Manuel Scorza
La tragedia de Manuel Scorza<br>25 años después La tragedia de Manuel Scorza
25 años después


Por David Hidalgo Vega
Fuente: El Comercio, Lima 15/11/08
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-11-15/la-tragedia-manuel-scorza.html

No tenía manera de saberlo, pero ese sería un día de malos presagios climáticos en todo el mundo. Por la mañana, los científicos de la base aeroespacial de Cabo Cañaveral, en Florida, habían cancelado el lanzamiento del transbordador Columbia debido a las inminentes lluvias, nubes cerradas y vientos fuertes en esa región. Horas después, latitudes al sur, un temporal se desbarrancó sobre la ciudad de Huancayo hasta inundar sus calles principales hasta los 30 centímetros de altura. Entre ambos signos del mal agüero, otro cataclismo llegó de arriba: un avión salió de París para perderse segundos antes de aterrizar sobre Madrid. No tenía manera de saberlo cuando subió a ese Boeing 747. El narrador que era tomó vuelo hacia una escena final. El poeta que era se embarcó hacia el silencio.

De modo que la última semana de noviembre de 1983 empezó en lunes de luto. "No en Rancas, sino en Barajas, a escasos kilómetros de Madrid, redoblan las campanas por Manuel Scorza", indicó la portada de El Comercio en un intento de barnizar de solemnidad la tragedia. El avión de la compañía Avianca había caído en la localidad de Mejorada del Campo. Los expertos españoles encargados de la investigación dijeron que la nave estaba apenas a 45 segundos de la pista de aterrizaje, a menos de 1.000 pies de altura, cuando perdió el rumbo. El tren de aterrizaje chocó con una loma cercana a la pista. Allí empezó a desintegrarse. "El aparato sufrió un segundo impacto con una loma y en un tercer golpe se estrelló en forma aparatosa, cayendo de morro y dando una vuelta sobre sí mismo para desplomarse con el tren de aterrizaje para arriba", detalló un sobrecogedor cable español.

Se trataba de una de las peores tragedias aéreas en la historia de ese país: 181 muertos, apenas 11 sobrevivientes. El ministro español de Transportes y Comunicaciones ofreció una urgente conferencia de prensa en el aeropuerto: según sus estimados, el rescate de las víctimas no iba a durar menos de una semana.

Última llamada
El vuelo había tenido una demora técnica en Fráncfort. "Manuel Scorza, a quien la crítica literaria calificó como la conciencia campesina del Perú, subió a la fatídica aeronave en el aeropuerto de París, para dirigirse a Bogotá a un congreso de intelectuales españoles de la llamada 'generación del 27'", informó este Diario. En la misma ruta iban otros tres escritores: una argentina que había ganado prestigio como crítica de arte en Colombia, un uruguayo que había vivido exiliado en EE.UU., y un humorista mexicano que llevaba años en Europa. El Primer Encuentro Hispanoamericano de la Cultura tendría un velo de luto continental. Paradoja gris para el peruano que muchos años atrás había escrito: "América/ no puedo escribir tu nombre sin morirme. /Aunque aprendí de niño, no me salen derechos los renglones; / a cada sílaba tropiezo con cadáveres" ("Las imprecaciones", 1955).

El día anterior, Scorza había llamado por teléfono a sus hijos desde París para confirmarles que el encuentro colombiano era una escala previa a sus intenciones de pasar la Navidad en Lima. "Indagó por viejos amigos, se interesó por los resultados de la reciente justa electoral", reconstruyó este Diario gracias a los allegados del escritor. Su aliento curtido de exilios no debía estar insensible a la llegada de la izquierda a la Alcaldía de Lima.

Scorza, el investigador social, el novelista de los dramas del campo, tenía el pulso anclado a la realidad. Lo había anunciado en tempranos versos consagrados: "Tal vez mañana los poetas pregunten/ por qué nuestros poemas/ eran largas avenidas/ por donde venía la ardiente cólera. / Yo respondo:/ por todas partes oíamos el llanto,/ por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras" ("Epístola de los poetas que vendrán"). Lo había dicho luego en la madurez de narrador con "Redoble por Rancas", esa historia de lucha indígena contra la opresión de su tiempo. Una novela que causó la liberación de un hombre y la inmortalidad de un pueblo.

"Sé que tenía apuntes sobre una novela", llegó a decir su ex esposa, Lidia Hoyle, entre los respiros que le daba la conmoción. En realidad el accidente hizo póstumas varias obras más --que serían tan apreciadas o criticadas como su creación en vida--. El ambiente literario estaba igual de desolado. "Scorza decía que toda muerte es una interrupción. Quizá eso resulte ahora muy claro porque a pesar de una larga y exitosa producción, parecía haber iniciado una nueva etapa creadora", dijo a El Comercio el historiador Pablo Macera tras enterarse de la desgracia. El propio presidente Fernando Belaúnde se declaró afectado. "La literatura peruana pierde a una gran figura", dijo sobre la desaparición del autor, a quien reconocía también como un digno adversario político. "Tenía mucho camino por recorrer y la noticia de su muerte me ha conmovido profundamente".

Los restos del escritor, recogidos por sus hijos, fueron velados en la Casona de San Marcos. El Comercio anunció que el sepelio se perfilaba abrumador. Ese día, lunes 5 de diciembre, el féretro fue cargado en hombros por miembros del partido político al que había pertenecido. "Por toda la avenida Abancay fue objeto de aplausos y vivas de sus partidarios", relató este Diario. En el cortejo había congresistas, alcaldes, escritores, estudiantes. Había representantes de las instituciones culturales y admiradores comunes. Un lamento unánime.

En el cementerio El Ángel lo esperaban una capilla ardiente y siete oradores para recordar su legado. Un representante de San Marcos dijo que había sido hijo predilecto de esa casa de estudios. El poeta Washington Delgado rescató su lugar en la mítica generación del 50. Un representante del colegio de periodistas dijo que su obra había resucitado la novela indigenista. Una representante de su partido dijo que había sido un político antes que literato. "Scorza fue el cantor épico de los olvidados", apuntó el entonces senador Enrique Bernales. "Vivió escribiendo y combatiendo", resumió el poeta César Calvo". Un verso del difunto parecía propicio: "Ibamos a morir toda la muerte juntos". Solo el accidente lo empujó adelante.

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