Luis Pásara
“Somos una nación tribal”

Por Ghiovani Hinojosa
Fuente: La República, Lima 06/06/10
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100606/8/node/270552/todos/1558

Vive afuera desde hace 25 años. El abogado, periodista y profesor universitario Luis Pásara tiene la distancia necesaria para observar en perspectiva la realidad peruana. De paso por Lima, donde vino para presentar su libro “Tres claves de la justicia en el Perú” (PUCP), en el que reedita textos suyos pioneros en la sociología del derecho, analiza sin complacencia las reacciones destempladas que causó la liberación de la ex emerretista Lori Berenson, las elecciones presidenciales venideras y el ajetreado panorama latinoamericano.


¿Cree que hay un ensañamiento mediático y social contra Lori Berenson?
–La imagen que me he construido de ella, no sé si equivocadamente, es la de una joven vinculada a grupos radicales, a tendencias de izquierda, que llegó al Perú pensando que aquí iba a hacer la revolución. Pero esa mujer no mató a nadie. Ahora la pintan como una asesina, como una bruja sanguinaria a la que hay que perseguir. Ahora resulta que ella era una persona clave en la estrategia del MRTA.

–El general en retiro Juan Gonzales Sandoval, gestor de su captura en 1995, asegura que ella tenía una relación muy estrecha con los altos mandos emerretistas.
–Eso nunca se probó en el juicio. Él puede decir lo que quiera, incluso que Berenson fundó el MRTA, pero lo que se llegó a demostrar fue su responsabilidad como colaboradora eficaz de este grupo terrorista. Algún día tenía que terminar de pagar su culpa, y ya lo hizo. Además, en condiciones de detención y prisión terribles. Yo entiendo y respeto el sentimiento de indignación de las víctimas de la subversión por esta excarcelación, pero no me pidan que la sociedad o el Estado se hagan cargo de representar lo que esas personas sienten. Ellas piensan desde su condición de agraviadas. No podemos someter los criterios o el eje de la justicia al sentimiento herido de una persona.

–Algunos vecinos de Miraflores protestaron para que Berenson no vaya a vivir allí. Incluso, el alcalde Masías dio hace pocos días un discurso azuzador en el que pedía que sea expulsada del país.
–Fue un discurso ignorante, pues achacó al MRTA el atentado de Tarata, perpetrado por Sendero Luminoso. Masías dijo:

“Miraflores ha sido herido por la subversión de la cual es parte Lori Berenson”. Esta precisión es clave, pero a nadie le interesa hacerla.

–Considerando que Lori Berenson cumplió con casi las tres cuartas partes de su condena (14 años y medio) y que ha reconocido el daño que causó a la sociedad peruana en una reciente carta que envió al Ministerio de Justicia, ¿por qué hacemos un cargamontón contra ella?
–Porque somos una sociedad en la que el sentido de justicia que prevalece es la venganza. Se trata de la forma más primitiva de equidad: yo le causo un daño a usted, y su familia me lo devuelve a mí o a mi familia. Necesitamos un grado de evolución para admitir que la venganza no es el mejor mecanismo para compensar el desequilibrio generado por una agresión, para comprender que quien se debe hacer cargo del problema no es la víctima, sino la sociedad, y que la sanción debe buscar reeducar al victimario. Esta es la teoría, y quizá la práctica en algunos países, pero no en el Perú. Aquí todavía estamos en un estado menor de desarrollo, el sentido de venganza es muy fuerte. Con Lori Berenson ha habido un linchamiento mediático –una metáfora–, pero, si se dan ciertas condiciones, podría haber un linchamiento literal. Somos una nación tribal.

–Hoy parece que la herida del terrorismo vuelve a sangrar.
–Los hechos actuales demuestran que no hemos entendido lo que fue la subversión. Se piensa que los terroristas fueron unos locos influidos por ideas extranjeras, unos seres malditos que quisieron destruir el país. Y la subversión fue algo más complicado: fue terrible, es cierto –y especialmente sanguinaria, en el caso de Sendero–, pero, al mismo tiempo, fue un llamado de atención sobre los problemas no resueltos del país. Un llamado de atención espantoso, pero fue un llamado de atención; y no se supo interpretar como tal.

–¿Qué responsabilidad tenemos los medios de comunicación en este proceso de simplificación histórica?
–Los medios contribuyen con la desinformación cuando no precisan aspectos como el derecho legal que tiene toda persona condenada a obtener la liberación en un determinado momento; prefieren crear un clima de opinión con el que puedan traficar. ¿De dónde salió la dirección del departamento miraflorino donde iba a vivir Lori Berenson? Seguramente fue un diario o un canal de TV el que pagó a alguien en el Poder Judicial para obtener esta información, que no es accesible a todo el mundo. Entonces, se empezó a entrevistar a los vecinos y promover sus reacciones. El caso Berenson ha sido, de algún modo, armado por los medios.

Autoritarios por tradición

–El 2001, muchos peruanos eligieron a Alejandro Toledo para que no gane Alan García; el 2006, muchos peruanos eligieron a Alan García para que no gane Ollanta Humala; y es probable que el próximo año muchos peruanos elijan a Luis Castañeda para que no gane Keiko Fujimori. ¿Por qué el ‘mal menor’ nos persigue?

