el leguaje lírico es el apropiado para el contexto narrativo, y donde, pese a la diversidad argumental, se logra la unidad estilística. La sombra de la calavera, título del más reciente conjunto de Dante Castro (Callao), tiene a la muerte como presencia permanente, sea en el marco de sus acostumbrados cuentos realistas o de los imaginarios. El hijo rojo y otros cuentos, de Johnny Barbieri, sorprende por su incursión en la guerra interna como gran tema de fabulación; sin embargo, el tratamiento es realista y muestra con crudeza las distancias que nos siguen marcando como sociedad.
 
Con claras influencias de Lovercraft y King, Poldark Mego entregó este año Horrores cósmicos, seis relatos en los que plasma su conocimiento y habilidad del terror con el sello particular de su sensibilidad. José Vadillo Vila vuelve a la narrativa con El largo aliento de las historias apócrifas, en el que ensaya lo real y lo fantástico, tanto en los escenarios como en los argumentos. La breve eternidad, de Jorge Díaz Herrera (Celendín, Cajamarca), parece mostrar en el título los elementos principales de sus contenidos: concisión y afán de trascendencia por los temas elegidos, tarea difícil que nuestro escritor afronta con habilidad. Huanta (Ayacucho) fue una de las zonas más álgidas del conflicto armado en el país, en Once narradores huantinos del XXI, conoceremos propuestas ficcionales de aquel difícil proceso, cuyo valor se encuentra en el cercano conocimiento de los violentos hechos por parte de sus autores.
 
Por la diversidad a la hora de su tratamiento, la novela es uno de los géneros más visitados este año. Alicho, de Alejandro Freddy Loarte (Huallanca, Áncash), muestra la construcción de la Central de Cañón del Pato en clave épica. ¡Hey, taxi!, de Samuel Soplín (Callao), nos lleva al encuentro del recordado paro del 19 de julio de 1977 y a las incidencias de un taxista injustamente acusado de comercialización de drogas. Santiago en su búsqueda, de José Antonio Zavala Rodríguez, sirve como metáfora del olvido y las desigualdades en un país con profundos abismos sociales. Una de las más exitosas novelas históricas del año fue Inés Huaylas Yupanqui, una estrella entre dos mundos, de Roberto Rosario, importante personaje femenino que vivió el incanato, la conquista y el virreinato en el Perú, siendo nada menos que hermana del inca y primera esposa de Francisco Pizarro. En la breve Las cachorras, Carlos Rengifo despliega con pericia la psicología femenina en un vertiginoso ámbito escolar.
 
Filtros tenebrosos, de Clara Rojas, retoma sucesos políticos de los años 80 con el retorno de la democracia y la presencia de la izquierda en la municipalidad de Lima, aunque con el desengaño que produce la mácula de la corrupción. Edgar Norabuena Figueroa (Huaraz, Áncash) entregó la voluminosa Fuego entre la nieve, la genealogía de la familia Yaruyánac, o la gran estampa de esa violencia que ha atravesado siglos y sociedades en un Perú que no termina de resolver problemas ancestrales. Y me llamaron Ashé trae una vez más aquellos hilos entre la patria chica y Europa a los que Walter Lingán (San Miguel, Cajamarca) nos tiene acostumbrados; narrada en primera persona por el protagonista, la historia propone un bello tono cómplice. Por fin Teodoro Alzamora (Tambo Grande, Piura) se animó a reunir sus novelas breves y hacer de ellas una sola y gran épica de su personaje favorito en Froilán Alama, leyenda de un bandolero. Y Eduardo Borrero Vargas (Sullana, Piura) acudió a la novela por partida doble con El retorno del capitán Peche Pereche y El revés del círculo de Babel, ambas en clave picaresca (sobre todo en los diálogos) y con audacia técnica en el manejo de los tiempos. 
 
Desde hace más de diez años, María Luisa Zevallos Pacheco no ha dejado de erigir una novelística íntima y cautivadora; este año entregó El destino nos alcanza, en la que fabula con dos adolescentes alemanes huyendo del Tercer Reich para iniciar una vida nueva en las sierras del Perú. En Los hombres que mataron la primavera, Omar Aliaga (Trujillo) corona su oficio narrativo desde su labor periodística para entregar una novela negra y política donde las modernas estrategias narrativas recaen en lo coloquial, logrando un estilo seductor. El mundo de las drogas y de la violencia urbana aparecen En el hampa, de Carlos de la Torre Paredes, quien prueba en llevar la delincuencia a sus extremos, consiguiendo que la ficción se parezca mucho a la realidad. En La casa de los vientos, Gabriel Rimachi ofrece otro tipo de violencia, la del acoso a quien es diferente, desatando en la víctima el deseo de encontrarse con su verdadera identidad en un escenario nada propicio para sus objetivos. El año termina con El lugar de la memoria, ganadora del Premio de Novela BCR, de Luis Eduardo García (Piura), historia que apela a lo más íntimo de nuestra sensibilidad, poniendo a los protagonistas ante el mal de Alzheimer en una relación padre-hija, donde el dolor no es ajeno. 
 
