José María Arguedas
El suicidio de Arguedas
Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: Libroperuanos.com
Por Gustavo Flores Quelopana
Fuente: Libroperuanos.com
Tengo la firme sospecha que la causa del suicidio de Arguedas no fue la abstrusa situación de no hallar su lugar dentro de la sociedad –a lo sumo ésta sería la excusa-, sino que la real raíz del problema sería el abuso sexual infantil.
Esta idea fue sembrada en mi espíritu luego de una amena tertulia con mi amigo el ingeniero Hugo Chacón, quien viene por largos años estudiando a Arguedas. Entonces, me aboqué a la lectura de materiales especializados sobre el tema para precisar con más detalle la enigmática causa del suicidio del insigne pensador.
La asociación entre suicidio y abuso infantil es una tema poco explorado por la ciencia especializada hasta hace poco. Y recién ha comenzado su exploración en relación con el suicidio adolescente y juvenil. Más descuidado aun es el estudio entre suicidio adulto y abuso infantil, como es la hipótesis que desplazo en este ensayo breve.
Por lo pronto la correspondencia de Arguedas permite constatar que su “fervor por el Perú” lo sostiene con vida. Por tanto, este ideal permitiría sostener que nunca perdió su lugar dentro de la sociedad.
Más bien la exploración debe ir por otro camino. Arguedas fue una persona humillada y marginada desde niño. Su madrasta y su hermanastro fueron seres profundamente perversos, colindantes con la psicopatía, que lo sometieron a una serie de torturas psicológicas y trataron de destruir su autoestima.
Es más, él que se reconocía en un país profundamente racista como “un blanco entre los indios y un indio entre los blancos” sabía manejarse en términos étnicos. Por ende, su desequilibrio tampoco provenía del lado racial.
A su psicoanalista Lola Hoffman le hace saber su desesperado lucha contra la muerte. Pero de dónde le venía la depresión, cuál era su origen.
Para que se produzca abuso sexual no necesariamente se debe producir penetración porque también se comete este crimen sobre la víctima cuando se le obliga al niño a presenciar actividades sexuales de otras personas. Todo esto es parte del componente de violencia del abuso sexual.
Esta parece haber sido exactamente la situación vivida por Arguedas con su disipado hermanastro bastante mayor, quien le habría obligado a presenciar actos sexuales indebidos. Por lo demás, se conoce que el afamado escritor no tuvo hijos y su infecundidad es también un enigma. ¿Fue causado por un trauma físico o de un trastorno psicológico?
Su esposa Sybila era una mujer fecunda y ardiente. Cosa que al depresivo novelista le representaba una causa más de ansiedad. No obstante, cuentan sus íntimos que el intelectual no se excluía del amor mercenario. Cosa que se relaciona con su muy lastimada autoestima.
Otro detalle interesante es que Arguedas sufría de insomnio –constatado por Luis E. Valcárcel- y justamente el abuso infantil presenta como sintomatología la falta de sueño nocturno. Conoció la separación conyugal –en 1965 se divorcia de Celia- y se vuelve a enamorar de una dama chilena. Su nueva mujer Sybila era apasionada y ella misma confiesa que era “imposible no amar a Arguedas”. O sea, la falta de amor tampoco fue la causa de su suicidio.
También se conoce que Arguedas para escribir necesitaba retirarse a lugares soledosos, alejados y muy silenciosos. Llegaba al extremo de ir a mudarse para escribir al Museo de Sitio de Pachacamac, donde estaba su amigo Arturo Jiménez Borja como director. Y otro de los síntomas del abuso sexual es el aislamiento, el retiro, la búsqueda de la pérdida del contacto humano.
Si sentía fervor por el Perú, no le faltó amor conyugal -a pesar de no engendrar prole-, lidiar bien con el tema racial en un país discriminador, entonces cuál fue la causa de su profunda depresión que lo llevó al suicidio. Su gran inteligencia y fina sensibilidad fue otro factor que aunado a su sufrimiento lo predisponía al auto-tormento.
