Jorge Díaz Herrera
“En paz con los hombres y en guerra con mis entrañas” “En paz con los hombres y en guerra con mis entrañas”

Por Pedro Escribano
Fuente: La República, Lima 04 de marzo de 2012
http://www.larepublica.pe/04-03-2012/en-paz-con-los-hombres-y-en-guerra-con-mis-entranas

Vallejiano, poeta, novelista, Jorge Díaz Herrera, además de doctor en Literatura por la Universidad Complutense de Madrid, es un prolífico escritor peruano que se nutre de la cultura popular.

¿Te esperabas un homenaje de Trujillo, y sobre todo de una feria internacional de libro?
No esperaba eso, pero enterarme de aquello me da dos clases de sentimientos: un poco de alegría, por la generosidad de las personas que lo han hecho; pero un gran miedo también, porque cuando empiezan los homenajes de esa naturaleza, significa, carajo, que a uno lo ven con un pie en el otro lado. Si en verdad no le temo a la muerte, la muerte me da mucha cólera. Siempre digo, cuando empiezan los homenajes -últimamente me están haciendo varios homenajes-,  ya empiezo a sentir miedo también.

No naciste en Trujillo, pero lo sientes tuyo…
Yo nací en Celendín, pero mi nacimiento en Celendín solo fue mi nacimiento, porque mi infancia, mi adolescencia, mi primera juventud es Trujillo. Eso no hace que yo diga que no sea celendino, nací allí. Pero donde aprendí a gatear, a balbucear, a hablar, fue en Trujillo. Margarita Yourcenar decía que uno nace en el lugar donde por primera vez se siente inteligente. Quizás eso fue Trujillo… tengo dos lugares de nacimiento.

Trujillo también fue un espacio similar para Vallejo como lo es para ti. Y tú eres vallejiano, ¿te viene lo vallejiano por Vallejo o por Trujillo?
Esa es una gran pregunta, habría que preguntárselo a Vallejo, pero la verdad para mí Vallejo es lo más grande en poesía. No solo el gran poeta de América, sino el gran poeta de todos los tiempos. Quizás exagere mi pasión por Vallejo, pero cada vez descubro más novedades en él. Evidentemente, yo estudié en el colegio San Juan donde Vallejo fue profesor, en la universidad donde estudió Vallejo, debe estar impregnado por todos lados el espíritu de Vallejo, ¿no?

Y eres estudioso de Vallejo también.
Sí, y fui amigo de Antenor Orrego cuando fui adolescente. Orrego me ilustró mucho sobre Vallejo. A Vallejo lo tengo metido hasta en el hueso, pero con gran amor, con gran pasión.

Tú vienes a escribir a Trujillo, a Huanchaco, ¿es así?
Yo vengo a corregir a Trujillo, porque mi meta es no dejar de escribir nunca, ningún día de mi vida, por lo menos sesenta líneas al día de creación. No soy esclavo de ello, pero no dejo de hacerlo, en el insomnio, en la vigilia, en la mañanita, durante el día, pero no menos de sesenta líneas, y al año tengo una obra significativa que corregir, y esa corrección la hago en Huanchaco.

Te conozco como poeta pero, últimamente, has optado por la novela.
Sí, pero no he abandonado la poesía, ahí la tengo guardada, alguna vez la confrontaré con amigos como tú, para que me digan si vale la pena o no. Leí un poema en el entierro de Antonio Claros, gran poeta, trujillano también, que murió fulminado en España. Ese fue un poema que saqué después de mucho tiempo.

Tus novelas están cargadas de reflexiones, donde expones lo existencial.
Sí, ahora reflexiono mucho, mi cabeza está llena de cavilaciones, está llena de pensamientos a veces adversos a los anteriores, podría decir que estoy en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas. Yo creo que la gran fábula latinoamericana ya está contada, ya se contó todo, entonces creo que es necesario escribir sobre la reflexión latinoamericana. El mundo interior de Latinoamérica, ya no hacer de nuestros personajes los títeres de aventuras exteriores, sino los personajes de aventuras interiores. Ese es mi principio secreto, digamos.

¿Ya no paisajista?
El paisaje ha pasado a un segundo plano, lo que me interesa son las personas. Incluso los países y los lugares se han convertido para mí en personas. Huanchaco para mí es el mar, efectivamente, pero también dos amigos queridos míos. Buenos Aires es un amigo y una amiga. Si voy a París, ya sabes que son tres amigos que tengo por allá, entonces son personas. Creo que siempre me interesó menos el paisaje que las personas, pero ahora tengo conciencia de ello, y cuando uno llega a tener conciencia de ello se acerca un poco a la sabiduría. La sabiduría es saber o aprender a vivir con alegría las  propias limitaciones. Aceptar  eso es importante. Para mí ya el mundo se limita a personas, así como acabo de vender mi automóvil porque sé que no tengo los reflejos para manejar en Lima. Uno acepta, ya no pues, no voy a porfiar contra mi propia naturaleza.

¿Cómo nace en ti un poema, un cuento?
Es una gran reflexión. En todo lo que escribo me interesa el nivel de reflexión, pero tengo otro pensamiento. Una novela, teatro, cuento, así tenga mil personajes, es un monólogo, porque el que habla es el autor a través de sus personajes. El autor es responsable de todo lo que dicen los personajes.

Claves

Díaz Herrera es autor de las novelas Por qué morimos tanto (1995) y Pata de perro (2007), entre otras. También ha escrito poesía, teatro y literatura infantil.

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