Por José Vadillo Vila
Fuente: Variedades Nº 255, Lima 12/12/11
Si no hacemos algo, la gran masa de lectores descubrirá a Miguel Gutiérrez como solemos admirar a la mayoría de nuestros literatos nacionales: cuando ya no esté presente.
Suena duro, pero es una actitud que nos ha pasado frecuentemente en el devenir de nuestras letras.
Pese a que su universo novelístico es superior al de muchos autores mejor posicionados por el mercadeo editorial, Gutiérrez está en las segundas líneas y no en las primeras.
Hay un elemento que ha perturbado/distorsionado durante años la mirada sobre el trabajo literario de Miguel Gutiérrez (Piura, 1940), tanto por críticos, periodistas, editoriales y los puñados de público que lo han encontrado: su filiación marxista, que enarbola desde mediados de la década de 1960, cuando integró el famoso Grupo Narración, junto a Oswaldo Reynoso, Antonio Gálvez Ronceros y Gregorio Martínez, entre otros. Y el autor, a lo largo de su vida académica y de escritor, ha sido consecuente con su forma de ver el mundo.
Este elemento (el marxismo) aleja, crea juicios a priori sobre las cosas, como en este caso la novelística de Gutiérrez, se entiende por el conflicto que vivimos en el país y la enajenación sobre intelectuales de izquierda que se registró en la década de 1990. Sin embargo, subrayo, estamos ante uno de los más talentosos novelistas nacionales que analizan el país contemporáneo.
El viejo saurio se retira (1969) abrió ese camino de un intelectual que ha buscado la maduración antes que las fórmulas; que ha experimentado con distintos estructuras y estilos. Después, esperó cerca de veinte años para una segunda novela, Hombres de caminos (1988). Estas, junto a La violencia del tiempo (1991) y El mundo sin Xóchitl (2001), son consideradas sus grandes trabajos y ya exigen estar integradas dentro de lo que en los colegios se llaman "los clásicos de la literatura peruana".
La novena novela de Gutiérrez, Una pasión latina (Alfaguara, 2011), sirve para enrostrarnos el talento narrativo.
Cada novelista tiene sus demonios, y los de Gutiérrez están aquí, presentes: el mestizaje, el conflicto interno, las filiaciones políticas, temas que han sido también una constante en nuestra historia reciente; además de Piura, una inagotable fuente de donde parten algunos de sus escritos. Ahora, ha utilizado todos estos elementos para elaborar un thriller psicológico que acontece lejos de las fronteras, en Estados Unidos.
No es un destino al azar. Gutiérrez se ha embebido de los grandes maestros de la narrativa norteamericana y el thriller es un género tributario de esta tradición y el narradorpersonaje también comentará que el título viene de una frase del novelista neoyorquino Don DeLillo. Además, hay motivos políticos y de espionaje en la trama para que los personajes –el atormentado Nolasco Vílchez Temoche y su víctima, Karen Spiegel– se establezcan en el país del norte.
Las 272 páginas de su nueva novela son un espacio para la reflexión sobre el país y también se da tiempo de jugar con sus lectores. El narrador-personaje, el catedrático Artimidoro Correa, quien va desenredando la biografía de Vílchez, desde Piura, Ayacucho y Washington, es una suerte de álter ego del propio autor, tomando muchos datos autobiográficos de Gutiérrez, como una suerte de guiños con la realidad: "Artimidoro Correa gozaba de cierto renombre en el campo de la crítica y los estudios literarios, los cuales abordaba –para decirlo de manera eufemística– desde una perspectiva materialista" (pág. 35).
Nolasco Vílchez, un hombre atormentado y acomplejado con el color de la piel ("tenía el negror prieto de los indios y cholos, como el de las chamizas chamuscadas por el fogón") y la posición social, no es un hecho aislado, intenta desentrañar Gutiérrez, sino parte de los procesos de mestizaje violento que a lo largo de la historia se han vivido en el país. En este sentido, la novela se convierte en un pequeño laboratorio, mostrándonos hacia qué despeñaderos pueden caminar estos hombres sin identidad.
Un defecto de Una pasión latina –aunque debe de ser un tema editorial–, en algunas ocasiones, a partir de la segunda mitad, se vuelve nuevamente a contar algunos pasajes de la novela que tres o cuatro capítulos antes ya se habían narrado.
Lo bueno de que la fama no atormente a Gutiérrez es que le permite regalarnos novelas de gran factura, nuevos clásicos, el tiempo lo dirá.