–Por dos razones: una, la naturaleza operativa de la segunda vuelta, en la que siempre votamos no por el candidato que queremos, sino contra el que no queremos; y otra, más profunda, la mala calidad de la oferta electoral: hay un porcentaje importante de votantes a los que ningún candidato convence. Probablemente, la primera elección de Alan García, en 1985, haya sido la última por convicción; en ella votamos realmente por quien quisimos. Desde entonces, hemos elegido al menos malo.

–¿El hecho de que la candidata presidencial Keiko Fujimori esté en el segundo lugar de las encuestas refleja que los peruanos somos ciudadanos desmemoriados?
–Odría gobernó el país entre 1948 y 1956 con mucha mano dura: dio un golpe militar, cometió un fraude para ser elegido y persiguió duramente al Apra. En 1962, volvió al Perú y casi obtuvo la presidencia de la República de nuevo. Quiero explicar que hay un componente del electorado –la quinta parte, más o menos– que es conservador, busca cierto tipo de seguridades y añora la mano dura. Siempre tiene un enemigo visible: durante el odriísmo, la amenaza se asentaba en el aprismo; y ahora, en el fantasma de Sendero. Es una manera de pensar el mundo.

Democracia latinoamericana

–¿Por qué cree que Antanas Mockus obtuvo un nivel de votos muy por debajo del calculado por las encuestas en la primera vuelta de los comicios colombianos?

–Tengo la impresión de que las encuestas en ese país estuvieron basadas en un supuesto que fue falso: que se incrementaría el número de votantes este año (en Colombia el voto es voluntario). Más de la mitad del electorado –30 millones de colombianos– no participó en los comicios, 51% para ser exactos. Así, el 46% que obtuvo Juan Manuel Santos es sobre el 49% de asistencia, es decir en realidad ni siquiera una cuarta parte del electorado ha votado por él. Por otro lado, las encuestas registraron la preferencia por Mockus de gente que no llegó a ir a votar. El candidato alternativo no logró movilizar hasta los centros de votación a un público vasto que le era favorable.

–Existe un debate académico entre dos modelos de democracia en Latinoamérica: uno, el de la democracia procedimental, que considera suficiente la realización de elecciones transparentes, la libertad de prensa y la estabilidad política para configurar un régimen democrático; y otro, el de la democracia sustantiva, que exige la buena salud de los indicadores sociales de un país –educación y salud, por ejemplo– para caracterizarlo como democrático. ¿A cuál se adhiere usted?
–Hay otra manera de plantear esto: medir la vigencia del Estado de Derecho; saber, por ejemplo, a través de estudios, la diferencia  entre la cantidad de denuncias sentadas por abuso de poder (policías y militares violadores de los derechos humanos, por ejemplo) y la cantidad de este tipo de casos resueltos por el aparato judicial. Hay países en los que casi nadie es condenado, como Brasil, y otros en los que el Estado de Derecho tiene mayor vigencia, como Costa Rica y Uruguay. En general, este valor tiene una vigencia mediocre en el Perú, México y Colombia. En esta última nación, a pesar de haber una excelente Corte Constitucional, el comportamiento de los policías y militares muestra déficits enormes: su complicidad con grupos paramilitares es hoy motivo de varios procesos judiciales.

–Los defensores de la democracia sustantiva aseguran que el gobierno de Evo Morales abre un horizonte interesante de igualdad étnica y social en Bolivia.
–Es cierto que su régimen supone una reivindicación indígena y que ha dispuesto medidas positivas como la Renta Dignidad (subvención para adultos mayores), pero Morales está llevando su país a una división muy profunda. Esto es muy peligroso a largo plazo, ya que el país se resiente. Acaba de eliminar buena parte del Poder Judicial independiente. ¿Cómo reconocer la importancia social de un gobierno que niega el Estado de Derecho? Algo similar ocurre en Ecuador con Rafael Correa: el presidente ecuatoriano todos los días se enfrenta a alguien, todos los días encuentra un enemigo al cual denunciar.

“Soy un expatriado”

–Usted lleva 25 años fuera del Perú. ¿Por qué decidió convertirse en un inmigrante?

–Porque encontré que aquí no era posible hacer lo que quería. Mi sueño era que el Perú sea un país más justo, en el que hubiera una relativa equidad de oportunidades y seamos tratados relativamente como iguales. Esta mañana, vi en la esquina a una escolar de unos 12 años con un rostro muy dulce. Me conmoví mucho porque pensé “va a hacer un esfuerzo enorme para ir a la escuela hoy, pero ¿qué futuro tendrá en el Perú?”

–¿Por qué no quedarse para luchar?
Respeto esa idea, me parece valiosa, valiente. Aunque muchos se han quedado no para luchar (risas).

–¿Qué ideal tiene hoy?
–Tratar de ser consecuente conmigo mismo.

–Los afanes sociales ya no le inquietan.
–No, soy un expatriado, no puedo hacer vida pública ni asumir responsabilidades políticas en el exterior. No me molesta que me digan pesimista.
 

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