Por Ricardo González Vigil
Fuente: El Comercio, Lima 04/12/11
http://elcomercio.pe/impresa/notas/pasion-desagravio-miguel-gutierrez/20111204/1343099
Hace veinte años, el notable narrador piurano Miguel Gutiérrez publicó una de las novelas más admirables de la literatura contemporánea en lengua española: “La violencia del tiempo”.
“La violencia del tiempo” es la auténtica ‘summa’ de la imaginación novelesca. En su compleja urdimbre, conviven las formas novelescas más variadas y se plasma un registro totalizante de la condición humana. Sumadas sus otras novelas, constatamos la versatilidad de temas y recursos literarios de Miguel Gutiérrez (Piura, 1940), únicamente comparable en la narrativa hispanoamericana con Mario Vargas Llosa.
COMPROMISO INTELECTUAL
Gutiérrez no goza del reconocimiento que merece. Los premios y lanzamientos mediáticos halagan a escritores de menos méritos que los suyos. Le crearon una dañina fama de simpatizante del terrorismo y lo tacharon, además, de cultor del obsoleto realismo socialista (estética inaplicable a sus escritos). Para descalificarlo se cita su ensayo “La generación del 50: un mundo dividido” (1988), que contiene una mención complaciente de Abimael Guzmán, pero no se toma en cuenta el tajante deslinde de la segunda edición de ese libro (Lima, Arteidea Editores, 2008), que dice: “[...] asumí las ideas marxistas, en especial las ideas de Mariátegui y Mao, en mi calidad de intelectual independiente [...] sin vínculo orgánico con ningún partido de la izquierda peruana”. Ya es hora de ubicar a Gutiérrez dentro del marxismo sin dogmas. Ni siquiera ha sido un militante como lo fueron Mariátegui o Vallejo, lo cual lo asemeja más a José María Arguedas, otro gran heredero de Mariátegui y Vallejo.
A SUS LECTORES
El único homenaje recibido por Gutiérrez, cuando su gran novela ha cumplido dos décadas, fue de la Universidad de Ciencias y Humanidades: lo distinguieron como profesor honorario. No obstante, el propio Miguel ha celebrado el acontecimiento con sus lectores: acaba de entregar el libro de ensayos “La cabeza y los pies de la dialéctica” (Lima, Derrama Magisterial) y su novena novela, “Una pasión latina” (Lima, Alfaguara). Dos volúmenes excelentes.
LA NOVELA
En “Una pasión latina”, el protagonista padece por el racismo y el novelista Artimidoro Correa (nítido álter ego), los agravios por la mezquindad de la crítica y la satanización ideológica. Gutiérrez no es uno más de esos novelistas que abundan ahora en la lengua española, fabricantes de textos dentro de las pautas genéricas de gusto masivo. Cada novela de Gutiérrez subvierte los géneros establecidos. En “Una pasión latina”, aborda una veta frecuentadísima por los autores hispanoamericanos después del ‘boom’: el policial negro con su derivación de ‘thriller’ psicológico. Ya un personaje de “El túnel” (1948) de Ernesto Sábato invitaba a emular a Cervantes, satirizando los relatos policiales como el “Quijote” lo hizo con los libros de caballerías. Procede como los grandes creadores (Balzac en “Un asunto tenebroso” y “Esplendores y miserias de las cortesanas”, Dostoievski en “Crimen y castigo” y “Los hermanos Karamasov”, Faulkner en “Santuario” y “Luz de agosto”): se sabe quién es el asesino y lo que importa es “construir un perfil psicológico, descubrir los instintos ocultos que lo llevaron a cometer su feroz asesinato”, escribe. Mediante un montaje faulkneriano y vargasllosiano de diálogos (con los investigadores del asesinato, con el asesino Nolasco Vílchez Temoche, con Manuel Merino, con César Ruesta y con el periodista Loreto Domínguez), actúa el trauma racista del mestizo; y, como en el cuento “Alienación” de Julio Ramón Ribeyro, Vílchez imita a un actor norteamericano y sueña con pelear en Vietnam.
PASIÓN Y DOLOR
El personaje Artimidoro (juego semántico entre “arte”, “mío” y “de oro”) Correa (el segundo apellido de Gutiérrez), aparte de numerosas alusiones a la vida y los libros de este, viaja a Estados Unidos para hablar sobre el Inca Garcilaso, paradigma del mestizo nacido de una indígena poseída por un blanco. La producción de Artimidoro Correa ha sido “agraviada” por los prejuicios del “mercado literario dominante”, padeciendo el estigma del terrorismo. En fin: pasión como apasionamiento (sexual alienado, en Vílchez), literatura comprometida con las mayorías explotadas (en Correa) y como vía crucis (prejuicios racistas, clasistas e ideológicos).