Educación y corrupción
Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: Librosperuanos.com
Mayo, 2019
Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: Librosperuanos.com
Mayo, 2019
El impacto sobre la conciencia individual y social que tienen en el Perú los estrepitosos casos de corrupción de cinco expresidentes es enorme y profundo. El libertarista ácrata Manuel González Prada escribía a fines del siglo XIX: “el Perú es un organismo enfermo, donde se pone el dedo salta la pus”. Y refrendando lo dicho el intelectual Alfonso Quiroz en su libro Historia de la corrupción en el Perú (2013) demuestra en su análisis que llega hasta la caída Fujimori-Montesinos, que dicho mal no ha sido episódico sino estructural desde la Colonia.
Los que idealizan el pasado prehispánico se aprovechan de esto para exaltar románticamente la moral y las leyes del imperio Inca. ¿Pero acaso es justificable olvidar que el imperio inca apenas duró un siglo –frente al imperio Tiahuanaco-huari que permaneció incólume seis siglos- justamente por la corrupción de la élite que desembocó en la cruenta guerra civil entre Huáscar y Atahualpa?
Lo que vino después con Odebrecth y Toledo, García, Humala y Kuczinsky fue como el último clavo en la rancia tumba de la carcomida república peruana. El aparente suicidio de Alan García ante las pruebas acusatorias no fue más que el Réquiem de un sistema insostenible. La verdad es que la corrupción en el Perú nunca mantuvo niveles bajos sino moderados y altos. Siendo los niveles más altos los más recurrentes y constantes. La situación es tan grave que es doloroso reconocer que los niveles bajos se dieron bajo Castilla y Velasco. O sea cuando la democracia fue suprimida. El no saber conducirse en libertad refleja lo que Luis Alberto Sánchez llamaba “país adolescente”. El adolescente no es una personalidad madura y como tal abusa de su libertad cometiendo excesos.
Se ratificó que la corrupción es endémica y pandémica en el país. Sobre el cieno venenoso y pútrido de una república expropiada al Perú profundo afloró el humor negro, el humor satánico que se burla de la miseria de los demás y hace escarnio de los defectos físicos. Es un humor con agresión que porta el dardo envenenado de la frustración, la injusticia y la desigualdad. Más de 20 mil funcionarios de la Administración Pública esán procesados por corrupción. Y la lista es más extensa si se suman alcaldes, generales, policías, maestros, médicos, periodistas, empresarios privados, comerciantes y ambulantes. El corrupto con autoridad hace ahora uso de depósitos directos a su cuenta bancaria que controla desde su celular. Sería bueno que todos los organismos públicos hicieran una auditoría mensual de los ingresos mensuales de sus funcionarios para asegurarse que sus ingresos son legítimos y no fruto de la extorsión.
Echando un vistazo sobre las formas de corrupción se advierte su amplio abanico anómico y anético:
- Saqueo del patrimonio estatal
- Soborno, cohecho o corrupción de funcionarios
- Prevaricación
- Enriquecimiento ilícito
- Fraude electoral
- Financiamiento ilegal de partidos
- Tráfico de influencias
- Sobrevaloración de obra pública
- Extorsión
- Chantaje
- Nepotismo, etcétera.
Existe un hecho trivial que pasa desapercibido y es que tras un almuerzo menos del 1% reclama su boleta, que condiciona el pago de impuestos. La falta de conciencia tributaria es parte de la quiebra del estado de derecho y del imperio de la ley. Otra arista es que la población percibe la que está frente a un Estado injusto, que incumple sus imperiosas obligaciones sociales y al cual es legítimo engañar y eludir. Pues bien, tras los escandalosos hechos se extendió como pólvora la convicción del fracaso de la República Peruana –algunos hablan del fracaso de la Primera república y de la necesidad de refundarla en una Segunda-. ¿Pero acaso no se trata de algo más hondo?
Cómo enmendar y curar ese cáncer que carcome las entrañas del país. Existe una variable que casi todos los análisis no pueden dejar de considerar en el desafío de superar la corrupción. Y esta es la Educación. Y la otra variable decisiva es la conducción política. Aquí reflexionemos sobre algunos puntos de la primera.
