Óscar Colchado Lucio
Hombres de mar de Oscar Colchado Lucio Hombres de mar de Oscar Colchado Lucio

Por Juan Alberto Osorio
Fuente: Lima, diciembre 2011

Hombres de Mar (Alfaguara, 2011) es la última entrega de Oscar Colchado. Lucio, Novela extensa, postulada como total, cuya historia establece su anclaje histórico en Chimbote, en la década del setenta. Son los tiempos de Morales Bermúdez, y desde ésta focalización, se extiende rápida hasta sucesos acontecidos en el año 2000. Tres décadas de la vida nacional le sirvan de referente, mucho más la primera. Es el tiempo posterior a la bonanza pesquera, a la que nos aproxima José María Arguedas en El zorro de arriba y el zorro de abajo. Entonces, la novela de Colchada Lucio podría ser tomada como una continuación temática, por lo que las aproximaciones a un pasado inmediato se hacen frecuentes e inevitables.

Una mirada intradiegética revela el grado de conocimiento del narrador sobre la materia narrada. La vida de los pescadores es presentada con minuciosidad y detalle: el lenguaje, los trabajos en lanchas y en tierra, códigos y creencias, alegrías y temores. La novela presenta, en algunos momentos, en el recuerdo de algunos personajes, las andanzas de José María Arguedas por Chimbote, y hasta embarcado en una lancha para entrar en conocimiento del mundo de los pescadores, que para Colchado es casi el propio.

El gobierno ha decretado la privatización de Pescaperú, y los trabajadores pesqueros han ingresado en una paralización, rechazándola. Ante la imposibilidad de que los trabajadores adquieran sus propias lanchas, aparecen otros empresarios, que además terminan utilizando a los pescadores como testaferros. Se genera una fuerte actividad sindical, reprimida por la policía, con la secuela de muertos, heridos y detenidos. Otros sectores sociales y hasta estudiantes secundarios se pliegan a la prolongada lucha de los trabajadores pesqueros, que buscan un apoyo incluso más allá de Chimbote. Dirigentes de la fragmentada izquierda peruana se disputan el liderazgo de estas movilizaciones, que finalmente concluyen en el fracaso.

Aparecen personajes emblemáticos como el Muki, Marcial Quinlllay, un campesino pobre de la sierra, que llega Chimbote, y se inicia en labores modestas, y tras un vertiginoso enriquecimiento, se convierte un empresario millonario, con una flota de embarcaciones pesqueras y miles de trabajadores repartidos por todo el litoral, y con varias empresas. Su riqueza no sólo proviene de la pesca “que ya no da como antes”, sino del negocio de la droga, en la que estarían involucrados casi todos los empresarios pesqueros desde los tiempos de Bancheco Rossi. Este negocio aparece expuesto con precisión, desde su producción en la selva, las dilatadas y peligrosas rutas de transporte por mochileros hasta la costa, y su envío en barcos del puerto o de alta mar. Después, las avionetas de Quinllay aliviaran el transporte. Se  asocia con otros traficantes, especialmente con uno, asesor presidencial de aquellos tiempos. Proliferan relaciones mafiosas, con secuestros y emboscadas, amenazas y muertes. Por esta razón, Quinllay huye al Brasil y desde allí sigue dirigiendo sus negocios.    

Otros personajes son dirigentes sindicales: Nieves Collanqui y Pedro Chinchayán. Preso el primero,  el joven Chinchayán, que del colegio pasa a ser pescador, se irá consolidando como dirigente. Adquiere una dimensión modélica: sacrifica su vida personal,  perseguido, apresado, torturado, viviendo a salto de mata, con orden de ser eliminado. También entre estudiantes secundarios surgirán algunos líderes vinculados a los partidos de izquierda. En este aspecto, la novela parece instalarse en ciertos rituales de iniciación de los jóvenes aprendiendo a ser adultos, en la política, el amor, la bebida, la violencia, el pandillaje, las drogas. También están los migrantes andinos aprendiendo  a ser pescadores, un mundo tan diferente, tal vez nunca imaginado, que inspiraba temor, y al que sin embargo tienen que vencer. Además, está una bailarina retirada fuertemente involucrada en las luchas sindicales, respetada por los pescadores y a quienes apoya incondicionalmente. Aparece, también, a través de otros personajes, Alejandro Toledo, evocado cuando niño recién llegado a Chimbote hasta  su postulación a la presidencia de la república. También, fugazmente, aparecen mencionados Julio Ortega, Juan Ojeda y varios dirigentes políticos de la época.

