Por Bladimiro Centeno Herrera
Fuente: Los Andes, Cultural - 14 nov 2010
http://www.losandes.com.pe/Cultural/20101114/43295.html
He escrito algunos comentarios críticos sobre Feliciano Padilla. En ellos he enfatizado que es uno de los pocos escritores que ha asumido el compromiso vital con la literatura puneña, ha forjado su destino pensando en Puno, ha llevado el nombre de Puno a los circuitos culturales del país y extranjero, y ha evitado utilizar dicha identificación como un instrumento para la expresión de sus propias mezquindades y demagogias.
Feliciano Padilla no ha nacido exactamente en Puno. Pero ha forjado su puneñidad con mayor efectividad que otros académicos, escritores, intelectuales o políticos autoproclamados como hacedores de la sociedad altiplánica. En la Universidad Nacional del Altiplano, como en otras instituciones, se conocen incontables “defensores” de la puneñidad, de las instituciones puneñas, de la literatura puneña, de la academia altiplánica, de la cultura aimara, de la cultura quechua; pero apenas cruzan las fronteras de la región terminan negando su procedencia puneña.
En los periodos electorales, los que enfatizan el chovinismo puneño son aquellos que justamente corrompen las instituciones, reducen las discusiones académicas al insulto interpersonal, convierten los medios de comunicación como instrumentos del verdugo y destruyen a los personajes que desean honestamente contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida material, simbólica e institucional de la región de Puno.
Feliciano Padilla no necesita de tanto alarde de nacimiento biológico para comprometerse con el considerable aporte a la innovación académica en la Universidad Nacional del Altiplano, a la literatura puneña mediante narraciones y ensayos, a la tarea intelectual regional con reflexiones sobre temas culturales, sociales y políticos.
Feliciano Padilla ha publicado varios libros mediante los cuales expresa su compromiso con la identidad puneña o andina. Los cuentos reunidos en el libro “La Bahía” (Puno, setiembre, 2010), según las expresiones del mismo autor, responden justamente a este propósito: ofrecer un tributo a la ciudad de Puno donde ha invertido sus energías físicas, racionales y espirituales de una manera constructiva, sin mezquindades, ni exclusiones interesadas. Conforman el libro catorce cuentos que poseen como trasfondo el espacio del altiplano puneño y personajes extraídos del mismo escenario.
El epígrafe constituido por los versos de Lolo Palza Valdivia traducen los sentimientos con los cuales estructura el libro. Los versos dicen lo siguiente: “Si tuviera que decir adiós/ Emprendería el camino de regreso…/ Si tuviera que dar la espalda/ A las últimas palabras/ Regresaría sobre mis pasos/ Para beberme de golpe/ Este cielo y este lago”. Este es el sentimiento de pertenencia que configura su producción literaria.
En la dedicatoria, le rinde un justo homenaje a Puno, le ofrece un tributo necesario por todo aquello que ha significado vivir en esta ciudad, forjar su vida personal, familiar, académicas e intelectual contemplando día tras día la bahía del lago Titicaca. Y expresa su gratitud a todas las personas que han contribuido con su vida, su trabajo y su compromiso puneño.
Los catorce cuentos seleccionados, corregidos, modificados y organizados dentro de una publicación relativamente orgánica tienen como referente geográfico la ciudad de Puno, sus personajes, sus problemas, sus tragedias, sus anécdotas, sus alegrías, sus penas y sus sueños. Sus cuentos nos muestran un espacio plural, diverso, complejo, humano, en el cual se cruzan voces, personajes, valores, mezquindades, identidades y realidades.
Frente a las posturas esencialistas, homogenistas, verticalistas, idealistas de la cultura del altiplano puneño, Padilla, con criterio más abierto, nos muestra un mundo diverso, intercultural, con personajes heroicos y antagónicos, sentimientos cósmicos y egocéntricos, logros y retrocesos sociales, expectativas y miopías políticas, optimismos y fatalismos puneñistas.
Estos universos narrativos se complementan con su libro titulado “Contra encantamientos y malos augurios” (Puno, 2009). En esos ensayos justamente propugna una construcción más racional de la identidad puneña, un compromiso más activo con la sociedad andina y precisa las diferentes responsabilidades existentes para todos aquellos que se atribuyan el rol de defensa de las condiciones de vida material, simbólica e institucional de los habitantes del altiplano.
En consecuencia, esta presentación, más que un trabajo crítico, es un tributo al autor por la amistad que supo brindar a los jóvenes escritores, académicos e intelectuales que establecieron algún compromiso con la identidad puneña. Un reconocimiento a su calidad de personas que supo brindarme una mano amiga cuando en ciertos episodios de mi vida, algunos personajes de la esfera académica y política pretendían exiliarme de mi condición aimara, excluirme de la Universidad Nacional del Altiplano y negar mi condición de aimara. Feliciano Padilla no pertenece a ese grupo de personajes que brindan alguna amistad o complicidad intelectual previo requisito partidario.
En la región de Puno, cuando se abre la boca, se grita el puneñismo, el andenismo, el aimarismo, el quechuismo con tanta vocinglería que pone en duda la identidad de los mismos cuando dichos discursos con compatibilizan con sus praxis. ¿Qué significa ser puneño? ¿Basta abrir la boca para decir que uno es puneño? ¿Cuál es la diferencia entre la demagogia puneñista y el compromiso con la identidad puneña? ¿Cómo identificar a un personaje político, académico o intelectual con una identidad efectivamente puneñista?
En el corto periodo de tiempo que ejerzo la docencia universitaria y comparto los espacios culturales, sociales y políticos de Puno he podido constatar que muy pocos expresan su identidad puneña de una manera constructiva, permanente y progresiva. La gran mayoría que asume el rol de educadores, académicos o políticos asumen actitudes que van en detrimento de la identidad puneña, desintegran a la sociedad altiplánica y contribuyen al deterioro de la condición de vida de los habitantes del altiplano puneño.
Entonces, Feliciano Padilla expresa en sus cuentos, más allá de algunas fracturas estéticas, su identificación con la naturaleza, sociedad y cultura del altiplano puneño. Y nos demuestra que para construir la identidad puneña no hay que llenarse solamente de palabras la boca, sino asumir un nivel de compromiso y responsabilidad en el espacio, rol y criterio en el cual nos encontramos. La puneñidad se pone de manifiesto cuando emprendemos las tareas concretas de construir un bien físico, en articular un valor simbólico y contribuir al desarrollo de un proyecto regional con creatividad, racionalidad y corporatividad social.