Edgardo Rivera Martínez
Rivera Martínez, historias sutiles Rivera Martínez, historias sutiles

Por Jorge Eslava
Fuente: El Comercio, Lima 05/12/10
http://elcomercio.pe/impresa/notas/libros-capitan_1/20101205/679353

Uno de los principios que reclaman muchos adultos en la literatura infantil es la transparencia del mensaje. Otros creemos que no son la claridad ni la moraleja, sino, como en la gran literatura, el temblor de la incertidumbre contenida en una luz de belleza. Los relatos de Edgardo Rivera Martínez representan esa luz estética clavada en la vida más sencilla. Su nuevo libro “Una azucena de luz y de colores” (Norma, 2009), contiene seis cuentos urdidos en la meditación, atentos a las encrucijadas de los niños y con enorme respeto a sus sentimientos. Ofrezco una hebra de la charla que sostuvimos.

Usted ha contado que de niño tuvo una gran biblioteca en casa. ¿Cuáles fueron los primeros libros que recuerda haber leído con placer?
Las “Mil y una noches”, los relatos de Salgari, las novelas de Julio Verne, y en otra vertiente, los “Mitos, leyendas y cuentos peruanos”, de Arguedas e Izquierdo Ríos.

¿Qué libro infantil le hubiera gustado escribir?
Uno sobre mis primeras vivencias, cuando ya sabía hablar y me contaban cuentos para mi edad.

¿Quiénes eran esas amables personas?
No era solo una, sino varias quienes me contaban cuentos en mi infancia. Marcelina, por ejemplo, de familia campesina, que figura estilizada en “País de Jauja”. También recuerdo los que me contaban mi madre, mi hermano mayor. Y otra servidora de casa que se llamaba Leoncia.

Cree que leer y escribir literatura infantil es una experiencia que nos acerca a la infancia que dejamos…
Es una aventura interior, un descubrimiento, una reinvención de la realidad con ojos ajenos o propios…

¿En qué condiciones escribió su relato “Historia de Cifar y de Camilo”?
Fue escrito a incios de los ochenta, para mis hijos Oriana y Gonzalo cuando eran niños.

¿Fue consciente de las implicancias de carácter social que tiene ese relato?
Sí, pero no me detuve en ellas. Me interesaba lo poético del conjunto.

¿No le preocupó que, estando dirigido a niños, pudieran juzgarlo políticamente incorrecto?
No, no pensé en eso.

En el libro “Una azucena de luz y de colores”… usted reincide, con el cuento “Pimpiro”, en la estimación que tiene por los animales. Usted cree que es solo un recurso temático o hay algo de franciscanismo en su espíritu…
No sé si franciscanismo, pero sí una suerte de identificación con ellos, especialmente con los que nos son cercanos.

El cuento “La sombra olvidada” muestra algo singular en su obra para niños: una distancia del género realista y una apuesta por lo fantástico.
Siempre me ha atraído lo extraño y misterioso. Tengo muy presente al respecto un relato-poema como es “Amaru”.

Un cuento precioso es “Una escritura secreta” que revela el mundo íntimo de la temprana experiencia literaria. ¿Usted ocultó de niño, si la tuvo, esa aptitud espiritual de escribir un diario?
Intenté hacerlo más de una vez, pero luego, inconstante, los dejaba.

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