En narrativa infantil y juvenil, María Ames Márquez (San Luis, Áncash) ofreció Ecocuentos para niños, intentando el encuentro del pequeño lector con el delicado equilibrio natural que aún vive en el universo silvestre andino. Danilo Illanes (Pasco), con Guerra de escoltas, prueba un estilo ligero y moderno en el que no deja fuera los dispositivos electrónicos ni la comunicación digital. Rosalba, de Frida Ayala (Chacas, Áncash), es el encuentro con la memoria en el terruño, lugar del despertar al mundo y de los primeros conflictos domésticos. Los anzumitos, cuentos de La Libertad, una hermosa muestra de la actual narrativa infantil en la referida región, trabajada conscientemente por la editorial Infolectura. No hay que desatender cuatro de los cinco volúmenes que conformaron este año los primeros lugares del Premio Internacional Altazor de Novela Infantil: Pelota de trapo (ganador) de Goyo Torres (Arequipa), Debajo del ropero (finalista), de Jorge Casilla; Timoty y la tierra de Menel (semifinalista), de Giancarlo Andaluz, y, Una lejana colina (semifinalista), de Vicente Rojas (Cajamarca). Con base en su compañero de stand up comedy infantil, Burroberto, Noelia Mendieta (Piura) trajo a la literatura Las aventuras de Burroberto, un divertido jumento que brinda a los niños mucho de la idiosincrasia local y un bello mensaje en su desarrollo formativo.
 
Dentro de las propuestas bilingües, constituye un trabajo sin precedentes el realizado por Gonzalo Espino Relucé (Trujillo) en Harawinchis. Poesía quechua contemporánea (1904-2021), corolario de una investigación y selección casi vivencial, con la que actualiza la producción lírica quechua en el país. Wayralla, Viento, de Angélica García Rubio (Páucar del Sara Sara, Ayacucho), nos trae cuentos, mitos y leyendas de su localidad (Sacraca), a donde acuden historias personales y tradiciones locales. Junto a estos títulos, apareció Nuestra palabra. Relatos y testimonios de los boras del Ampiyacu, reunión de Alberto Chirif y Jean-Patrick Razon, con narraciones que abordan temas históricos y reflexiones sobre la vida y futuro de la referida etnia amazónica. 
 
Esta labor nos permite ingresar a los libros de no ficción remarcando primero las investigaciones sobre las diversas culturas del interior; así tenemos: Caita yuyachihuay hamutachihuay. Huellas de la reflexión originaria, de Víctor Mazzi Huaycucho, reunión de estudios y debates sobre nuestra reflexión originaria, alcanzando para ello fuentes coloniales y multidisciplinarias. En Nación Anti, Ensayos de antropología lingüística andina, Odi Gonzales (Cusco) revisa nuestra cultura en función de su lenguaje, en el ánimo de entender con amplitud el legado quechua y persuadiéndonos de volver la mirada a la entraña de nuestra oralidad. Un legado particular es el de la décima hecha por Raúl Barbagelata, en Coyungo (Ica), la cual fue abordada por Christian Reynoso (Puno) bajo el título de El espejo mentiroso. Y Filomeno Zubieta (Chiquián, Áncash) con sus Estudios sobre los quipus funerarios de Cuspón, nos acerca al rito y la tradición en los entierros de difuntos de una antigua comunidad ancashina. 
 
Más cercanos a la literatura son los volúmenes: Sinfonía solar. Estudios críticos sobre creación peruana, en el que Roland Forgues reafirma su interés por la cultura peruana examinando el trabajo de sus creadores en el actual contexto de traumáticas transformaciones mundiales. Dos escritores andinos, José María Arguedas y Óscar Colchado, son revisados desde su obra y su trayectoria vivencial: Ernesto Toledo Bruckmann lo hace con Búfalos y zorros, en una minuciosa aproximación al accionar político del Amauta; y Angie Anticona, con Óscar Colchado Lucio. El retratista de las cordilleras, penetrante perfil periodístico que maneja paralelamente lo íntimo y lo creativo. Este fue también un año vallejiano, y en este marco conocimos: La estética de lo grotesco en El Tungsteno de César Vallejo, de Fernando López Saravia, con un justo balance a las miradas críticas de la novela desde sus logros artísticos; y Vallejo. Dar forma a su destino, celebrando la utopía, necesaria reedición del libro de Roland Forgues. 
 
Por último, Zein Zorrilla (Huancavelica), entregó En el archipiélago de naciones, un nuevo fascículo de aquel gran aporte historiográfico y social llamado El mestizo de los Andes y su destino; esta vez, visita el periodo que comprende el gobierno de Sánchez Cerro hasta el de Velasco Alvarado. Elton Honores con Yma Sumac, la hija del sol. El pájaro que se transformó en mujer, repasa la trayectoria de la artista peruana partiendo de una minuciosa investigación documental, proyectándose hacia un ensayo que privilegia el valor de su aporte cultural. Y Sonaly Tuesta (Lámud, Amazonas), en Un viaje para no morir, se enfrenta a los demonios personales para narrarnos una de las aventuras más riesgosas de su existencia: aquella que la acercó a la muerte; experiencia que –sin embargo– renovó su fe en la vida. 
 
Vale anotar el trabajo de los nuevos historietistas nacionales. Artistas como Ricardo Lazo (Wayra), Carlos Cavero (El ronsoco azul), Carlos Rojas Feria (Libertadores), Álvaro Mayorca (Caimán), Jean Carlo Ríos (Loco Perú), Fernando Barrial (Fhermín), Christiaan Mateo (Dios de arena), entre otros, proporcionan renovados aires a la narrativa visual peruana.
 
Reivindicar nuestra pluralidad cultural desde el trabajo literario, es solo el punto de partida para adentrarnos en el espíritu de un país que reclama mayor interés y conocimiento de sus intelectuales. Que el 2023 sea también un año de imaginación, reflexión y esfuerzo por alcanzar grandes logros creativos.
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