Ricardo Palma
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Las tradiciones peruanas


Por Ricardo González Vigil
Fuente: El Comercio, Lima 23 de octubre de 2011
http://elcomercio.pe/impresa/notas/memoria-nacional/20111023/1322099

Ricardo Palma fue consciente de la peculiaridad inclasificable de la forma narrativa que creó: la tradición, porque esta tiene rasgos en común con el cuento, la leyenda, la crónica y, en sus muestras más desarrolladas, la novela corta. Admite variaciones considerables, desde textos brevísimos y en clave fantástica hasta piezas que subrayando la documentación histórica despliegan una compleja factura.

Luis Leal, en su autorizada “Historia del cuento hispanoamericano”, al conceptuar que la tradición tiene más de cuento que de otros géneros, unge a Ricardo Palma como el mejor cuentista hispanoamericano del siglo XIX. Sin embargo, más exacto sería afirmar que es el narrador hispanoamericano más admirable del relato corto en el siglo XIX, porque, en sentido estricto, el cuento peruano cuajó después de él con los autores modernistas.

Fundador de la narrativa
El escritor Washington Delgado erige a Palma, acertadamente, como el fundador en el Perú de la narrativa de ficción, el primero de “una literatura peruana de alto valor estético y con caracteres propios” (“Historia de la literatura republicana”, 1980). Recordemos que, en la narrativa no ficcional, el fundador es el cronista Inca Garcilaso, conforme lo establecieron José de la Riva-Agüero, Aurelio Miró Quesada Sosa, Raúl Porras Barrenechea y José Durand.

El carácter fundador al que alude Delgado se vincula con la capacidad de Ricardo Palma para servir de gozne entre la narrativa oral (mitos, leyendas, anécdotas y chistes transmitidos a través de las lenguas indígenas y luego del español) y la literatura escrita. Palma se inspiró, al mismo tiempo, de la oralidad del pueblo y de toda clase de libros y papeles, simbolizando el tránsito hacia el predominio de lo escrito en la narrativa peruana. Encarna, también, el paso de la narrativa de no ficción (crónicas, libros de viajes, memorias y biografías) a la ficción cuentística y aun novelesca, que recién amanecía en las letras peruanas del siglo XIX. Para el propio Palma, la tradición era “novela en miniatura, novela homeopática”.

Elogio de Ribeyro
El factor crucial del rol fundador de Palma lo enfatizó nuestro máximo cuentista Julio Ramón Ribeyro en su artículo “Gracias, viejo socarrón” (Debate, noviembre, 1981; recogido en su “Antología personal”, Lima, FCE, 1994). Ribeyro ensalza las “Tradiciones peruanas” por su función “fundadora de una memoria nacional y de una conciencia ancestral común. “Sin las “Tradiciones”, nos sería difícil, por no decir imposible, imaginar nuestro pasado desde la Conquista hasta la Emancipación [...]las “Tradiciones” son la única prueba accesible, artística y entretenida que tenemos de ese pasado. Ninguna otra anterior o de su época se le puede comparar (salvo Garcilaso para el Incario y primeros años de la Conquista) [...]Visión que no ha sido reemplazada por otra igualmente vasta, convincente y lograda, capaz de relegar la suya a la galería de las antiguallas. Si la imagen palmiana de Lima subsiste, es porque nadie ha sido capaz de desembarazarnos de ella”.

Otra Lima
Ribeyro perteneció a la generación del 50, que se propuso retratar la Lima contemporánea y romper con el imaginario palmiano atacado, sin reparar en la óptica liberal y no tradicionalista de Palma, por Sebastián Salazar Bondy en “Lima, la horrible”, 1964.
El balance de Ribeyro favorece a Palma: “Narradores, por su parte, han ensayado construir una nueva imagen de Lima [...] Pero se trata también de esfuerzos puntuales, circunscritos a lugares, períodos, clases sociales, instituciones y que no poseen la variedad ni el poder iconográfico de la obra palmiana”.

Actualidad de Don Ricardo
Alfredo Bryce Echenique percibió un nivel soslayado en el imaginario palmiano, tal como suele asumirlo nuestra colectividad, que invita a constatar la vigencia sociocultural de las “Tradiciones peruanas”: “Yo no puedo leer al Palma que escribió ayer sin pensar en el presente angustioso de mi país. La crisis moral que hoy padece ese “territorio de desconcertadas gentes” se incuba en las limeñísimas páginas de las “Tradiciones”, presagiándonos que pronto, muy pronto, Lima será el Perú, porque ahí, entre carruajes, tapadas, chismes y lances de lujoso y frívolo amor, aparecen el negro, el zambo, el mulato, el chino, el cholo, el allegado que jamás llega y el resentido que espera y mira de reojo [...].

Hasta la llegada de Ricardo Palma a las letras peruanas, nuestros escritores no parecen tener otra conciencia de lo nacional que lo pintoresco. Para Palma, por el contrario, todo está reflejado en las calles de la ciudad que empieza a gritar su egoísmo nacional, sus terribles prejuicios de clase, su hipocresía y su racismo”.

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