Ricardo Sumalavia
Búsquedas literarias

Por Carlos M. Sotomayor
Fuente: Correo, Lima 31/08/08
http://www.correoperu.com.pe/lima_nota.php?id=74201&ed=14

Ricardo Sumalavia y Que la tierra te sea leve, una novela en la que sus personajes se hallan en constante búsqueda


Tres libros de cuentos constituían la ineludible evidencia del talento literario de Ricardo Sumalavia. Además, el autor demostraría que la novela no es un territorio ajeno al resultar finalista del prestigioso Premio Herralde de Novela con Que la tierra te sea leve (Brugera, 2008), libro recientemente publicado en España.


Correo: ¿Se puede decir que el tema central es, de alguna manera, la búsqueda: la búsqueda del hermano perdido, por un lado, y la del hermano literario, por otro?
Ricardo Sumalavia: Exactamente. Y en ambas búsquedas trato de establecer correspondencias, crear un tramado que articule toda la novela. Por un lado, con la historia de César y la búsqueda de su hermano, el enano Féfer, en pleno centro de Lima, de una noctámbula ciudad de Lima; y, por otro lado, la de un joven aspirante a escritor que trata de hallarse a sí mismo a través de libros, viajes y, especialmente, las búsquedas emprendidas por otros escritores. También intento en esas búsquedas establecer otras aristas, proponer un proceso en el que se construye una identidad que va mutando en su propia construcción.

C: Otro tema importante me parece que es el de la evocación, el de reconstruir, de alguna manera, el pasado. Sobre todo la infancia, periodo de vida que suele determinar la adultez.
RS: Cada vez que trato de reconstruir mi pasado ficcionalmente, siempre termino mucho más antes de mi año de nacimiento, en 1968. Yo siempre quise que los recuerdos de los demás sean también mis recuerdos. De esa manera, ficcionalmente me he apropiado de la memoria de mis hermanos mayores, de mis padres, de mi entorno, especialmente por haber crecido en el centro de Lima. En cada rincón de esta ciudad han pasado tantas cosas que no pude soportar no apropiarme de ellas.

C: La familia es un tópico recurrente en tu obra. No es casual que uno de tus libros se llame Retratos familiares. Este tema también está presente en esta novela.
RS: A mí siempre me ha atraído la relación que hay entre los hermanos. Mucho más, incluso, que la que hay entre padres e hijos. Los hermanos, por lo general, tienen los mismos orígenes; comparten todo, se proyectan entre sí, se construyen mutuamente y hasta se crean espacios imaginarios en común. Pero claro, no todos tienen la misma fuerza, esa complicidad duradera, y ese espacio imaginario empieza a despedazarse. Ese momento es el que me inquieta artísticamente. Todo esto lo planteo en la novela en diversos planos.

C: Una de las historias de la novela trata del hermano literario, de aquellos autores con los que uno encuentra coincidencias, lo que los hace cercanos... ¿Se puede decir que es una manera de rendir homenaje a tus hermanos literarios, a los miembros del grupo Centeno y también un homenaje a Carlos Calderón Fajardo?
RS: En uno de esos planos del que te hablo es donde desarrollo mi hermandad literaria con Carlos Calderón Fajardo. Lo conocí cuando yo apenas tenía un puñado de cuentos y su amistad fue esencial en mi formación. En la novela no aparece su nombre; no era necesario. En mi libro, la hermandad va más allá de las identidades. Y si bien el grupo Centeno también fue crucial para mi formación como escritor, esta vez el homenaje no es para ellos. Creo que Iván Thays ya lo hizo magistralmente en La disciplina de la vanidad.

C: La novela muestra guiños con tu biografía personal. ¿Qué tan importante es la realidad dentro de tu ficción?
RS: Te sonará contradictorio, pero me siento más seguro en el mundo de la ficción que en lo que entendemos por realidad. Por esa razón no tengo ningún inconveniente en quebrar esos posibles límites entre uno y otro. Es más, en el caso de Que la tierra te sea leve, los capítulos supuestamente más autobiográficos se nutren y discuten mucho más de la propia literatura, de la ficción; digamos que son más metaliterarios. Mientras que los otros capítulos, los que transcurren en Barrios Altos o el Centro, están poblados de personajes esperpénticos, carnavalescos, en una ciudad de Lima ficcionalizada a mi gusto. Este juego de difuminación entre lo real y lo ficticio creo que hace de mi libro una novela ezquizofrénica.

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