Por José Miguel Silva
Fuente: Laprensa.pe, 31 de octubre del 2013
http://laprensa.pe/espectaculos/noticia-jorge-eslava-mi-temperamento-esta-hecho-desafios-14831
Laprensa.pe conversó con el reconocido profesor y escritor, autor de Un placer ausente: apuntes de un profesor sobre la lectura escolar (Universidad de Lima, 2013), un libro fundamental para entender el drama de la educación escolar en nuestro país.
266 páginas necesitó Jorge Eslava para escribir uno de los mejores libros del año 2013. Un placer ausente: apuntes de un profesor sobre la lectura escolar (Universidad de Lima, 2013). Un texto que con un lenguaje totalmente accesible y a la vez muy bien cuidado logra desentrañar las carencias de varios aspectos de nuestro sistema educativo.
El libro no es únicamente un análisis y diagnóstico del problema. También es una novela, un relato ágil y delicado sobre un maestro que sueña con una sociedad mucho mejor. Esto a pesar de que mundo personal está quebrado. Conversamos con el autor sobre esta muy interesante publicación que ya está a la venta en las principales librerías de Lima.
¿Cuánto tiempo dura el entusiasmo inicial en un profesor?
Uno empieza con enorme entusiasmo, pero yo le doy a un profesor 10 años de vida. Ese tiempo le dura a un profesor, con mucho esfuerzo, el entusiasmo y la ilusión, porque uno cree que es mucho más fácil moldear a un chico. No eres muy consciente de qué tanto se ha endurecido ese barro por el hogar o por la sociedad. Los profesores somos muy ingenuos. Por lo menos, yo lo fui y sigo siéndolo. Abogo por la ingenuidad porque eso te permite abrazar ilusiones. Ese que dice saber todo es probablemente una persona que no va a tener más sueños. Sigo ilusionándome, tropezándome y recibiendo golpes de aquellos que pensaba que no me iban a dar uno. Ahora tengo casi la certidumbre de que hay algo superior al docente y que lo enmarca: la sociedad.
Se precisa de una sociedad mucho mejor.
Necesitamos una sociedad mucho más culta en todos los ámbitos. Casi he llegado a la conclusión de que la lectura no es una manifestación aislada de la cultura, sino una manifestación más de la cultura. Cómo tratas a las personas, cómo te tratas a ti mismo, el lenguaje con el que te comunicas. Esas cosas son signos de consideración hacia el otro. El cuidado del lenguaje me parece fundamental. Jorge Basadre decía que el principal instrumento de un profesor es el lenguaje y, claro, un instrumento de enseñanza será siempre el libro. Goethe decía “el libro no es que te dé algo, el libro te convierte en algo, te transforma en algo”. Eso mismo creo yo.
Hay una historia paralela a la del problema del Plan Lector que se aborda en su libro. Es la historia familiar del protagonista, un profesor que no la pasa bien. Pudo usted poner a un hombre con una familia feliz, pero decidió lo contrario: uno separado, que tiene horarios para ver a su hija.
Hay razones de carácter narrativo dramático y también de carácter psicológico. Mi temperamento está hecho para los desafíos. No me parece aleccionante la vida fácil ni la imagen que esta representa. La vida no es un oasis, me gustan las dificultades. Creo que hay ciertas fluencias inconscientes. Por otro lado, en términos narrativos–dramáticos, necesitaba un profesor que esté contra las cuerdas. Todo el mundo adulto, toda esta sociedad que hemos construido en el Perú (nuestros hijos, o tú, creen que así es la vida y cuando uno viaja fuera del país se da cuenta que la vida tiene un cariz más digno. En otros lugares hay un Estado que te ofrece educación, salud, cierta seguridad en las calles; es decir, una forma de vida lejana a la forma de vida en la que crecemos acá.).
El profesor que protagoniza el relato tampoco es que sea uno de clase baja. Es un maestro de clase media, de un colegio particular.
Claro. No sé si lo que he escrito es bueno o malo, pero sin duda que el resultado hubiera sido peor si hubiera escrito sobre un terreno que no conozco (la educación estatal). Nunca enseñé en un colegio del Estado. Tengo relaciones con mucha gente que enseña en colegios del Estado y, sin duda, su situación es más complicada. Lo más cercano que he tenido y que ha sido muy intenso fue mi formación en San Marcos, una universidad estatal muy pobre, muy precaria. No es que todo sea adverso para el profesor, pero esta sociedad construida por los adultos está mal hecha. Es poco justa, poco digna, poco considerada y poco cordial. La comunicación está resquebrajada. A veces andamos a tientas, con cierta agresividad. Entonces, este profesor está golpeado por todos los flancos. Por un lado, el mundo laboral, donde las autoridades lo golpean. Ahí su resistencia radica en el entusiasmo de los chicos, en la forma como acogen sus iniciativas. Por el lado íntimo, el protagonista está fragilizado por una mala relación con su mujer, sostenida por el amor de su hija y por la necesidad de educarla. A mí me parece que en el libro, quienes mejor parados salen son los niños y las mujeres, que tienen este lado de ingenuidad y de afectividad que pueden recuperarlo y fortalecerlo.
Teniendo en cuenta este prejuicio de que todo tiempo pasado fue mejor. En su libro se cuestiona el prejuicio de que “en el pasado se leía más”.
