Por Aurelio Miro Quesada Sosa
Fuente: El Comercio, Lima domingo 17 de abril del 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/que-fecha-murio-inca_1/20110417/744168
Al referirme a las relaciones literarias entre Cervantes y el Inca Garcilaso, en un artículo publicado en el suplemento que dedicó El Comercio a conmemorar el cuarto centenario del nacimiento del autor de los “Comentarios Reales”, aludí, aunque solo en forma incidental, a la discrepancia encontrada en tres fuentes, con respecto a la fecha de la muerte de nuestro egregio historiador.
En efecto, en el penúltimo párrafo de ese artículo expresaba que el Inca murió en Córdoba “el 22 de abril de 1616, según la lápida colocada en su capilla de las Ánimas del Purgatorio, de la morisca catedral cordobesa; el 23 de abril, según el inventario de sus bienes; o el 24, de acuerdo con su partida de defunción”.
Por no recordar que se haya planteado anteriormente este problema entre nosotros, y para difundir el nombre, digno de todo encomio, de un meritosísimo investigador español dedicado durante largos años a perseguir las huellas del Inca Garcilaso en los archivos peninsulares, copiaré textualmente los documentos referidos, que han sido publicados en la obra “El Inca Garcilaso de la Vega. Estudio y documentación por don José de la Torre y del Cerro”.
Dichos documentos llevan los números 130, 131, 132, en la recolección de 140, de que consta el libro del señor De la Torre y del Cerro.
El número 130 es la reproducción del conocido epitafio del Inca, colocado en la capilla de las Ánimas del Purgatorio de la catedral cordobesa, cuya parte pertinente dice así: “Falleció [Garcilaso] a veynte y dos / de Abril de mil y se- / yscientos y diez y seis / Rueguen a Dios por su / Anima”.
El inventario de los bienes, documento número 132, atrasa en un día el fallecimiento de Garcilaso:
“Inbentario.
“En la civdad de Cordoba e veinte y seis dias del mes de Abril de mil e seiszientos y diez y seis años [...] a tres dias que el dicho Garzia Laso de la Bega fallezio, hazian y hizieron el dicho inbentario por la orden e forma siguiente [...]”.
Es decir que según ese documento la muerte del Inca Garcilaso ocurrió tres días antes del 26 de abril, o sea el 23.
Pero la partida de defunción atrasa, a su vez, la fecha del fallecimiento un día más (documento número 131). Dicha partida existente en el archivo de la parroquia del Sagrario de Córdoba, libro 1.°, de defunciones, fol. 60, dice así:
“Garcilasso de la Vega. -Murió Garcylasso de la Vega, auiendo receuido los Sacramentos necessarios a veinte y quatro del mes de Abril deste año de 1616. Testo ante Goncalo Fernandez de Cordoba [...]”.
Queda de este modo establecida la discrepancia en fuentes tan importantes como la lápida sepulcral, la partida de defunción y el inventario de los bienes practicado muy pocos días después de la muerte. ¿Cuál de esas fuentes se puede considerar decisiva? El señor De la Torre y del Cerro, por su parte, debilita la fuerza probatoria, que antes se consideraba indiscutible, de la inscripción funeraria. Dicha leyenda está grabada en dos tableros de mármol negro, colocados en los lados del Evangelio y de la Epístola de la capilla de las Ánimas del Purgatorio en la catedral cordobesa, pero hechos poner allí seis años después de la muerte del Inca, cuando podría haberse olvidado la fecha exacta de la muerte. La opinión del erudito investigador español es que el fallecimiento se produjo “en la noche del sábado al domingo”, o sea del 23 al 24 de abril de 1616.
Conviene recordar a este respecto las observaciones formuladas por Astrana Marín sobre las partidas de defunción de algunos de los más resaltantes escritores de la España del Siglo de Oro. Según él, en algunos casos, al consignarse la palabra “murió”, se quiere dar a entender “enterrose” o “fue sepultado”. Así sucede con las partidas de dos ingenios tan notables como Lope de Vega y don Francisco de Quevedo.
[...]
¿Sucedería así al tratarse del Inca Garcilaso y la fecha exacta de la muerte sería entonces el 23 de abril, un día antes del que señala la partida? En todo caso, la interrogación queda planteada. El fallecimiento puede haberse producido el 23 o el 24, con más probabilidad que el 22, que es la fecha indicada en la lápida y universalmente aceptada hasta ahora.
Tal vez el propio don José de la Torre y del Cerro -la importancia de cuya obra de investigación debe ser conocida y reconocida por nuestros garcilasistas- haya encontrado alguna nueva prueba documental, después de la publicación de su libro, y ella sea dada a conocer con ocasión del cuarto centenario del nacimiento del ilustre mestizo.
[*] El Comercio, 16 de abril de 1939