John Cuellar
El cuarto enigmático de un enigmático escritor El cuarto enigmático de un enigmático escritor

Por Mario Malpartida Besada
Fuente: Huánuco, 01 de octubre de 2011

Julio Cortázar, en una de sus más ilustrativas reflexiones sobre el cuento, afirma que casi todos los que él ha escrito pertenecen al género fantástico, una categoría de cuentos que se opone a lo que denomina «falso realismo». Esto último consistiría en situarse «dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente por un sistema de leyes». Con este fundamento justificaba el hecho de que su cuentística se haya abocado a la búsqueda de una literatura al margen de todo realismo «demasiado ingenuo», palabras más, palabras menos, es decir apuntando a ese otro mundo de leyes no tan armoniosas ni tan lógicas.

Esta parece ser la línea que sigue John Cuéllar (Huánuco, 1979) en su reciente libro El cuarto enigmático y otras narraciones (Lima Ornitorrinco Editores, 2011), colección de diez magníficos cuentos de corte especulativo en busca de ese «otro orden más secreto y menos comunicable», siempre siguiendo a Cortázar. En ellos predominan el juego entre el sueño y la vigilia, la confusión y el orden, el tiempo real y el tiempo ideal, el uno y el otro, y la vida y la muerte, que desembocan finalmente en la confrontación entre la realidad y la irrealidad. No en vano afirma en «Jorge Breen en la mira», quizá el texto más emblemático: «Pero lo que me descuadra es la realidad en la que vivo: la de sentir, por momentos, que esta realidad depende de otra, y esa otra aun de otra, y así hasta el infinito» (:30).

De otra parte, el aliento de misterio filosófico, así como el mundo arrabalero con su irrespeto por la vida, parecen desprenderse de Jorge Luis Borges en sus dos vertientes, el de Ficciones para el primer caso, y el de «Hombre de la esquina rosada», para el segundo, al punto que no se oculta su presencia expresa en los textos iniciales: «Todo hacía prever el hecho irreal, la ensoñación: un encuentro inmaterial, un entrecruce de ideas que daba vigencia al pensamiento borgeano» (:22). «Creo que el genial Borges tenía razón al decir: Tenemos esas dos imaginaciones: la de considerar que los sueños son parte de la vigilia, y la otra, la espléndida, de los poetas, la de considerar que toda vigilia es un sueño» (:30).

La crudeza, el suspenso y el misterio del género policiaco lo debe de haber absorbido de Edgar Allan Poe. En su caso, Cuéllar maneja episodios fragmentados en señal del caos y de la precariedad existencial de sus creaturas. De esta manera nos conduce hábilmente por los vericuetos previos, durante y posteriores al hecho criminal, sea cual fuere su naturaleza, explorando en el ínterin el perfil psicológico de sus protagonistas, para desembocar en un final de escalofrío, como lo hace el autor de «El corazón delator» y «El escarabajo de oro». Desde esta perspectiva, más importante que el escenario exterior de sus textos, es el paisaje interior, el mundo psíquico de sus protagonistas.

Al influjo de estos autores y de otros que han sondeado el alma humana, Cuéllar incorpora su propia personalidad literaria en el tratamiento de historias en las que la muerte adquiere presencia inevitable, casi siempre como corolario de pasiones juveniles envueltas de misterio. Para llegar al desenlace hay que transitar por ese camino lleno de arcanos cuya resolución la deja para la intuición más que para la razón. Al final queda la inevitable sensación de que ha triunfado la adversidad porque se avecina la muerte y su héroe o antihéroe no podrá hacer nada para evitarla.

De esta manera, entre el amor y la muerte, transcurren sus relatos protagonizados principalmente por jóvenes de nombres extranjeros, acaso para recordarnos la universalidad de los conflictos humanos, aun cuando sus razones nos sigan llenando de incertidumbres respecto de que es o cómo se comporta la realidad. En este sentido, juegan papel importante los procesos, oníricos y las facultades para la presciencia, por ejemplo en «Jorge Breen en la mira» y en «Tienes que echarle la negra a un tipo llamado Frank». En el primero de ellos se confunde deliberadamente sueño y realidad en una serie de hechos recurrentes envueltos de misterio, como es la constante en el libro, en el que la anunciación cumple su enigmático rol en su encuentro con la realidad: «... a veces dudamos de lo que está pasando: si realmente lo estamos viviendo o si solo es un sueño» (:30). No de manera casual se alude al cine como generador de ilusión de realidad, pues en ese marco establece historias paralelas: la del narrador en primera persona del relato y la de la película, a través de secuencias engarzadas por aquellos misteriosos azahares del destino.

En «Tienes que echarle...», las anécdotas se entrecruzan para avanzar en contrapunto, nuevamente entre el sueño y la vigilia, y con alternancia de personas gramaticales. Lo terrible para el personaje es la constatación de que sus facultades adivinatorias solo le hablan de muertes que se cumplen. En este relato, el autor muestra su pericia en el manejo de diversas técnicas narrativas y el dominio de estructuras modernas, por lo que demanda rigurosa concentración en la lectura si no se quiere perder el hilo de la historia. Enfatizamos, además, la maestría en la conjunción del misterio filosófico con el suspenso policial.

La referencia acerca del uno y del otro, o el tema borgeano del doble, se evidencia en «Delirio» y en «Una vez más», ambos también magistrales. En el primero, su protagonista asume la personalidad de uno de los personajes de un texto anterior, que ni siquiera es partícipe del relato sino más bien de la película que observa (acaso una suerte de «Las ruinas circulares» en el que el protagonista no es el hombre que sueña sino el soñado), y se adentra en un cúmulo de fantasías pasionales. En el segundo,, fuerzas extrañas lo impulsan a repetir sin ninguna explicación lógica la conducta de un forastero que se había dejado caer al abismo: «Como si ese extraño y yo estuviésemos destinados en cierta forma a ser parte el uno del otro» (:88).

Dentro de esa misma tendencia cortazariana del cuento fantástico se ubican «El cuarto enigmático» (cuatro individuos llegan a dudar de sus propias existencias al encontrarse en un cuarto en donde supuestamente se ha cometido un crimen); «Desolación» (confrontación dialógica entre un joven y un niño sobre las veleidades del amor y su fin trágico); «Destiempo» (incorpora personajes de otros textos y final atroz); «Insecto» (una joven mujer ausculta su cuerpo, calcula su futuro y desdeña al enamorado que la espera); «El desquite» (un hombre solitario presiente que va a ser víctima de alguna venganza y se entrega a la ensoñación); «Ellos me están esperando» (extraña reflexión sobre la frase: «la sangre anula lo que el dinero no puede»).

Con El cuarto enigmático y otras narraciones John Cuéllar parece reclamar al «lector macho» del que también hablaba el gran maestro del género: Julio Cortázar. Atrévase a leerlo.

Boletín semanal
Mantente al tanto de las novedades ¿Quieres ver nuestro boletín actual?
Ingresa por aquí
Suscríbete a nuestro boletín y recibe noticias sobre publicaciones, presentaciones y más.