Marcos Yauri Montero
Revisando los discursos andinos, homenaje a Marcos Yauri<br> Un cazador de rocíos Revisando los discursos andinos, homenaje a Marcos Yauri
Un cazador de rocíos


Por Dimas Arrieta
Fuente: Identidades Nº 146, Lima 9 noviembre 2009

Pocas veces un escritor logra la misma intensidad literaria en dos géneros: narrativa y poesía. Al fin de cuentas, dos orillas de un mismo río: la literatura. Este logro lo ha conseguido Marcos Yauri Montero (Huaraz, 1930), incansable obrero del arte verbal. Hoy nos toca festejar (hermenéuticamente) su poemario, La poesía es sencilla como el amor (Lima: Ediciones Piedra y Nieve, 1963). Aunque Yauri Montero cuenta con otros libros de poemas valiosos: El mar, la lluvia y ella (1960), Un rostro en el polvo (1963), La balada de amor de Lázaro (1967), El amor de la adusta tierra (1968), Lázaro divagante (1969), Rapsodia en Chavín (2002), Arte de olvidar, casa donde nací (2006) y Torres de la soledad (2007).

Pero sería injusto no mencionar al gran novelista, sobre todo, una de las voces imprescindibles en que se ha convertido Marcos Yauri Montero cuando se habla de narrativa andina. Desde La sal amarga de la tierra (Lima 1968), Premio de Fomento de la Cultura Ricardo Palma, otorgado por la Casa de la Cultura del Perú, hasta libros como El regreso del paraíso (1971), En otoño, después de mil años, Premio novela Casa de las Américas (Cuba, 1974), María Colón (1980), Mañana volveré (1983), Así que pasen los años (Premio Extraordinario Gaviota Roja", 1985), No preguntes quién ha muerto (1989), El hombre de la gabardina (1995), El séptimo sello (1999), entre otras.

Todo un corpus de novelas dispuestas y propuestas en conciliar la modernidad (en los recursos expresivos), con los incentivos espirituales y culturales que gobiernan los destinos del hombre andino. Es cierto, hoy nuestro escritor, su predilección literaria se desborda por los planos de la narrativa; es decir, por la novela, pero en sus inicios tuvo predilección por la lírica, por esa poesía cuyo compromiso verbal se orientaba por la orfebrería en el lenguaje.

En el prólogo a La poesía es sencilla como el amor (1963), Manuel Suárez Miraval nos habla de los inicios literarios de Yauri Montero: "Un grupo de fervorosos creyentes en la filiación americana del hombre y el paisaje, constituyó, en junio de 1956, el Grupo Piedra y Nieve: Agustín R. Loli Humberto Chávez Bayona, Francisco González, Florencio de la Sierra y Marcos E. Yauri Montero. Su manifiesto principista era un vuelco de la tradicional tendencia indigenista de los valores telúricos, a la que consideraban 'delirante y afiebrada'.

Pedían por tanto, un pronunciamiento más total, más integral, más 'real', esto es, una integración, una totalidad, una 'realidad' mestiza. En buena cuenta, era necesario un voto de abstención en el problema que considera los valores humanos en función exclusiva del criterio 'racial', en el más deleznable y anticientífico de todos los criterios. Aparte de ellos, el Grupo Piedra y Nieve se asentaba en el 'retorno a la tierra', actitud que, por otra parte, ya había señalado José María Arguedas con 20 años de anterioridad (Agua es de 1936). Otros pronunciamientos del grupo, más detonantes que valederos, exponían una declaración de beligerancia".

Desde estas aristas, Marcos Yauri Montero ingresa a la poesía y la narrativa con pie seguro, pues sabe lo que quiere y quiere lo que tanto ama: la literatura. Además, con todos los actos de conciencia de configurar su identidad cultural. Por eso, en La poesía es sencilla como el amor (1963) es un gran tema, quien se asienta en este primer tramo literario. Es cierto, es el amor, pero el amor no precisamente a la mujer, sino al sentido universal de esa palabra. El amor humano y humano sentimiento que hace posible la vida, la hermandad, la fraternidad entre los hombres: "Tú amaneces, amor, y es el paisaje el que te nombra. / Y enciendes la luz con tus manitas de nieve. / En tus sueños hay un río blanco rodeado de palomas, / y la tierra se exhorna de fiesta y sonrisas. / Cómo dejarían los niños de amarte, los campesinos, / si les regalas tu sonrisa, tus pasos de gacela. / El árbol te lee cuando bebes el agua que sueña a su sombra. / Y el surco aprieta en su seno el diamante de su sonrisa" (p. 9).

La temática del amor cumple una unidad, con desbordes de logros expresivos y alusivos al objetivo propuesto. La poesía es amor, es cierto, y el amor a la poesía es una alianza inmejorable para todo cultor de la palabra, sobre todo, para quien pretenda inmiscuirse en la magia fabuladora del arte verbal. Una poética que lleva el registro de un verso contemporáneo, pero asumiendo la tradición de la buena poesía castellana.

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