En el mundo moderno existen dos corrientes de pensamiento que ha tenido nefastas repercusiones sobre el mundo interno del hombre. Son el psicoanálisis y el protestatismo. Estos tienen en común la enseñanza errónea de que el hombre es malo por naturaleza. Por ende la corrupción humana brotaría de manera natural e inevitable. Con este punto de partida la educación se vuelve en amaestramiento de los instintos o impulsos de la bestia humana, pero de ninguna manera en autorrealización libre por medio de las virtudes.
Ambos olvidan que educar es ayudar a comprender el bien. Suponer que el hombre en esencia es malo ensombrece la labor educativa y llena el alma de desesperanza. La educación sólo es posible si se confía en la tendencia legítima del hombre hacia el bien. Protestantismo y psicoanálisis han contribuido a una visión desesperanzadora del hombre y su destino. La nihilista y decadente civilización occidental cree que el bien se impone porque no confía en la comprensión ni en la voluntad del hombre. Desconfía de su propia libertad interior.
Pero también es cierta que otra fuente perniciosa de la corrupción es introducida por el propio pensamiento liberal del siglo XVIII. Lo retrata Bernard Mandeville en su obra La fábula de la abejas (1729). Mandeville es el típico representante del nihilismo moral de la burguesía dieciochesca. De allí proviene la desvinculación de la economía con la ética. Su perversa defensa del egoísmo y la lujuria lo vuelven en precursor del utilitarismo. Su afirmación sobre la ausencia de códigos divinos y humanos y la presentación de la pasión humana como totalmente viciosa no sólo es escandalosa e inmoral sino falsa y errónea. Pues justificó que los vicios privados hacen la prosperidad pública.
En la otra orilla está la ideología que en vez de idolatrar el mercado lo hace con el Estado. Dostoievski percibió con claridad que el comunismo no remplazó el capitalismo sino el cristianismo. Y con ello dejó en claro que de poco vale cambiar el mundo externo si se falsifica el mundo interno. Por tanto una educación que carece del concepto de libertad espiritual está condenada al fracaso y a la corrupción.
Es difícil poner en duda que la conciencia moral también sea fruto de la educación. Según Piaget el niño avanza del respeto unilateral egocéntrico (3 a 7 años) hacia la cooperación incipiente (7 a 11 años) y luego marcha a la cooperación plena (11 a 18 años y vida adulta). La persona madura y moral es la que practica el bien sirviendo y ayudando al prójimo. Lo cual el capitalismo lo impide y el comunismo lo empobrece con su visión horizontal. En este proceso de moralizar al ser humano, la familia, el ambiente y la escuela participan apelando a la educativa toma de conciencia y reflexión. En cambio la persona inmoral e inmadura es la que vive egocéntricamente sirviéndose de los demás. La sociedad amoral, totalitaria y nihilista destruye la labor moral de la educación dando la espalda a la formación de las virtudes y práctica de valores. El resultado es el corrupto hombre anético, muy inteligente pero moralmente insensible. No es casual que algunos de los expresidentes encausados en los casos de corrupción de Odebrecth sean personas de instrucción universitaria, con maestrías, líderes políticos, grandes oradores, empresarios exitosos, pero moralmente corruptos. Y es que educar no es instruir sino depurar el corazón humano. Bien reza el Evangelio: “Los puros de corazón verán a Dios”.
El castigo es la retribución de una falta. No todo castigo tiene que resultar siendo antieducativo. Por tanto, si un castigo es educativo lo que busca es la toma de conciencia y la reflexión. De esta forma ayuda a mejorar, aceptarse a sí mismo, llevar a una vida sin doblez, diferenciar lo bueno y lo malo, no confundir humor con agresión, ser espontáneo, analizar los problemas, lograr la armonía interior y ser creativo. Pero cuando un castigo no es educativo es humillante, arbitrario, abusivo, agresivo físico y moralmente, desmoralizante, destruye la autoestima, solamente protege el orden legal y al sistema pero no al ser humano. Crea seres indiferentes, con dobleces, hipócritas, farsantes y peligrosos. Por eso las cárceles deben ser despobladas y la sociedad debe marchar hacia su supresión. Humanizando el castigo se pacifica la sociedad y se autorrealiza a la persona humana.