Pero no solo personajes humanos transitan por Chimbote, sino también aquellos que provienen de un mundo escatológico. Y esto es una constante en la narrativa de Colchado. Ya en Rosa Cuchillo, personas de un espacio ectópico, luego de tomar apariencia humana, cumplían un rol en este mundo, para luego retornar a ese panteón del mundo andino. En esta construcción mítica, se establece un tránsito entre estos mundos, una continuidad. Eso mismo está en Hombres de mar, sólo que esta vez son los antiguos dioses mochicas los que están presentes, la divinidad mayor Ai-Apaec, dios de los dientes de felino, que reclama sangre humana. Habita una región llamada Pachaq Sapin, el encuentro del mar y del cielo, y que en quechua significaría, la raíz, el origen del mundo. Existiría una especie de comedor, un desarrollo paralelo, y es más, interacción entre ese mundo del más allá y éste, industrial y moderno. Así, un tiempo sin tiempo llegaría a nosotros. Varios personajes que pueblan Chimbote serian,  en realidad, encarnaciones de divinidades mochicas. El Viejo Tijera, un anciano aún vital pero sin edad precisa, vive en una cueva en los acantilados, dedicado a la pesca solitaria, a quien todos temen por su apariencia, y le imputan ser un hechicero o tal vez el mismo demonio. Aparecía, a veces, transformado en un pelicano gigante, pero él mismo se reconocía Guácharo (mellizo marino). Ai – Apaec, por no proporcionarle sangre humana, le había transformado en ese animal, y en castigo, le condenó a vivir solo, privándole de su apariencia de hombre joven y fuerte, y de Yencalá, la mujer prometida. El Viejo Tijera sospecha, además, que varios habitantes de Chimbote son encarnaciones de otras divinidades. Imagina que el dirigente sindical es su adversario (mellizo terrestre). Está, además, convencido que la alumna de secundaria, Mariela Salinas es encarnación de Yencalá y la asedia, y logra tener extraña influencia sobre ella. Cuando  invoca a Ai-Apaec, éste le dice: “Mi maldición terminará el día que dejes de pelear al lado de los poderosos y malvados”. En el último acto de su vida en este mundo, se ve al Viejo Tijera en una marcha de apoyo a los trabajadores pesqueros en huelga. Junto a él ve Mariela. El enamorado de ella, los ve, intrigado y molesto por ese hombre enigmático y terrible. La policía arremete contra los manifestantes, y el muchacho va cómo el Viejo Tijera y Mariela son acribillados y caen sobre la pista. Cuando el humo de las bombas lacrimógenas se disipa, los cuerpos han desaparecido, solo permanecen las huellas de sangre entonces, el muchacho ve remontar el vuelo a un pelicano gigante, seguido de una golondrina. Existen, también, otros personajes vinculados a esa religiosidad, y otros hechos fabulosos, como otra alumna de secundaria, que cantaba y tocaba guitarra, hija de un empresario holandés desaparece, y se tejen versiones sobre este hecho. En las noches de luna, aparecía sentada en el peñón de algún islote frente a Chimbote, abrazada a su guitarra, cantando bellas melodías. Marcial Quinllay, ese campesino súbitamente convertido en millonario, al volver de Brasil, y precipitarse el avión al mar, se salva convertido en iguana sobre el caparazón de un cangrejo gigante.

Es importante en la novela, la representación de la oralidad, especialmente relacionada al habla de los estudiantes y los pescadores. La mayoría de estos migrantes de la sierra, que seguramente nunca imaginaron dominar el mar, revelan diverso grado de apropiación del castellano, pero la mayoría incipiente, con fuertes interferencias del quechua, vocálicas y consonánticas, sintácticas y morfológicas. El más importante, por su dimensión como personaje, es el caso de Marcial Quinllay, que habla mal el castellano, lo que es más notorio dada su condición de patrón y empresario, que con frecuencia intercala en sus expresiones, el vocativo hom, que recuerda a algunos personajes de Ciro Alegría. Otro personaje, que en su función de narrador, recurre con frecuencia al último catay, es Murillo, que revela su procedencia campesina. Antiguos quechuahablantes en su cotidiana contienda con el idioma y con el mar, y que aún así, en algunos casos, llegan a patrón de lancha.

Colchada alcanza con esta novela una destreza en el manejo de ciertas técnicas narrativas. Así, varios narradores se suceden, desde una mirada intradiegética heterodiegética. Porciones de relato que parecen conversaciones, con un vocativo dirigido permanentemente a un interlocutor pasivo. Cambios de un estilo directo a indirectos, alteraciones secuenciales, rupturas lógicas temporales, y otros procedimientos más.

Así transcurren los gobiernos de Morales Bermúdez, Belaúnde, Alán García, Fujimori, hasta los sucesos de la Marcha de los cuatro suyos, a la cual, Quinllay aporta miles de manifestantes que sus trabajadores de todo el litoral. En la tercera parte de la novela, algunas de sus secuencias, cumplen la función de epílogo. La historia ya concluyó en el fracaso de la huelga de los pescadores. Estas secuencias nos informan del destino posterior de los otros personajes, veinticinco años después. Algunos se han incorporado a partidos violentistas y han muerto en acción o permanecen presos. Los encuentros de esos antiguos dirigentes de la fraccionada izquierda, de la década del setenta, son cordiales, olvidadas sin disputas de antaño. Conversan, indagan por los otros, así nos enteran de sus destinos. La mayoría ha recalcado en la izquierda unida, y ven con renovado entusiasmo el futuro, abandonando los fracasos del pasado debido a sus intemperancias, que también es una especie de recusación de ellos mismos.

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