Julio Recoba
Alrededor de “Estrellita y la búsqueda del Dorado”

Por Maritza Olórtegui Mariño
Fuente: librosperuanos.com
Diciembre 2014

Desde tiempos remotos, los libros para niños han tenido que tener ciertas características que se diferencien de una narrativa para un lector común. Por ello, mucho de los cuentos clásicos tuvieron que ser “suavizados” por pedido de las editoriales, por citar los más conocidos, por ejemplo, La Caperucita Roja, Blanca Nieves y los siete enanitos, Hansel y Grethel, etc. Estos hechos nos hacen entender que la literatura para niños ha sido y debe ser  especial siempre. Sin embargo, hay escritores, críticos literarios y expertos en el tema que consideran que la literatura es única, que no deberíamos fragmentar, porque literatura es arte. Podemos o no estar de acuerdo con esta idea; pero en lo que deberíamos ponernos de acuerdo quienes hacemos literatura infantil es que los libros para los niños deberían ser especiales, así como la naturaleza misma de estos seres pequeños que están en búsqueda de sueños, de ilusiones, de esperanzas, en una sociedad donde ya de por sí, se le presenta agresiva, violenta y muchas veces cruel. Y para eso, dejémoslo a la televisión, que sabe hacer bien su trabajo.

Por otro lado, en el entendido, de que los cuentos o novelas para niños, busquen no solamente entretener como un fin natural de la literatura, sino, “formar” dentro de los cánones pedagógicos, didácticos y moralizadores” me parece también correctos, mientras las inferencias de aquellos mensajes sutiles lo descubra el lector infantil y sean ellos los que dentro de su papel de lector vayan completando la historia, es pertinente. Lo que no sería recomendable de ninguna manera que  prime el interés por lo pedagógico, por lo moralizador a la hora de elegir un buen libro infantil. Esa es una tarea a aún pesada para los maestros.  Lo que sí, es básico tener en cuenta en ese momento, es que no se olvide de ciertos aspectos, como por ejemplo, las edades, las experiencias lectoras y la temática, porque  siempre he creído que no hay lectura más atractiva para cualquier lector y con mayor razón para los niños, con historias que los acerquen a sus experiencias y puedan disfrutar de ella plenamente, convirtiéndose muchas veces, ellos mismos en protagonistas de las historias que leen y sintiendo, y viviendo algunas emociones de sus personajes de papel.

Además, los lectores de hoy, son lectores más exquisitos, quieren un libro ágil, de lenguaje sencillo, con historias que los atrapen inmediatamente, y claro está también, que a diferencia de los libros para otro tipo de lector, los libros infantiles tienen que tener un soporte más atractivo, porque para ellos cuenta mucho las imágenes, que no necesariamente tienen que ser imágenes que repliquen la historia, sino más bien que acompañen al texto desde la distancia, que los invite a pensar, a imaginar y finalmente a disfrutar.

Después de esta pequeña reflexión sobre los libros infantiles, me voy a centrar ahora sí, en “Estrellita y la búsqueda del Dorado”, del escritor chiclayano Julio Segura Recoba, o simplemente Julio Recoba, publicado bajo el sello de Ornitorrinco Editores.
El punto de partida de esta historia es la aparición de un extraño arcoíris en el cielo limeño, y más extraordinario aún, cuando después de un movimiento sísmico, sale de su tumba el conquistador don Francisco Pizarro, despertando después de estar dormido o muerto por unos quinientos años. Este personaje histórico, se verá perdido en la Lima de ahora. Extraviado y sin saber ni quién es, ni por qué está vestido de una manera diferente a los demás, confundido entre la multitud y perturbado por el ruido de los autos, se sienta en una de las bancas de la plaza de armas; entonces, un objeto brillante, le llama la atención y cuando lo pone a la altura de su rostro, el espejo replica su faz y se ve con una “gigantesca barba desaliñada”. La aparición del espejo lo hace entender que él no es de esta época, que nadie usa barbas como él y se siente perdido en un espacio que  desconoce. Hasta que escucha la palabra Lima, de voz algún transeúnte, y viene a su memoria ese  nombre. Se llena de  felicidad al recordar que fue uno de los  conquistadores. Trata de recordar algunos detalles más de su vida pasada, pero su memoria no da más. En esa circunstancia, de querer saber más de él, aparece una niña de más o menos once años. La aparición de Estrellita, una niña de este siglo, de esta época, que es la única que puede ver y conversar con él, es la que le dice que se parece a un personaje de la historia, y será esa  la clave para que los acontecimientos se vayan desarrollando de una manera atractiva. Mientras Pizarro y Estrellita conversan amenamente aparecerá un tercer  personaje, también histórico, es nada más y nada menos que Atahualpa.