¿Puede la buena lectura ayudar a superar la corrupción? Hoy tenemos civilización pero falta cultura. La Galaxia de Gutumberg avanzó hacia el Internet y las redes sociales hicieron que cunda el homo videns de Sartori en medio de una barbarie civilizada. Un exceso de civilización demolió la cultura. Es que las culturas no son eternas y cuando entran a su fase civilizatoria aumentan en ciencia pero decrecen en espíritu. Pero si la cultura no es una forma de saber sino una forma de ser todavía la buena lectura puede ser una buena barrera defensiva contra sus tendencias disolventes.
Pues se lee no sólo para formar la mente sino también para formar el corazón. Hay lecturas que son formadoras del espíritu (forja virtudes e incita a la práctica de valores) y otra que es destructora (los bestsellers que inspiran frivolidad y malas pasiones). No se debe leer por leer, ni leer para dormir. La luz natural en un lugar silencioso y en un sitio cómodo ayuda a la concentración de la mente. Pero la civilización ha impuesto un ritmo biológico acelerado y cuando se pasa a otro pausado se produce el fenómeno del sueño. Y asi tristemente el libro se convierte en somnífero. No hay duda de que hay que cambiar las condiciones de vida y hacer más corta la jornada laboral.
El amor a la lectura se despierta tempranamente en el niño de 3 a 7 años -fase egocéntrica- cuando los padres suelen leerles cuentos cada noche. También el ejemplo enseña -cuando el niño crece con biblioteca en casa y con padres que leen-. De los 12 a los 15 hay que enseñarles a leer con método (breve resumen por capítulo y resumen general). El método ayuda a disciplinar la mente, ejercita la concentración y favorece la captación de las ideas esenciales. Pues quien mucho lee tarde o temprano escribe. La mejor manera de combatir la presente bárbara civilización anética y anómica es cultivando la buena lectura de los clásicos y forjando una generación que de esperanza a la cultura.
Educar es formar la personalidad del niño y adolescente ayudándolo a superar el egocentrismo, que es alógico y egoísta, mediante un liderazgo democrático, colaborativo, ejecución de tareas comunes y sin imposiciones. Sin respeto mutuo no hay posibilidad que fecunde la moral. Hay que edificar una sociedad donde el valor supremo sea la autorrealización de la personalidad humana en vez del dinero y la riqueza. De lo contrario el egoísmo, la inmoralidad y la corrupción seguirán floreciendo.
La definición de la filosofía por Aristóteles resulta de gran significado para el caso de la corrupción. Y lo es porque para el paripatético la filosofía no sólo es racional sino también ética, teológica y educativa. Justamente esa tríada es la falta en la educación actual. Y lo es porque los primeros principios son inseparables de la noción del Bien, de Dios y del descubrimiento de nuestro mundo interior. Educar es responsabilizar nuestro ser interior ante el bien y el mal. Así el problema del ser nunca está de espaldas a los dilemas de nuestro ser en sí. No hay filosofar sin mundo interior.
Educar siempre fue y será enseñar a escoger el camino del bien. Es desarrollo de virtudes y actualización de valores. Combatir la corrupción deberá tener esto muy presente, en vez de difundir la pervertida ideología de género. Pues bien, al ocaso nihilista de la sociedad postmetafísica lo llamó Spengler la “decadencia de Occidente”, “malestar de la cultura” la llamó Freud, “modernidad tardìa” lo prefirió tildarlo Habermas y “tiempos líquidos” lo motejó Baumann. Bajo cualquier denominación le viene como anillo al dedo la corrupción. Vivimos una sociedad esquizofrénica que habla de virtudes pero que actualiza antivalores. Esta desarmonía es, por un parte, un nítido síntoma que la civilización actual vive su climaterio espiritual y, por otra, que la labor educativa no debe claudicar en su misión formadora de una nueva cultura aun cuando el horizonte esté pleno de oscuros nubarrones.
03 de Mayo 2019