Tampoco le faltó amor filial. En 1965 conoce a su hermana Nelly Arguedas, con quien va a mantener una relación de amor y ternura. Menos aun sería la angustia económica el motivo del desenlace suicida. No le faltó fuente de trabajo: del Instituto de Etnología pasó a ser Jefe de la Casa dela Cultura, luego nombrado Director del Museo Nacional de Historia, para terminar como profesor a tiempo completo en la Universidad Agraria La Molina. Tampoco le faltaron premios literarios y tenía sentido humorístico. Hasta gustaba cantar. Incluso hasta el final de su vida estuvo abocado a trabajos de recopilación, traducción y difusión. Es decir, no le faltó ilusión intelectual. Entonces qué lo llevó a la muerte.
Al parecer la causa de sus dolencias psíquicas estaba en un estrato más profundo y que se relaciona con el abuso sexual infantil de que fue objeto. ¿Pero pudo este trauma llevar a la muerte a un hombre adulto?
No hay duda que Arguedas en sus libros refleja no sólo el Perú de los humillados y ofendidos, sino que proyecta su propia biografía en Agua, Yawar Fiesta, Diamantes y Pedernales, Los ríos profundos, El Sexto, Todas las sangres, El sueño del Pongo, El zorro de arriba y el zorro de abajo. Y no han faltado intentos de rastrear su biografía en su bibliografía. Además, el propio Arguedas se propone como terapia auto biografiarse en ellas.
Sus misivas consignan sus múltiples intentos de suicidio. En una carta de 1961 a John Murra consigna que su angustia y melancolía le viene desde la infancia, y en otra misiva de 1966 a Arístides Arguedas le confiesa su aniquilación psíquica. Desde entonces su aislamiento se acentuó. Tratando de huir de sí mismo viajaba afiebradamente.
Cerca del hundimiento final en 1969 escribe en su novela póstuma que no sobrevivirá al libro. Cuando siente que ya no puede escribir, que la terapia psiquiátrica es inoperante, no puede dar clases ni viajar, es cuando toma la decisión fatal. Junto a su última novela da término a la gran novela de su propia vida.
En su última entrevista a Ariel Dorfman dice: “Soy un hombre civilizado… un indígena del Perú, indígena, no indio”. Era casi una respuesta a aquella chiquilla iqueña llamada Pompeya que despreció su amor argumentando: “no quiero tener amores con serranos”. Su última palabra que lo enaltece tiene que ver con la condición humana: “soy un civilizado”. Es decir, un hombre cuyo valor no depende de la raza, el lugar, ni el país, sino de la dignidad moral.
Esto permite comprender que su firme defensa del mundo quechua y del indio no tiene relación con el indigenismo de Guamán Poma, ni con el mesticismo del Inca Garcilaso, sino con su humanismo y sed de justicia social que no dejó que se encasillara en ningún socialismo ideológico.
En una palabra, sostengo que la profunda depresión padecida por Arguedas tuvo su origen en el abuso sexual infantil. Se cumplen en su caso los factores de riesgo (edad, aislamiento, malos vínculos familiares, falta de un progenitor protector, indefensión, madrasta sin empatía hacia su persona y presencia del perpetrador con el hermanastro amoral y abusivo). El impacto duradero y devastador se revela en las consecuencias a largo plazo que fueron: trastornos de sueño, alimentación, depresión, aislamiento, baja autoestima, victimización, necesidad de reconocimiento, tendencias suicidas.
La recurrencia y cronicidad de la depresión asociada al insomnio tuvo su origen en un trastorno afectivo. La cara más visible de todo este cortejo sintomatológico lo fue su apatía final, inhabilidad para pensar y la astenia o pérdida de energía vital.
Este depresión profunda de Arguedas simbolizó la de toda una raza subyugada, una nación marginada y una historia republicana infame. Lo que vino después con el Gobierno del General Velasco Alvarado –se quebró la columna vertebral de la oligarquía terrateniente- es parte de otra historia que cambió para siempre el Perú. El Perú de ayer salió de la otrora depresión racial para compartir hoy la depresión moral del mundo neoliberal actual.
Lima, Salamanca 03 de diciembre del 2016