Estaría encantadísimo de debatir con cualquier persona que sostenga eso. Estoy radicalmente en contra de dicha opinión. Yo estoy convencido de que hoy se lee y también se escribe más. Ahora existen otros formatos de lectura más versátiles, rápidos, superficiales y frívolos si quieres. Hay otra relación con el texto escrito porque hay otra relación con el lenguaje oral. Me causa indignación cuando escucho a un compositor hablando a favor de la lectura cuando las letras de sus canciones me revelan que no es ningún lector.
Hace algunas semanas, la modelo Alejandra Baigorria lanzó su libro y unos días después reveló que en realidad le habían ayudado a escribirlo. Algunos cuestionaron si acaso no debería modificarse el concepto de “libro” si se tienen en cuenta estos ejemplos.
Hay que partir de un hecho irrenunciable: cualquiera tiene derecho a publicar un libro. Lo que sí necesitamos, y que es una tarea del Estado y de la intelectualidad, es levantar unas murallas de resistencia. Estamos en un mundo globalizado, no podemos abolir eso. Es un principio de realidad, pero hay que combatirlo. Esta chica está en todo su derecho de escribir un libro o de mandarlo a escribir. Ella tendrá sus cargos de consciencia, pero necesitamos un tejido crítico que deje pasar o no el libro en términos de calidad estética, en términos de honestidad, de profundidad. Mira, cualquier persona con S/.1.000 en el bolsillo puede publicar un libro. Sería inútil rasgarse las vestiduras por ello. Lo que sí es lamentable es que en algunos planes de lectura de algunos colegios aparezcan libros que me parecen indeseables.
Asumo que como el protagonista de su libro, habrá un profesor por cada colegio. La mayoría son del otro tipo de maestros, que cuando escuchan el nombre de un libro lo desconocen o que todos los años preguntan lo mismo a sus alumnos porque simplemente la currícula lo ordena así. ¿Coincide en que los mejores profesores son una gran minoría?
Que sean una gran minoría significa un reto, un desafío para que esa gran minoría empiece a ser una representativa minoría que pueda tener un peso y empezar a hacer tambalear la balanza. Ya mi ambición no es la misma que cuando tenía 20 años. No quiero cambiar el mundo pero sí me gustaría cambiar ciertos aspectos de la sociedad y por eso no rehúyo al combate.
En un momento de la historia, la madre de la hija del protagonista se molesta porque este le regaló un libro sobre la muerte. Ocurre a veces que los padres temen por qué cosa llega a las manos de sus hijos y luego castigan. ¿Cuán importante es esta primera impresión que tienen los niños sobre el surgimiento de su cultura lectora? Podría ser que un niño se asuste y luego tenga temor de escoger otro libro.
En el caso del libro, el reproche viene por una postura algo conservadora de parte de la profesora, una actitud ayayera de parte de la madre, quien no reflexiona sobre el libro, sino simplemente transmite y potencia el reclamo de la maestrea. Por otro lado, esta necesidad desesperada del papá por querer ofrecerle algo nuevo a su hija y atreverse a darle a su hija un libro sobre la muerte, un tema mayor. Ahí puede haber varias posturas. Mira, yo sigo creyendo que educar es un juego de riesgos. Antes que ser muy prudente, hasta ahora, sigo creyendo que hay que arriesgar cuando se educa. Y seguramente de esa actitud contaminé al protagonista. Él arriesga, es el boxeador que va a buscar la pelea, que no se repliega. No está esperando que lo golpeen, que lo castigue, sino que más bien busca el castigo. He conocido profesores muy capos, pero que se repliegan, que son impermeables, que se muestran poco interesados por la educación y por su oficio. No puedo estar ni metido en una biblioteca, en un laboratorio ni en un gabinete. Necesito salir e interactuar con el mundo.
Por último, usted cita en su libro a Constantino Carvallo. ¿Hemos sido conscientes de lo que realmente dejó este personaje en una sociedad como la nuestra?
(Se conmueve y guarda silencio durante varios segundos) Creo que es el gran educador peruano del siglo XX y probablemente sea el gran educador peruano de todos los tiempos. Fue una gran persona, no está suficientemente reconocido. Fundó un colegio muy distinto, muy provocador y desafiante en una década muy difícil. Dirigió ese colegio, enseñó en ese colegio en todos los niveles. No dejó un solo día de dirigirlo y de preocuparse por él. Escribió lo que pudo. ¿Qué más puede hacer uno en su vida?
Fue su amigo personal por muchos años.
Sí, en el año 82. Mantuvimos una intensa amistad. No muy frecuente porque era imposible, tanto por él como por mí. Pero fueron 25 años de amistad muy cercana y de ejemplo. No hay un solo día en que no lo tenga presente, porque ahora que se habla tanto de gestión educativa, de la escuela, de la universidad como empresa, se ha desplazado el problema pedagógico hacia lo empresarial o los pedagogos como Encinas, Portugal Catacora u Horacio Zeballos. Estaban muy preocupados por el oficio del profesor, las reivindicaciones salariales y sociales y las preocupaciones de índole social. Considero que la preocupación de Constantino fue mucho más ontológica, él era filósofo. Habría que buscar a pensadores del extranjero para encontrar la talla de Constantino. Acá no ha sido aún valorado en su verdadera dimensión.