–A ti, quería encontrarte, dijo el aparecido.
–¡Cómo?, ¿Tú también puedes verme?, preguntó el conquistador un poco fastidiado.
–Claro que puedo verte, te busco desde hace tiempo.
–¿Y quién eres? ¿Cuál e tu nombre?, preguntó Pizarro.
–Resulta que ahora no te acuerdas. ¡Mi nombre es Atahualpa!, contestó el parecido muy ofuscado.
–¿Atahualpa? ¿Y qué nombre para feo es ese?, dijo el conquistador. ¿Cómo apareciste?
–Soy el Inca Atahualpa. Un terremoto sacudió la ciudad de Cajamarca y pude despertar a la vida
–¿Qué quieres de mí?, preguntó el conquistador.
–Es raro que no te acuerdes, destruiste un gran imperio alguna vez y estoy aquí para vengarlo.
–¿De qué imperio hablas Alcornoque?, preguntó Pizarro, más confundido de lo que ya estaba.

Estos diálogos entre juguetones y serios nos atrapan rápidamente porque traen al presente a personajes de la historia que duermen anquilosados en las páginas de los libros de nuestra historia que muchas veces se tornan aburridos. Me atrevo a decir, un acierto de Julio Segura en la elección de estos dos personajes para esta historia y la presencia de Estrellita que le da frescura, inocencia y sobre todo, porque se convierte en puente para con los lectores infantiles.


Por otro lado, a parte de la forma tan creativa, que el autor ha traído a los personajes importantes de nuestra historia, rompiendo los límites del tiempo, cosa maravillosa de la literatura, porque es capaz de hacer cosas tan utópicas como esta, el personaje infantil representado en la dulce, pero nada inocente, Estrellita va acompañando a los personajes en su trajinar por los espacios que son parte de nuestra historia, que son escenarios presentes, aún. Es así como los tres personajes aparecerán en Cajamarca, aprendiendo a convivir, aprendiendo a aceptarse, con sus defectos y virtudes. Recordemos que Francisco Pizarro, no es un personaje muy grato para nosotros, pero es un personaje histórico e indesligable de nuestra historia, que hábilmente el autor a veces con sátira, con sorna, lo va presentando a lo largo de los acontecimientos; es más, son sus acciones, sus palabras que lo van develando como un ser, ya no tan cruel, como lo es el personaje real, sino un personaje, más humano, capaz de reconocer sus errores, capaz de sentir lástima por el otro, pero inevitablemente, ambicioso. Pizarro, ni siquiera en la ficción ha dejado de representar a los conquistadores que destruyeron nuestra historia, lapidaron nuestras costumbres, arruinaron al gran imperio de los Incas. Por su lado, Atahualpa aparece de la pluma del escritor, tal cual, guerrero, luchador, pero más humano. En varias oportunidades ha salvado de la muerte a Pizarro, mostrando así a un personaje de nobles sentimientos, capaz de perdonar aun sabiendo que fue el mayor destructor de nuestros sueños, de nuestras costumbres, de nuestra cultura.  Cabe destacar, además, la presencia de Atahualpa como un personaje burlón, trata de vengarse de     Pizarro, cuando le rebela a Estrellita, que la persona que nos conquistó fue nada menos que un simple pastor de cerdos. Los diálogos entre Conquistador e Inca, son conversaciones a veces reflexivas o a veces hirientes.

La aparición de Ichuli, el perro calato peruano en la historia, me parece planeado, pensado, como si fuera una pieza que tiene que encajar en la historia, pero incluso siendo así, me parece pertinente dado a la naturaleza de la historia. La aparición de este animalito, muy peruano, por cierto, va a formar la comitiva en búsqueda del Dorado, y entre una y mil peripecias, disgustos y alegrías transitarán como los tres conquistadores de la historia: Atahualpa, Pizarro y Estrellita hacia el Cusco; pero guiados solamente por la motivación ambiciosa de Pizarro, de encontrar uno de los lugares más ricos del Perú. Se imagina encontrar abundante oro y plata, que finalmente fueron los móviles de la ambición de los conquistadores españoles, tal cual nuestra historia ha registrado. Pero, el conquistador, ni se imagina, que su larga caminata, terminará en un lugar bello, mágico y un hermoso río de aguas amarillas. Atahualpa, le demostró, por lo menos en la historia, de Julio Segura, que su ambición lo hizo confundir  el amarillo con el oro y que el tan ansiado Dorado, como esperaba Pizarro, no existe.

Confieso que no soy amante de las lecturas solazadas, ni escritas sobre algunos hechos de la historia porque creo que la fantasía y la imaginación son  recursos que nos acercan más a los niños; sin embargo, aplaudo que Julio Recoba se haya atrevido abordar un tema histórico en su libro haciendo un tema actual, de siempre, sin vigencia; para mí de una manera magistral, porque ha sabido combinar la historia, abstracta, distante, totalmente lejana para nuestros niños, con la imaginación, pero que puede ser traída de una manera divertida, a la actualidad. Estoy segura que los lectores infantiles, después de haber leído este libro,  nunca  olvidarán de quiénes fueron Francisco Pizarro ni Atahualpa, y qué papel desempeñaron en nuestra historia.
Hermoso libro que les invito a leer dejándose guiar por Estrellita y transitando no solo por espacios físicos sino también por las páginas de nuestra historia.

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